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Su dinero

COVID-19, recesión e inflación

Por Martha Tepepa
October 2022
La teoría clásica define como recesión a un periodo en el que la economía detiene su crecimineto y comienza a sufrir un impacto. Hay dos descripciones que van mas allá. La primera nos dice que un país esta en recesión cuando se acumulan dos trimestres consecutivos con caídas en la actividad económica. La seguda nos propone que un país esta en recesión cuando el ciclo de la economía está por debajo de su potencial, es decir, que el crecimiento de la economía es menor que la tendencia histórica de largo plazo. 

¿Qué factores provocan una recesión?

Una de las principales causas de la recesión se vincula al desempleo. La principal razón es que la mayoría de las empresas pueden enfrentar un grave impacto en su rentabilidad y por ende surgen los despidos o se reducen las oportunidades laborales. Lo peor es que el factor de desempleo reduce la circulación de dinero, lo que John Maynard Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, llamaba la restricción de la liquidez.

Es muy difícil pronosticar una recesión, sobre todo si tenemos en cuenta que la pandemia de COVID-19 alteró totalmente el mundo que ha diseñado, construido, acomodado y regulado la humanidad. Sin embargo, hay quienes insisten en analizar y ver al mundo como antes, sin tomar en cuenta que la normalidad ha sido transformada por la pandemia. 

Así, varios economistas insisten en vaticinar constantemente que la economía de los Estados Unidos está al borde de una recesión. Otros, más intrépidos, aseguran que la economía ya está en recesión e insisten que no se puede resolver que la oferta no cubra por completo la demanda en diferentes suministros, provocando el freno de la economía de Estados Unidos.  En una entrevista con CNN, el director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca, Brian Deese, admitió que hay riesgo de recesión para el 2023, sin embargo, aseguró que es parte de la transición que se debe vivir para fortalecer la economía del país tras pasar por una pandemia con la que aún se batalla.  


Los efectos nunca vistos que la pandemia generó han descarrilado los supuestos y las teorías económicas (neo) clásicas. Por ejemplo, esas teorías nos indican que, en una recesión económica, no se generan empleos. Sin embargo, un artículo publicado el 8 de julio en el New York Times narra cómo el mercado laboral de los EE.UU, se mantiene resistente, y sigue generando empleos a pesar de la alta inflación y la disminución del crecimiento económico.  En junio, el 353.000 personas.

La desaceleración de los puestos de trabajo significa que ya fueron reestablecidos la mayoría de los empleos que se perdieron durante la pandemia hace dos años.

Es importante resaltar que algunas industrias experimentaron una desaceleración mayor que otras en junio. Las empresas de construcción agregaron sólo 13.000 empleos, menos de la mitad que el mes anterior (mayo), ya que la construcción de viviendas ha disminuido en respuesta al aumento de las tasas hipotecarias.

El sector del ocio y la hostelería (incluye restaurantes y hoteles) agregó 67.000 puestos de trabajo, reflejando la recuperación de una profunda caída a principios de la pandemia. Una posible explicación del aumento en la actividad es que más personas y familias viajan, salen a comer o frecuentan lugares de esparcimiento.

La combinación de aumentos de empleo también refleja cambios en el comportamiento del consumidor. Durante gran parte de los últimos dos años, los estadounidenses gastaron en muebles para el hogar y otros bienes, lo que impulsó el empleo en almacenes y empresas de transporte. Esas ganancias van a desacelerarse, pues ahora la gente está gastando más en servicios como pasajes aéreos y boletos para conciertos.

Las empresas de transporte y almacenes crearon 36.000 puestos de trabajo en junio, frente a los 59.000 del mes anterior.

Otro factor para considerar es que gracias a los estímulos económicos que se entregaron a las familias estadounidenses para hacer frente al cierre de actividades provocado por la pandemia, existen recursos (dinero) para adquirir productos y servicios, pero no hay suficiente oferta debido a que, de nuevo, la pandemia provocó cierres de fábricas en China desencadenando una escasez de insumos. Además, la guerra entre Rusia y Ucrania que empezó en febrero del 2022 ha contribuido a agravar el problema del aumento de precios.

Este fenómeno es conocido como inflación: una grave y continua alza de precios que impacta a la población, ya que para la mayoría resulta casi imposible adquirir productos básicos. Este fenómeno está afectando a todos los países del mundo.

En los Estados Unidos, la Reserva Federal subió las tasas de interés, 0,75 puntos porcentuales en junio y seguramente lo hará de nuevo en los próximos meses con el fin de controlar el aumento de precios.

Hay muchos economistas neoclásicos que abogan por un enfriamiento del mercado laboral al rojo vivo…o sea, despidos. Su idea es que la inflación va acompañada de presiones salariales que aumentan los costos: los salarios medios de junio fueron un 5,1% superiores a los de hace un año (ligeramente inferior al 5,2% de los 12 meses que terminaron en mayo). Suponen que las empresas no aumentarán precios derivados de sus costos de producción, en este caso, eliminando salarios…aunque las familias se queden sin empleo (!). 

Si bien la Fed no está tratando de provocar despidos, es obvio que la economía de EE.UU. está sobrecalentada, impulsada por la recuperación de la pandemia y la reapertura en todos los sectores. Hay demasiada inflación, y la política monetaria tiene que subir las tasas de interés para provocar una desaceleración impactando en la demanda.

Normalmente, los movimientos en la tasa de interés se ven reflejados en la economía entre 6 a 12 meses, por lo que, de darse una recesión en Estados Unidos, llegaría hasta 2023. 

La pregunta es si esto nos dará un “aterrizaje suave”. No es que no se pueda, pero la historia nos demuestra que es muy difícil conseguirlo e incluso es doloroso y afecta a las comunidades más vulnerables. 

Mientras, hay compañías en la agroindustria: comercializadores, distribuidores y especuladores de alimentos (granos y cereales, por ejemplo) que ya habían tenido ganancias exorbitantes derivadas de la pandemia y que ahora se benefician con la inflación. En otras industrias, como la de combustibles fósiles, hay compañías que reportan ganancias récord: “Las ganancias de Exxon, excluyendo artículos especiales, llegaron a $ 17,6 mil millones en el segundo trimestre, casi el doble de lo que ganó en su muy rentable primer trimestre, ya que los precios del petróleo y el gas comenzaron a dispararse a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Las ganancias del segundo trimestre aumentaron un 273% con respecto al mismo período del año anterior” (Isidore 2022).

El tema de la inflación resulta complejo no sólo a nivel local si tomamos en cuenta los efectos de la pandemia. Los mercados de alimentos, combustibles y fertilizantes son de los más afectados por la interrupción en las cadenas de suministro, además del aumento en el costo de transportes y distribución de insumos.

El Programa Mundial de Alimentos estima que, en junio de 2022, el número de personas que a escala global padecían inseguridad alimentaria aguda creció a 345 millones en un total de 82 países. Los organismos destacan que la crisis alimentaria ocurre justo en el momento en que el espacio fiscal para la acción de los gobiernos “está severamente restringido tras la pandemia”. Aunado a ello, el cambio climático, que provoca sequías, está afectando estructuralmente la productividad agrícola en muchos países. “Las existencias mundiales, que aumentaron constantemente durante la última década, deben liberarse para reducir los precios”, algo que sólo se hará si se diera preferencia a la vida de millones de personas sacrificando ganancias.


 

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