Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
El juego del capitalismo
El juego de hoy
Por Martha Tepepa
August 2021 En toda historia hay dos versiones, la de los vencedores y la de los que perdieron. Los especialistas en Economía aún debaten la versión más adecuada para explicar el capitalismo.
Usemos una analogía para analizar el sistema económico que rige al mundo. Para identificar los orígenes del juego, usemos la teoría Centro-Periferia de Andre Gunder Frank, sociólogo y economista alemán, con la teoría de dependencia se forman dos equipos: los desarrollados y ricos y los no desarrollados y pobres. La teoría también nos permite identificar que los elementos clave que refuerzan y potencian el juego capitalista se impusieron desde los tiempos de la colonia, siglos XV y XVI.
Así, en Potosí (ciudad colonial fundada como la Villa Imperial de Potosí al sur de Bolivia, donde se situaba la mina de plata más grande del mundo) desde mediados del siglo XVI ya se habían puesto las primeras condiciones del capitalismo: la explotación. Pero formalmente, y siguiendo las reglas del juego, no se puede decir que había “países” capitalistas en la América colonial porque según W.W. Rostow, la mera existencia de explotación no es un factor del capitalismo, existen más. Estos son:
Cuando el juego comienza, en el primer nivel, la ventaja la tienen los invasores y conquistadores europeos. Al ser siervos de las coronas europeas, las poblaciones de América conquistadas e invadidas (los que quedaron después del genocidio) y las personas esclavizadas (secuestradas de sus tierras en África y traídas a este continente a la fuerza) están al servicio de las coronas europeas. Eran los siervos quienes generaban el valor, las cosechas de la tierra que se mercantilizaban para cambiarse por oro, por plata, por monedas y se enviaban a los cofres europeos.
El juego siguió muchos años así, basado en el saqueo, la explotación de humanos y recursos naturales, generando inmensas riquezas a costa de la población forzada a trabajar en condiciones infra humanas y a merced de las fuerzas represivas que castigaban cualquier acto de rebeldía. Es importante recalcar que el origen de la fuerza policial fue precisamente para atrapar a los esclavos que escapaban y aplacar rebeliones o intentos de independencia.
A través de los años el juego se ha seguido desarrollando y se han perfeccionado las tácticas para que los que ganan a costa de los perdedores sigan ganando (y cada vez más).
También han surgido sofisticadas artimañas, presentadas como leyes, para empujar hacia abajo, o de plano eliminar, a quienes se rebelan o se convierten en una amenaza. Las tácticas van desde represión policial hasta poderosas fuerzas militares para declarar guerras e invadir países para apropiarse de sus recursos naturales - petróleo, por ejemplo.
En el nivel anterior al que hoy vivimos, el juego se concentraba en la industria, en las fábricas y plantas de producción manufacturera. El éxito de los capitalistas surgía de la producción industrial, de fábricas que empleaban a trabajadores con un salario mínimo para producir artículos, o mercancías, que generaban enormes ganancias. Los ganadores eran los industriales, los dueños de refinerías y grandes corporaciones. Los perdedores eran los obreros que constituían la mano de obra barata que apenas sobrevivía. En este nivel se normalizó la existencia de los barrios populares y los vendedores ambulantes, por ejemplo. Y empieza a ser más común que las personas tomen terrenos para construir viviendas, o que las mujeres sean las “cuidadoras designadas”.
Una de las reglas más importantes del juego y que se ha establecido como si fuera una verdad total, absoluta, como el aire que respiramos, es que existe una mano invisible que distribuye los beneficios del capitalismo a todos, como un goteo de bienestar y riqueza. En realidad, lo que hemos visto al pasar de los años es que el movimiento obrero, llamémosle un power card en nuestro juego, es lo que ha logrado avanzar y tomar casillas. Fue la organización de los trabajadores para exigir condiciones dignas a través del movimiento obrero, los sindicatos y organizaciones de trabajadores quienes han conseguido salarios dignos y prestaciones, pensiones, atención médica, vivienda, etc. Necesidades básicas para la existencia que han sido acaparadas por los “ganadores”, para especular y hacer exorbitantes ganancias.
El capitalismo ha seguido evolucionando, la industria dejó de asumir el papel principal y en el nivel donde estamos ahora los servicios generan las ganancias más importantes en el sistema. Los servicios de salud, de educación, de vivienda, de bancos, instituciones financieras, asistidos por tecnología. El power card de la globalización ha introducido nuevos jugadores: organizaciones y entidades internacionales. No sólo son los dueños, son también especialistas y profesionales que aconsejan y buscan el “bien común”. Estos “salvavidas y benefactores” ayudan a los perdedores, les recetan curas y les prestan dinero con intereses altísimos. Recomiendan a los perdedores apostar con todo al desarrollo para “crear en el país un motor de crecimiento incluyente y sustentable”.
Sin embargo, es obvio que este cuento maravilloso no es así. Y la lavada de cerebro es a nivel global.
Cuando en los Estados Unidos empezaba la discusión sobre el aumento al salario mínimo, los mismos trabajadores no apoyaban el incremento, alegando que ya no habría trabajo. Nos explotamos a nosotros mismos en la creencia de que así nos “realizamos” nos “superamos”, pero en realidad somos unos siervos. Kafka ya apuntó la lógica de la auto-explotación: el animal arranca el látigo al Señor y se azota a sí mismo para convertirse en el amo. Esa es la situación absurda de aquellos que defienden el régimen neoliberal.
Cuando se pregunta a ciertas personas qué opinan de los apoyos financieros que el gobierno ofrece, como tarjetas alimentarias o apoyos para conseguir una vivienda, contestan prefiero trabajo o manifiestan su repudio a recibir algo del Estado, el mismo Estado que fue creado para velar por su bienestar y que tiene la obligación de estar de su lado apoyándolos. Les han lavado el cerebro con la idea de que aquellos que reciben ayuda del estado son inútiles, perdedores, que en el juego del Capitalismo cada quien ve (o juega) por sí mismo, y cada quien se salva como puede. Sin mencionarles que por cientos de años les han hecho trampa, empujándolos atrás en el tablero o quitándoles turnos.
En el caso de las poblaciones originarias de América, les han hecho trampa y las han despojado, o eliminado, desde 1492 cuando llegaron los primeros invasores europeos. A los descendientes de las personas secuestradas y esclavizadas traídas de África, les han hecho trampa desde 1619 cuando pusieron pie en este continente. No es casualidad que al día de hoy los pueblos originarios de América y los afrodescendientes sean las poblaciones más castigadas en este continente. Estas son las contradicciones del juego que rige el mundo pues el capitalismo es la única manera de entrar al mercado mundial, de expandirse geográficamente.
Este sistema de reproducción humana que se basa en la acumulación interminable de capital-dinero-ganancias, y la explotación de las y los trabajadores ha logrado convencernos de que no hay otra forma de vivir, ni de ver el mundo.
Para deshacernos de esta forma de ver el mundo y sacudirnos las ideas que nos han inculcado, hay que enfrentar lo que el capitalismo hace, que es construir y concentrar una masa de riqueza, sin precedente, en las manos de unos pocos individuos que intentan saquear la tierra de sus recursos y la futura humanidad de su potencial. El uno por ciento que concentra la riqueza del mundo son los que en realidad se benefician del capitalismo y obtienen todas las ventajas. Y por eso fomentan esta teoría económica, enfatizando la importancia de las ganancias, la difunden en las universidades y nos la presentan todo el tiempo como el sueño a seguir, la vida perfecta, en los medios y en la televisión.
Decenas de protestas populares en contra del capitalismo se habían generalizado a escala planetaria hasta que el coronavirus las apagó. En Hong Kong, Santiago de Chile, Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, París, Barcelona y Bogotá multitudes empezaban a cuestiona el juego, a exigir mejores condiciones de vida. La pandemia mundial logró acallarlas temporalmente, hasta que la ineptitud, la corrupción y la indiferencia por la vida humana del juego del capitalismo volvió a prender la mecha después de la muerte en casi nueve minutos de George Floyd en mayo del 2020.
El coronavirus sin duda ha desatado una crisis económica mundial, la pandemia causó estragos en los países que antepusieron las ganancias, la economía, antes que la vida humana. Pero la pandemia también ha colaborado para que cuestionemos “el sentido común” y reflexionemos seriamente sobre el hecho de que la riqueza es creada por la clase trabajadora pero apropiada injustamente por una minoría.
Es hora de abrir los ojos, dejar este juego y echarle un vistazo a otros juegos. Las propuestas FUERA DEL CAPITALISMO son alternativas posibles, ideas y teorías que funcionan. La forma en la que vivimos ahora bajo el capitalismo no está funcionando para todos y es el momento justo para exigir algo diferente. El “capital” es enemigo del ser humano, y de la naturaleza (otro tema aparte que requiere análisis). No podemos dejar que el capital resuelva los problemas que crea: que las personas vivan para sí mismas, si no para el capital.
*Martha Tepepa es investigadora-profesora en el Instituto Levy de Economía en Bard College. También es colaboradora en el programa La Voz con Mariel Fiori en Radio Kingston en su columna Hablemos de economía.
COPYRIGHT 2021
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
Así, en Potosí (ciudad colonial fundada como la Villa Imperial de Potosí al sur de Bolivia, donde se situaba la mina de plata más grande del mundo) desde mediados del siglo XVI ya se habían puesto las primeras condiciones del capitalismo: la explotación. Pero formalmente, y siguiendo las reglas del juego, no se puede decir que había “países” capitalistas en la América colonial porque según W.W. Rostow, la mera existencia de explotación no es un factor del capitalismo, existen más. Estos son:
Cuando el juego comienza, en el primer nivel, la ventaja la tienen los invasores y conquistadores europeos. Al ser siervos de las coronas europeas, las poblaciones de América conquistadas e invadidas (los que quedaron después del genocidio) y las personas esclavizadas (secuestradas de sus tierras en África y traídas a este continente a la fuerza) están al servicio de las coronas europeas. Eran los siervos quienes generaban el valor, las cosechas de la tierra que se mercantilizaban para cambiarse por oro, por plata, por monedas y se enviaban a los cofres europeos.
El juego siguió muchos años así, basado en el saqueo, la explotación de humanos y recursos naturales, generando inmensas riquezas a costa de la población forzada a trabajar en condiciones infra humanas y a merced de las fuerzas represivas que castigaban cualquier acto de rebeldía. Es importante recalcar que el origen de la fuerza policial fue precisamente para atrapar a los esclavos que escapaban y aplacar rebeliones o intentos de independencia.
A través de los años el juego se ha seguido desarrollando y se han perfeccionado las tácticas para que los que ganan a costa de los perdedores sigan ganando (y cada vez más).
También han surgido sofisticadas artimañas, presentadas como leyes, para empujar hacia abajo, o de plano eliminar, a quienes se rebelan o se convierten en una amenaza. Las tácticas van desde represión policial hasta poderosas fuerzas militares para declarar guerras e invadir países para apropiarse de sus recursos naturales - petróleo, por ejemplo.
En el nivel anterior al que hoy vivimos, el juego se concentraba en la industria, en las fábricas y plantas de producción manufacturera. El éxito de los capitalistas surgía de la producción industrial, de fábricas que empleaban a trabajadores con un salario mínimo para producir artículos, o mercancías, que generaban enormes ganancias. Los ganadores eran los industriales, los dueños de refinerías y grandes corporaciones. Los perdedores eran los obreros que constituían la mano de obra barata que apenas sobrevivía. En este nivel se normalizó la existencia de los barrios populares y los vendedores ambulantes, por ejemplo. Y empieza a ser más común que las personas tomen terrenos para construir viviendas, o que las mujeres sean las “cuidadoras designadas”.
Una de las reglas más importantes del juego y que se ha establecido como si fuera una verdad total, absoluta, como el aire que respiramos, es que existe una mano invisible que distribuye los beneficios del capitalismo a todos, como un goteo de bienestar y riqueza. En realidad, lo que hemos visto al pasar de los años es que el movimiento obrero, llamémosle un power card en nuestro juego, es lo que ha logrado avanzar y tomar casillas. Fue la organización de los trabajadores para exigir condiciones dignas a través del movimiento obrero, los sindicatos y organizaciones de trabajadores quienes han conseguido salarios dignos y prestaciones, pensiones, atención médica, vivienda, etc. Necesidades básicas para la existencia que han sido acaparadas por los “ganadores”, para especular y hacer exorbitantes ganancias.
El capitalismo ha seguido evolucionando, la industria dejó de asumir el papel principal y en el nivel donde estamos ahora los servicios generan las ganancias más importantes en el sistema. Los servicios de salud, de educación, de vivienda, de bancos, instituciones financieras, asistidos por tecnología. El power card de la globalización ha introducido nuevos jugadores: organizaciones y entidades internacionales. No sólo son los dueños, son también especialistas y profesionales que aconsejan y buscan el “bien común”. Estos “salvavidas y benefactores” ayudan a los perdedores, les recetan curas y les prestan dinero con intereses altísimos. Recomiendan a los perdedores apostar con todo al desarrollo para “crear en el país un motor de crecimiento incluyente y sustentable”.
Sin embargo, es obvio que este cuento maravilloso no es así. Y la lavada de cerebro es a nivel global.
Cuando en los Estados Unidos empezaba la discusión sobre el aumento al salario mínimo, los mismos trabajadores no apoyaban el incremento, alegando que ya no habría trabajo. Nos explotamos a nosotros mismos en la creencia de que así nos “realizamos” nos “superamos”, pero en realidad somos unos siervos. Kafka ya apuntó la lógica de la auto-explotación: el animal arranca el látigo al Señor y se azota a sí mismo para convertirse en el amo. Esa es la situación absurda de aquellos que defienden el régimen neoliberal.
Cuando se pregunta a ciertas personas qué opinan de los apoyos financieros que el gobierno ofrece, como tarjetas alimentarias o apoyos para conseguir una vivienda, contestan prefiero trabajo o manifiestan su repudio a recibir algo del Estado, el mismo Estado que fue creado para velar por su bienestar y que tiene la obligación de estar de su lado apoyándolos. Les han lavado el cerebro con la idea de que aquellos que reciben ayuda del estado son inútiles, perdedores, que en el juego del Capitalismo cada quien ve (o juega) por sí mismo, y cada quien se salva como puede. Sin mencionarles que por cientos de años les han hecho trampa, empujándolos atrás en el tablero o quitándoles turnos.
En el caso de las poblaciones originarias de América, les han hecho trampa y las han despojado, o eliminado, desde 1492 cuando llegaron los primeros invasores europeos. A los descendientes de las personas secuestradas y esclavizadas traídas de África, les han hecho trampa desde 1619 cuando pusieron pie en este continente. No es casualidad que al día de hoy los pueblos originarios de América y los afrodescendientes sean las poblaciones más castigadas en este continente. Estas son las contradicciones del juego que rige el mundo pues el capitalismo es la única manera de entrar al mercado mundial, de expandirse geográficamente.
Este sistema de reproducción humana que se basa en la acumulación interminable de capital-dinero-ganancias, y la explotación de las y los trabajadores ha logrado convencernos de que no hay otra forma de vivir, ni de ver el mundo.
Para deshacernos de esta forma de ver el mundo y sacudirnos las ideas que nos han inculcado, hay que enfrentar lo que el capitalismo hace, que es construir y concentrar una masa de riqueza, sin precedente, en las manos de unos pocos individuos que intentan saquear la tierra de sus recursos y la futura humanidad de su potencial. El uno por ciento que concentra la riqueza del mundo son los que en realidad se benefician del capitalismo y obtienen todas las ventajas. Y por eso fomentan esta teoría económica, enfatizando la importancia de las ganancias, la difunden en las universidades y nos la presentan todo el tiempo como el sueño a seguir, la vida perfecta, en los medios y en la televisión.
Decenas de protestas populares en contra del capitalismo se habían generalizado a escala planetaria hasta que el coronavirus las apagó. En Hong Kong, Santiago de Chile, Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, París, Barcelona y Bogotá multitudes empezaban a cuestiona el juego, a exigir mejores condiciones de vida. La pandemia mundial logró acallarlas temporalmente, hasta que la ineptitud, la corrupción y la indiferencia por la vida humana del juego del capitalismo volvió a prender la mecha después de la muerte en casi nueve minutos de George Floyd en mayo del 2020.
El coronavirus sin duda ha desatado una crisis económica mundial, la pandemia causó estragos en los países que antepusieron las ganancias, la economía, antes que la vida humana. Pero la pandemia también ha colaborado para que cuestionemos “el sentido común” y reflexionemos seriamente sobre el hecho de que la riqueza es creada por la clase trabajadora pero apropiada injustamente por una minoría.
Es hora de abrir los ojos, dejar este juego y echarle un vistazo a otros juegos. Las propuestas FUERA DEL CAPITALISMO son alternativas posibles, ideas y teorías que funcionan. La forma en la que vivimos ahora bajo el capitalismo no está funcionando para todos y es el momento justo para exigir algo diferente. El “capital” es enemigo del ser humano, y de la naturaleza (otro tema aparte que requiere análisis). No podemos dejar que el capital resuelva los problemas que crea: que las personas vivan para sí mismas, si no para el capital.
*Martha Tepepa es investigadora-profesora en el Instituto Levy de Economía en Bard College. También es colaboradora en el programa La Voz con Mariel Fiori en Radio Kingston en su columna Hablemos de economía.
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