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Victoria Amado: “Yo no sabía que había nada malo con mi familia”

Por Tamara Gruszko
November 2020
Victoria Moreno Amado me sorprende cuando repentinamente, y a través de la pantalla de mi computadora, deja escapar unas lágrimas. Y es que esta uruguaya que unos momentos antes me ha recibido para una entrevista virtual con una sonrisa y una mirada optimista, no puede dejar de pensar en lo que pudiera haber sido y en los logros que a pesar de todos los escollos pudo alcanzar.  
“Llegué a los Estados Unidos en el 2003. Tenía 14 años y vivíamos en Queens. Todo era normal, no tenía miedo, esa época era diferente, yo no sabía que había nada malo con mi familia. Las clases en mi escuela eran bilingües y había muchos estudiantes de otros países de Sudamérica”. Cuando su familia se mudó a Kingston y empezó la escuela secundaria, el ambiente era otro. No había clases bilingües y los estudiantes corrían de un aula a otra. “Parecía de una película. Ahora pienso en mis padres, qué pasaría si se los llevan a un centro de detención. Ellos dicen que lo importante es que yo tengo un buen trabajo, pero a mí me preocupa no sólo ellos sino tanta gente que está en peores condiciones”.

Victoria no tiene muchos recuerdos del Uruguay, un país al que jamás volvió. Le gusta mirar fotos de cuando era chica, eso la ayuda a recordar. “En el Uruguay teníamos una vida cómoda. Mi mama tenía un trabajo en un laboratorio de una empresa, un buen trabajo. Aquí mi mamá trabaja limpiando casas que es un trabajo digno pero muy duro. Mi papá trabaja como soldador en una empresa y está siempre listo para ayudarme con mi hija de seis años o para lo que haga falta”.

Cuando Victoria terminó la preparatoria se inscribió en SUNY Ulster donde cursó dos años del colegio, pero era demasiado dinero y no pudo continuar. Aplicó para un trabajo de cajera en un banco, pero sin documentación la rechazaron. A los 22 años y después de trabajar de mesera por muchos años finalmente pudo ver una oportunidad. “Mi novio no entendía. Me preguntaba por qué tenía que preparar papeles para DACA. Como americano nacido acá no sabía lo que significaba que yo hubiera llegado al país en avión, pero sin estatus legal”. 

El costo de conseguir DACA fue grande pero después de trabajar por un tiempo en una tienda pudo conseguir el trabajo de cajera que tanto anhelaba en el banco donde anteriormente la habían rechazado. “Casi no tomo el trabajo”, dice Victoria ahora con una sonrisa, “para ese entonces tenía una nena de un año que sufría de alergias muy severas. Me daba miedo dejarla con otra persona, pero mi mamá me dijo que no podía dejar pasar esa oportunidad y que me ayudaría con los gastos de la guardería”. Unos meses después y debido a la demora que había para renovar DACA, Victoria casi pierde su trabajo. “No trabajé por seis meses, estaba muy angustiada, pero a último momento pude reincorporarme al banco”. 

Cinco años más tarde, esta uruguaya ahora residente legal de los Estados Unidos, se siente orgullosa de sus logros. Es la supervisora de dos sucursales del banco en el condado de Ulster, un trabajo que la hace feliz. Aún así, Victoria piensa en lo que hubiera podido hacer si hubiera tenido estatus legal desde el comienzo y sobre todo en las personas que como sus padres no tienen esa oportunidad. En especial aquellos que van al banco buscando su ayuda. “Cuando otros inmigrantes que vienen al banco y no los puedo ayudar porque no tienen seguro social o identificación me siento impotente. También pienso mucho en cómo ser mujer y en especial madre nos afecta en nuestra trayectoria”. Y agrega, “aun hoy en los puestos más altos del banco sólo hay hombres. No hay las mismas oportunidades para las mujeres”.

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