Arthur Holland.
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Entrevista

Ojos en el cielo: drones de vigilancia
 

Arthur Holland Michel explica su nuevo libro

Por Malia Du Mont
July 2020
“Ojos en el cielo, el aumento secreto de la mirada de la Medusa y cómo nos vigilará a todos”, es el título del primer libro de Arthur Holland Michel, fundador y codirector del Centro de Investigación del Dron en Bard College, creado en 2013. En esta entrevista con Du Mont, directora de personal de Bard College y vicepresidenta de estrategia y política, Holland Michel habla de los problemas creados por el alto progreso en la producción de drones, particularmente los que cubren la función de vigilar áreas amplias.
 

¿Cuál es su definición de un dron?


Mientras más tiempo me paso estudiando los drones, más difícil me es definirlos. Básicamente, un dron es cualquier vehículo sin tripulación. Esa definición es intencionalmente abierta porque también contamos como drones a los vehículos submarinos sin tripulación y robots terrestres. Debería también notar una distinción cuando hablamos de dron es aéreos: drones militares—los que se usan para ataques con misiles teledirigidos—son muy grandes, muy caros, y vuelan en altas alturas, mientras que los drones que uno vería a su vecino usar son pequeños, cuestan un par de cientos de dólares, y traen con ellos una problemática distinta.



¿Hay brechas fundamentales en la capacidad gubernamental de explorar e implementar políticas correctas respecto a los drones?


Aunque se lo expliques a alguien totalmente alienado del tema, rápidamente pueden empezar a lidiar con distintos factores que están en juego y empezar a pensar en cómo descifrarlo todo. El problema es que no hay ese nivel de concientización. Si lo hubiese, la conversación estaría ocurriendo. Una moraleja importante que aprendí de todos estos años estudiando este tema, es que, si quieres saber que va estar ocurriendo en el ámbito doméstico en cuanto a la tecnología en los próximos 10 años, mira lo que está ocurriendo en el campo militar. Ciertamente ese fue el caso con el rastreo de comunicaciones electrónicas, rastreo telefónico, y nuevamente ahora con la vigilancia de alta cobertura—y mirando hacia el futuro, también será el caso con la vigilancia automatizada. Idealmente, uno quiere que la gente mire a las tecnologías en proceso y comiencen a tener una conversación sobre cuál podría ser la respuesta a estas tecnologías una vez que estén en efecto.


Ha estado pensando y trabajando con drones ya hace varios años. ¿Por qué decidió que la vigilancia aérea seria el tema de su primer libro?


Cuando estudias drones, miras toda clase de tecnologías terroríficas: enjambres de aeronaves autónomas, submarinos autónomos silenciosos, misiles Hellfire. Pero de alguna forma, la tecnología que se me quedó en la mente fueron las cámaras. Y no solo las tecnologías que podían observar a la gente de forma consistente en las alturas, pero particularmente un subconjunto de esta tecnología que era capaz de vigilar un área extremadamente amplia de forma simultánea. Claramente esto era muy poderoso, pero se sabía tan poco sobre ello. Luego, una noche en el otoño del 2015, estaba acostado en la cama tratando de dormir, cuando de repente me vino esta idea de que necesitábamos un libro escrito sobre estas cámaras, precisamente porque eran tan poderosas y también misteriosas. No solo estaban siendo utilizadas en el campo militar, pero más y más iban a ser utilizadas en ámbitos domésticos como para acatar la ley, y eso traería toda clase de preguntas inéditas sobre la privacidad, las libertades civiles, y el abuso de poder.



Muchos de estos programas desarrollados por el gobierno contienen información clasificada. ¿Cómo pudo descifrar lo que realmente estaba ocurriendo?


Lo que realmente me sorprendió fue que las fuentes estaban empecinadas en contar esta historia. Y es porque entendían su gravedad. Cuando contacté a uno de los personajes principales, después de considerable esfuerzo, me dijo, “Arthur, he estado esperando esta llamada por 15 años”. Aunque dentro de estos círculos hay un gran instinto hacia el secretismo, y hasta un poco de desconfianza hacia la prensa, hay también un gran sentimiento de que algo poderoso ha sido creado, con implicaciones que van más allá de la intención original de los ingenieros. Por esto, la información debería estar disponible al público y debería haber una discusión.


Se dice que la gente joven tiene menos preocupaciones sobre la privacidad. ¿Cómo ve usted esa tendencia en relación a esta tecnología?


Me siento optimista porque creo que en este momento está floreciendo una discusión pública acerca de la privacidad. Veo un cambio en la opinión pública. Uno de los argumentos interesantes con los que me crucé bastante mientras escribía el libro es que ya hemos perdido toda nuestra privacidad—a causa de las redes sociales, todas las cámaras que nos están mirando, todo el rastreo telefónico, etc.—entonces, ¿Por qué importa si nos están mirando desde el cielo también? Tuve que pensar arduamente en esa pregunta, porque de cierta forma es cierto: se sabe tanto de cada uno de nosotros. Pero lo que me he dado cuenta es que, si bien somos observados en muchas formas distintas, no estamos siendo observados en espacios públicos de la forma que esta tecnología lo haría posible. Esto quiere decir que el ámbito público se ha convertido en uno de los últimos bastiones de la privacidad personal. Y como nuestra seguridad ha sufrido intrusiones en varios dominios, la poca privacidad que queda es más preciada aún. La gente puede ser muy pesimista acerca de cuánta privacidad tenemos en estos tiempos, pero eso nos da motivos para pelear más duro.


Todas estas cuestiones—seguridad, privacidad, etc.—son temas que los legisladores y representantes del gobierno deberían estar discutiendo. Dijo en algún momento que parte de la legitimidad del Centro de investigación del Dron proviene del hecho que ustedes no apoyan ningún punto de vista especifico. Pero también ve que existen faltas de comunicación. ¿Cómo uno navega esa línea entre informar y ser partidarios?


Creo que la mejor política nace a través de un proceso colaborativo. No hay un ser humano en la Tierra que no crea a cierto nivel que la privacidad es importante. Eso va tanto como para los partidarios de la privacidad y las libertades civiles como para la gente realmente creando estas tecnologías de vigilancia. Entonces si nos enfocamos en ese terreno en común, ese principio humanitario, entonces podemos tener una discusión diferente. Eso es lo que tratamos de hacer en el Centro de Investigación del Dron: proveer materiales que puedan servir como terreno en común. Realmente espero que el libro sea leído ampliamente, no solo por la izquierda tradicional sino también entre la gente conservadora; tanto entre la comunidad proponente de libertades civiles, como en la comunidad de la industria de vigilancia. Hasta ahora parece que eso está ocurriendo, tal como la ha sido ya hace algún tiempo con el trabajo del Centro. Y esta me da una satisfacción tremenda, porque si toda la gente alrededor de la mesa puede al menos apuntar hacia el mismo documento durante una discusión, entonces al menos hay algo con lo cual pueden comenzar a avanzar.  

*Traducción al español por Nohan Meza
 

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