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COVID-19 y la política sudamericana

Por Juan Carlos Valderrama
June 2020
Hoy escribo sobre algunos políticos sudamericanos y sus incoherencias frente al tema de la pandemia COVID-19, para la cual no están preparados y los presento por orden alfabético, para no herir susceptibilidades.
 
En Argentina, el presidente Alberto Fernández fue uno de los primeros en promover la cuarentena el 19 de marzo. Ese mismo día un grupo de vecinos en Neuquén festejó un cumpleaños con un asado y compartiendo de la misma botella; unos días después el cumpleañero estaba muerto.

En Bolivia, el gobierno de Jeanine Áñez intensificó su campaña de acusaciones y persecución política a la oposición para ocultar la carencia de equipo de protección del personal de salud, que inclusive tiene que comprárselo, mientras el país solicita millones en créditos internacionales por la descapitalización y desempleo debidos a la paralización económica, por causa del virus.

En Brasil, liderado por Jair Bolsonaro, se realizó un cumplimiento irregular del aislamiento social y en algunos lugares prácticamente no existió y comenzó a relajarse en el momento más crucial. No hubo restricciones durante Semana Santa y vacaciones. Bolsonaro ignoró las reglas de distanciamiento social, participando, alentando y causando aglomeraciones; la minimizó llamándola "gripezinha". Cuando pasaron los 5,000 muertos ante una pregunta periodística al respecto, el presidente dijo: ¿Qué quieres que haga? Destituyó al Ministro de Salud el 16 de abril, en plena pandemia, abusó de las noticias falsas ―como que las unidades de cuidados intensivos estaban vacías o que las funerarias no tenían muertos, y de promesas de curas milagrosas como la hidroxicloroquina. Brasil ocupa el primer lugar de muertos por COVID-19 en Sudamérica.

En Colombia, el gobierno de Duque presentó fallas en la toma de pruebas, con resultados no procesados por incumplimiento de los protocolos estándares. Hubo falta de rigor en el aislamiento social y se sospechan casos en las cárceles y en el Amazonas.

En Chile, las medidas de Sebastián Piñeira fueron desacertadas, deficientes y tardías. Hicieron caso omiso a las recomendaciones de restricciones más severas a la circulación, no se mostró intención de aislar mejor a la población, llegando a decir la subsecretaria de salud pública que una cuarentena total era "impracticable". Poca claridad al momento de difundir cifras.

Ecuador, presidida por Lenin Moreno, tuvo una tardía reacción en Guayaquil, por Internet se vieron cadáveres en las calles, en viviendas envueltos en plásticos y largas filas de vehículos con ataúdes de cartón, hasta hoy las familias buscan a sus fallecidos, falta de provisión de insumos médicos, producto de un sistema hospitalario desfinanciado. Un verdadero caos. La alcaldesa Cynthia Viteri, también contagiada, dijo aquí "todos" son culpables, los ciudadanos no respetaron la cuarentena, además de una debilidad informativa.

En el gobierno de Mario Abdo Benítez de Paraguay, si bien es cierto que hay medidas coercitivas, la conciencia ciudadana se aplicó en la cuarentena parcial y después total, con restricciones de la circulación terrestre, cierre de las fronteras y del aeropuerto internacional. Se duplicaron las camas de terapia intensiva, se construyeron hospitales modulares, se postergó el pago de servicios básicos, y se entregaron kits alimenticios para zonas vulnerables del país.

El gobierno de Martín Vizcarra en Perú reaccionó rápido declarando la emergencia sanitaria, restricciones a las reuniones y el aislamiento domiciliario, inclusive antes de que la Organización Mundial de la Salud declarara al COVID-19 como una pandemia. Pero hoy en Sudamérica ocupa el segundo lugar de muertos; y es que la salud pública no ha escapado a la burocracia administrativa y a la corrupción histórica. La escasez de camas y equipos lleva a atender a los pacientes en sillas al aire libre, o quedan sin atención por haber doctores infectados o muertos; mientras el área rural y amazónica están abandonadas en la precariedad.

El gobierno de Luís Lacalle Pou del Uruguay apeló a la consulta temprana, una aplicación móvil que guía sobre la enfermedad y pone en contacto con centros de salud, la atención primaria a domicilio para evitar el desplazamiento a hospitales y normas definidas para el personal de salud. Se duplicó la aplicación de vacunas antigripales, se recomendó el uso de mascarillas y a diferencia de los demás países, sólo recomendó a las personas evitar salir a la calle.

En el pintoresco Venezuela de Nicolás Maduro quien habla con los pajaritos las dudas sobre las cifras oficiales de contagiados y muertos son razonables, pueden ser inventadas o manipuladas, ya que el gobierno controla la información total.

En síntesis, una suma de errores y aciertos, muchas posturas para obstaculizar el trabajo de la prensa y las informaciones veraces del sector salud sobre una realidad inusual como la de COVID-19.
 

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