Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Cuando se escriba la historia final de la lucha por los derechos de los inmigrantes en los Estados Unidos, el cuarto de octubre de 2003 será una fecha importantísima. Ese fue el día que la Jornada por los Derechos de los Trabajadores Inmigrantes (the Immigrant Workers Freedom Ride, en inglés) llegó a su última escala: el barrio de Queens, en Nueva York.
La Jornada por los Derechos de los Trabajadores Inmigrantes comenzó en septiembre y fue la culminación de un gran esfuerzo cooperativo por parte de docenas de sindicados, organizaciones comunales y otros grupos dedicados a promover los derechos civiles y laborales de los trabajadores inmigrantes. La gran asistencia al festival y encuentro en Queens fue muestra del éxito creciente de este movimiento cooperativo.
Además del festival de cierre en Nueva York, el día mas importante en la Jornada fue el 1 de octubre, cuando los viajeros llegaron a Washington, D.C. Ese día miles de trabajadores y sus aliados bajaron de los autobuses en los que habían viajado desde todas partes del apis y marcharon por las calles de la capital nacional. En sus viajes separados, estos autobuses habían parado en todas partes para una serie de encuentros educativos e inspiradores que tuvieron lugar en casi todas las ciudades grandes del país.
La Escala en Washington D.C. no fue diferente a esos otros encuentros—excepto que aquí los viajeros por fin tuvieron la oportunidad de reunirse con los destinatarios de la mayor parte de los mensajes de la Jornada: los políticos. Al hablar con 120 miembros del COngreso, los trabajadores presentaron sus peticiones: una via a la ciudadania para todos los trabajadores inmigrantes, la reunificación de las familias inmigrantes, derechos civiles completos para los inmigrantes en el lugar de trabajo.
Al encuentro en Queens no asistieron muchos políticos, aunque nadie parecía extrañado. Los oradores del cuatro de octubre fueron otro tipo de líderes: presidentes de sindicados (UNITE, AFL-CIO, Labor Union of North America y American Federation of Teachers, entre otros), representantes de organizaciones no gubernamentales (United for Peace and Justice) y líderes comunales y religiosos de todas partes y orígenes.
Lo que quedó: unidad y diversidad
Todos los oradores hablaron apasionadamente de la necesidad de una reforma de la legislación sobre las leyes de inmigración. Pero lo que mas impresiono dieron las palabras del Cardenal Michael Egan: “…”, A pesar de su clara inexperiencia con el idioma, el Cardenal leyó toda su oración en español y después en inglés. Aunque su español era tanto e imperfecto, la muchedumbre parecía escuchar sus palabras muy atentamente mientras relataba su experiencia con una operación de corazón en que el cirujano fue una mujer latina, inmigrante de México. Después de su operación, el cardinal encontró en la sala de espera a otra mujer también inmigrante mexicana que estaba llorando porque era indocumentada y no tenía ni dinero ni seguro médico para pagar la cuenta del hospital. Egan explicó su revelación en ese momento: si vamos a permitir que la primera mujer entre, hay que permitir que la segunda también lo haga. La muchedumbre se alegro fuertemente cuando el cardinal dijo: “La primera mujer reparó mi corazón; la segundo la rompió.”
Tal vez lo mas impresionante e inspirador del festival fue su espíritu de diversidad. Entre las miles de personas había gente de todas las edades y razas, que cantaban y ovacionaban juntas y alegres a pesar de la lluvia y el frío. Estaban presentes entre la muchedumbre banderas de América Latina: México, Puerto Rico, Colombia, Brasil, Honduras y Perú, entre otros, todas flameando junto con la bandera de los Estados Unidos. Las enseñas del Concilio de Comercios de Hoteles y Moteles (Hotel/Motel Trade Council) expresaban el sentimiento de solidaridad universal: “Ningún ser humano es ilegal.”
Había una organización de la comunidad del barrio chino de Nueva York y al lado de ellos estaba un grupo mexicano, Pueblos sin Fronteras, que llevaba montón de banderas mexicanas y una estatua de la Virgen de Guadalupe. Esto es sólo un ejemplo de la diversidad de la gente presente, pero en la imagen de estos grupos juntos de pie, los dos mensajes de la Jornada fueron claros: el primero, que todo tipo de gente apoya el movimiento para poder conseguir los mismos derechos fundamentales; y el segundo, que con una unidad, el movimiento sí va a ganar. COPYRIGHT 2004
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
La Jornada por los Derechos de los Trabajadores Inmigrantes comenzó en septiembre y fue la culminación de un gran esfuerzo cooperativo por parte de docenas de sindicados, organizaciones comunales y otros grupos dedicados a promover los derechos civiles y laborales de los trabajadores inmigrantes. La gran asistencia al festival y encuentro en Queens fue muestra del éxito creciente de este movimiento cooperativo.
Además del festival de cierre en Nueva York, el día mas importante en la Jornada fue el 1 de octubre, cuando los viajeros llegaron a Washington, D.C. Ese día miles de trabajadores y sus aliados bajaron de los autobuses en los que habían viajado desde todas partes del apis y marcharon por las calles de la capital nacional. En sus viajes separados, estos autobuses habían parado en todas partes para una serie de encuentros educativos e inspiradores que tuvieron lugar en casi todas las ciudades grandes del país.
La Escala en Washington D.C. no fue diferente a esos otros encuentros—excepto que aquí los viajeros por fin tuvieron la oportunidad de reunirse con los destinatarios de la mayor parte de los mensajes de la Jornada: los políticos. Al hablar con 120 miembros del COngreso, los trabajadores presentaron sus peticiones: una via a la ciudadania para todos los trabajadores inmigrantes, la reunificación de las familias inmigrantes, derechos civiles completos para los inmigrantes en el lugar de trabajo.
Al encuentro en Queens no asistieron muchos políticos, aunque nadie parecía extrañado. Los oradores del cuatro de octubre fueron otro tipo de líderes: presidentes de sindicados (UNITE, AFL-CIO, Labor Union of North America y American Federation of Teachers, entre otros), representantes de organizaciones no gubernamentales (United for Peace and Justice) y líderes comunales y religiosos de todas partes y orígenes.
Lo que quedó: unidad y diversidad
Todos los oradores hablaron apasionadamente de la necesidad de una reforma de la legislación sobre las leyes de inmigración. Pero lo que mas impresiono dieron las palabras del Cardenal Michael Egan: “…”, A pesar de su clara inexperiencia con el idioma, el Cardenal leyó toda su oración en español y después en inglés. Aunque su español era tanto e imperfecto, la muchedumbre parecía escuchar sus palabras muy atentamente mientras relataba su experiencia con una operación de corazón en que el cirujano fue una mujer latina, inmigrante de México. Después de su operación, el cardinal encontró en la sala de espera a otra mujer también inmigrante mexicana que estaba llorando porque era indocumentada y no tenía ni dinero ni seguro médico para pagar la cuenta del hospital. Egan explicó su revelación en ese momento: si vamos a permitir que la primera mujer entre, hay que permitir que la segunda también lo haga. La muchedumbre se alegro fuertemente cuando el cardinal dijo: “La primera mujer reparó mi corazón; la segundo la rompió.”
Tal vez lo mas impresionante e inspirador del festival fue su espíritu de diversidad. Entre las miles de personas había gente de todas las edades y razas, que cantaban y ovacionaban juntas y alegres a pesar de la lluvia y el frío. Estaban presentes entre la muchedumbre banderas de América Latina: México, Puerto Rico, Colombia, Brasil, Honduras y Perú, entre otros, todas flameando junto con la bandera de los Estados Unidos. Las enseñas del Concilio de Comercios de Hoteles y Moteles (Hotel/Motel Trade Council) expresaban el sentimiento de solidaridad universal: “Ningún ser humano es ilegal.”
Había una organización de la comunidad del barrio chino de Nueva York y al lado de ellos estaba un grupo mexicano, Pueblos sin Fronteras, que llevaba montón de banderas mexicanas y una estatua de la Virgen de Guadalupe. Esto es sólo un ejemplo de la diversidad de la gente presente, pero en la imagen de estos grupos juntos de pie, los dos mensajes de la Jornada fueron claros: el primero, que todo tipo de gente apoya el movimiento para poder conseguir los mismos derechos fundamentales; y el segundo, que con una unidad, el movimiento sí va a ganar. COPYRIGHT 2004
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