Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Cuento
Ella no lo puede decir
Un cuento por entregas, parte 4 de 5
Por Maria Eugenia Cabrera
April 2018 Este cuento está narrado desde el punto de vista de una niña sudamericana de 8 años, Salina, inmersa en un mundo donde los adultos aparecen como egoístas, agresivos y abusivos. ¿Cómo vive una niña la violencia a su alrededor?
Después de varias horas, Davina regresa a casa con marcas en los brazos y el cuello. Pareciera como si alguien hubiera intentado estrangularla. Salina asustada pregunta: “¿Qué le pasó mami?” Davina contesta que vio a su padre con la vecina en la camioneta. Así que decidió esperar a una milla de distancia en medio de una vía aislada. Ellos, al verla en medio de la vía, se sorprendieron. El padre de Salina pisó los frenos fuerte hasta detenerse a unos centímetros del cuerpo de Davina. Pero su amante gritaba: “¡atropéllala!”
En instantes la mujer sale de la camioneta roja, del año 1989 y en segundos agarra a Davina y le da un puño en la nariz y grita. “¡Te quiero muerta, este es un cobarde porque no es capaz de atropellarte!” Al observar eso, el padre de Salina dice a su amante: “¡deja a esa inútil y vámonos!” Davina queda tirada en medio de la carretera. Se limpia la sangre de la nariz con un pañuelo blanco y regresa a casa.
Salina está aterrorizada pensando que su madre podría morir a manos de su padre o su amante. En la iglesia escuchó que cuando la gente muere va al cielo. Con ese pensamiento corre a la casa abandonada de su difunta abuela y allí se acuesta en el suelo seco junto a la casa de ladrillos a punto de desmoronarse. Lleva puesta una blusa blanca, una falda larga y blanca, y un par de zapatos blancos de su primera comunión. Mira su mano derecha y con el dedo índice y el pulgar presiona su nariz mientras que su mano izquierda cubre su boca. Ha oído que sólo necesitaría tres minutos. Pero después de un minuto o dos reacciona en contra de su acción, toma aire con fuerza. Se jala el cabello mientras se desgarra en llanto y se pregunta “¿Por qué? ¿Qué sería de mis hermanos y yo? ¡Mi madre no puede morir!”
Es lunes, Salina come su helado de chocolate favorito en la escuela. De la nada, Salina ve a su compañera de clase quien vive en una casa blanca grande rodeada de enormes árboles de pino, cerca de la escuela, llega corriendo a la escuela ahogada en llanto y gritando “¡por favor, por favor!” El profesor y la profesora Barrera, quienes charlan en el campo de fútbol, ven a esta chica corriendo hacia ellos. Inmediatamente preguntan “¿Pero, hija qué te pasa?” Repite “¡Por favor, vengan conmigo para que mi padre no le pegue a mi madre!” De prisa los tres van a su casa. Mientras tanto, Salina se pregunta si esta niña también vive en medio de un matrimonio infeliz. Por un momento, piensa si ella también podría decirles a los maestros de los problemas en su casa, titubea con su cabeza y dice "no”.
Hasta donde recuerda su padre siempre ha maltrata a su madre y Salina sigue esperando que sus padres se divorcien. Entre sus discusiones, los oye hablar sobre dónde vivirán los niños. Si eso llegara a suceder, Davina se quedaría con Salina y su hermano el llorón. Mientras que Geo y el hermano escandaloso tendrían que ir con el padre y las dos niñas de la amante.
Entre la escuela y el problema del hogar transcurren los días de la vida de Salina. Han pasado días desde la última pelea de sus padres y Salina no se explica como un buen día, su padre le compró a Davina un pequeño paquete. Llegó al dormitorio del hermanito más pequeño donde Davina le ayudaba a ponerse el suéter, se sorprendió cuando miró al espejo y él dijo: "Tú eres la madre de mis hijos y quiero estar contigo el resto de mi vida”. De rodillas delante de los niños, le pidió perdón a Davina y aseguró que rompió con su amante. Prometió a Davina que nunca volvería a ver a esa mujer mientras le entregaba el paquete. Salina y sus hermanos muy emocionados y convencidos quedaron de que a partir de ese día sus vidas cambiarían para siempre.
Hoy es otro día clases, Salina siente alivio ya que ha oído en el pueblo a la gente comentar que las personas sí cambian para bien. Una segunda felicidad para Salina es descubrir que su hermano no es miembro de los Nueve machines.
En su lugar, Geo es el mejor amigo de Iván. Ella siguió a Geo durante varias mañanas; vio cómo Iván también llegaba temprano a la escuela, los observó cómo se saludan y luego se sientan en el único banco en el patio de la escuela. Hablan de algo, Salina no puede escucharlos porque están a metros de distancia, detrás de una pared de la escuela junto a un baño. Geo mirando al piso vacío parecía contarle a su amigo Iván que su padre golpeaba a su madre, en ocasiones él para defenderla le jaloneaba de la chaqueta a su padre cuando este pegaba a su madre. Al darse cuenta que tan solo es un niño y no lo suficientemente fuerte como para proteger a su madre se siente impotente. Geo desea ser grande, tener un trabajo y dinero. Para así comprarse una casa y llevar a Davina a vivir con él. Mientras los observaba, Salina sentía la desesperación de su hermano. Iván, mirando al suelo parecía sentir lástima por Geo.
Otra semana escolar que termina para Salina, camina relajada porque sabe que su padre no asesinará a Davina. Aunque no para de insultarla, menospreciarla y constantemente repetirle: “No vales nada mujer, ninguna mujer vale nada”.
Salina al escuchar las mismas palabras insistentemente cree que las mujeres deben ser sumisas para que los hombres las amen. Igual piensa que si alguna vez se casa ningún hombre la maltratará. Solo espera tener dieciocho para irse a vivir lejos de su padre. Sigue caminando cuando Stely pellizca su espalda y la saluda.
Caminan juntas mientras la brisa roza sus rostros delicados. Están a medio camino de casa, cuando de pronto un taxi nuevo de color amarillo se detiene bruscamente junto a ellas y un hombre vestido elegante, de unos 30 años, les dice: “chiquillas, ¿qué hora es?”.
“No lo sabemos.”
Este desconocido en un par de segundos abre la puerta de su taxi y con una sonrisa amistosa pregunta: “¿A dónde van chiquillas?” Las chicas con sus rostros aterrorizados paralizadas al lado del taxi contestan “vamos a casa”. Él con una fuerza feroz, como un león que atrapa a su presa arrastra a Salina, no le da tiempo a reaccionar. Sin más, está tirada en el suelo y ve un reloj brillante de oro en la mano grande de un adulto. Desesperada patalea contra esta mano y grita “¡auxilio, auxilio por favor!” Mientras tanto esta mano grande está debajo de su falda tocando su genital e intentando rasgar su blúmer. Este con una voz malévola dice: “detente pequeña, déjame sentir y disfrutar”. Salina tiembla, apenas puede gritar. Él trata de arrastrarla a su coche, ella se imagina que el hombre le arrancará sus ojos marrones oscuros, cortará su cuerpo en tres pedazos y los pondrá en una bolsa de basura negra. Eso es lo que ha oído decir que hacen los extraños con los niños o las niñas que secuestran.
Sin esperarse, con una sonrisa perversa se aleja manejando su auto. Ella tiembla de pánico, mientras se levanta, ve a Stely y le pregunta:
“¿Qué pasó?”
“Grité por ayuda hasta que oí voces cercanas, y ese hombre se marchó muy rápido.”
“¡Por favor, Stely sigue caminando a mi lado!”
“De acuerdo Salina.”
“¡Hagamos un pacto, por favor!”
“¿Qué Salina?”
“¡Promete a Dios que lo que sucedido hoy nadie lo sabrá jamás! De lo contrario, todo el mundo dirá que es nuestra culpa”.
“¡Pero Salina!, de acuerdo, te lo prometo”.
“¡Gracias!”
Stely observa a Salina llorar sin consuelo, también lágrimas corren por sus mejillas.
“Por favor, Stely, actúa como si nada hubiera pasado cuando veas gente.”
Con una voz entrecortada dice: “como tú digas.”
Salina cubre su rostro con las manos, llora a gritos, se siente sucia. Frota su cuerpo entero sobre el uniforme como tratando de limpiar algo. Quiere gritar “¡Odio, odio, a ese hombre, ojalá pudiera tener el rifle de caza de mi padre para matarlo! ¿Dónde se fue?” Su corazón pulsa fuera de control como si quisiera salir. Camina más rápido y suelta su cabello lacio para ocultar su cara, sus ojos hinchados y enrojecidos ante una vecina que camina cerca. Ve a su vecina cruzar con los dos perros flacos, los cuales ella teme.
[CONTINUARÁ…]
COPYRIGHT 2018
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En instantes la mujer sale de la camioneta roja, del año 1989 y en segundos agarra a Davina y le da un puño en la nariz y grita. “¡Te quiero muerta, este es un cobarde porque no es capaz de atropellarte!” Al observar eso, el padre de Salina dice a su amante: “¡deja a esa inútil y vámonos!” Davina queda tirada en medio de la carretera. Se limpia la sangre de la nariz con un pañuelo blanco y regresa a casa.
Salina está aterrorizada pensando que su madre podría morir a manos de su padre o su amante. En la iglesia escuchó que cuando la gente muere va al cielo. Con ese pensamiento corre a la casa abandonada de su difunta abuela y allí se acuesta en el suelo seco junto a la casa de ladrillos a punto de desmoronarse. Lleva puesta una blusa blanca, una falda larga y blanca, y un par de zapatos blancos de su primera comunión. Mira su mano derecha y con el dedo índice y el pulgar presiona su nariz mientras que su mano izquierda cubre su boca. Ha oído que sólo necesitaría tres minutos. Pero después de un minuto o dos reacciona en contra de su acción, toma aire con fuerza. Se jala el cabello mientras se desgarra en llanto y se pregunta “¿Por qué? ¿Qué sería de mis hermanos y yo? ¡Mi madre no puede morir!”
Es lunes, Salina come su helado de chocolate favorito en la escuela. De la nada, Salina ve a su compañera de clase quien vive en una casa blanca grande rodeada de enormes árboles de pino, cerca de la escuela, llega corriendo a la escuela ahogada en llanto y gritando “¡por favor, por favor!” El profesor y la profesora Barrera, quienes charlan en el campo de fútbol, ven a esta chica corriendo hacia ellos. Inmediatamente preguntan “¿Pero, hija qué te pasa?” Repite “¡Por favor, vengan conmigo para que mi padre no le pegue a mi madre!” De prisa los tres van a su casa. Mientras tanto, Salina se pregunta si esta niña también vive en medio de un matrimonio infeliz. Por un momento, piensa si ella también podría decirles a los maestros de los problemas en su casa, titubea con su cabeza y dice "no”.
Hasta donde recuerda su padre siempre ha maltrata a su madre y Salina sigue esperando que sus padres se divorcien. Entre sus discusiones, los oye hablar sobre dónde vivirán los niños. Si eso llegara a suceder, Davina se quedaría con Salina y su hermano el llorón. Mientras que Geo y el hermano escandaloso tendrían que ir con el padre y las dos niñas de la amante.
Entre la escuela y el problema del hogar transcurren los días de la vida de Salina. Han pasado días desde la última pelea de sus padres y Salina no se explica como un buen día, su padre le compró a Davina un pequeño paquete. Llegó al dormitorio del hermanito más pequeño donde Davina le ayudaba a ponerse el suéter, se sorprendió cuando miró al espejo y él dijo: "Tú eres la madre de mis hijos y quiero estar contigo el resto de mi vida”. De rodillas delante de los niños, le pidió perdón a Davina y aseguró que rompió con su amante. Prometió a Davina que nunca volvería a ver a esa mujer mientras le entregaba el paquete. Salina y sus hermanos muy emocionados y convencidos quedaron de que a partir de ese día sus vidas cambiarían para siempre.
Hoy es otro día clases, Salina siente alivio ya que ha oído en el pueblo a la gente comentar que las personas sí cambian para bien. Una segunda felicidad para Salina es descubrir que su hermano no es miembro de los Nueve machines.
En su lugar, Geo es el mejor amigo de Iván. Ella siguió a Geo durante varias mañanas; vio cómo Iván también llegaba temprano a la escuela, los observó cómo se saludan y luego se sientan en el único banco en el patio de la escuela. Hablan de algo, Salina no puede escucharlos porque están a metros de distancia, detrás de una pared de la escuela junto a un baño. Geo mirando al piso vacío parecía contarle a su amigo Iván que su padre golpeaba a su madre, en ocasiones él para defenderla le jaloneaba de la chaqueta a su padre cuando este pegaba a su madre. Al darse cuenta que tan solo es un niño y no lo suficientemente fuerte como para proteger a su madre se siente impotente. Geo desea ser grande, tener un trabajo y dinero. Para así comprarse una casa y llevar a Davina a vivir con él. Mientras los observaba, Salina sentía la desesperación de su hermano. Iván, mirando al suelo parecía sentir lástima por Geo.
Otra semana escolar que termina para Salina, camina relajada porque sabe que su padre no asesinará a Davina. Aunque no para de insultarla, menospreciarla y constantemente repetirle: “No vales nada mujer, ninguna mujer vale nada”.
Salina al escuchar las mismas palabras insistentemente cree que las mujeres deben ser sumisas para que los hombres las amen. Igual piensa que si alguna vez se casa ningún hombre la maltratará. Solo espera tener dieciocho para irse a vivir lejos de su padre. Sigue caminando cuando Stely pellizca su espalda y la saluda.
Caminan juntas mientras la brisa roza sus rostros delicados. Están a medio camino de casa, cuando de pronto un taxi nuevo de color amarillo se detiene bruscamente junto a ellas y un hombre vestido elegante, de unos 30 años, les dice: “chiquillas, ¿qué hora es?”.
“No lo sabemos.”
Este desconocido en un par de segundos abre la puerta de su taxi y con una sonrisa amistosa pregunta: “¿A dónde van chiquillas?” Las chicas con sus rostros aterrorizados paralizadas al lado del taxi contestan “vamos a casa”. Él con una fuerza feroz, como un león que atrapa a su presa arrastra a Salina, no le da tiempo a reaccionar. Sin más, está tirada en el suelo y ve un reloj brillante de oro en la mano grande de un adulto. Desesperada patalea contra esta mano y grita “¡auxilio, auxilio por favor!” Mientras tanto esta mano grande está debajo de su falda tocando su genital e intentando rasgar su blúmer. Este con una voz malévola dice: “detente pequeña, déjame sentir y disfrutar”. Salina tiembla, apenas puede gritar. Él trata de arrastrarla a su coche, ella se imagina que el hombre le arrancará sus ojos marrones oscuros, cortará su cuerpo en tres pedazos y los pondrá en una bolsa de basura negra. Eso es lo que ha oído decir que hacen los extraños con los niños o las niñas que secuestran.
Sin esperarse, con una sonrisa perversa se aleja manejando su auto. Ella tiembla de pánico, mientras se levanta, ve a Stely y le pregunta:
“¿Qué pasó?”
“Grité por ayuda hasta que oí voces cercanas, y ese hombre se marchó muy rápido.”
“¡Por favor, Stely sigue caminando a mi lado!”
“De acuerdo Salina.”
“¡Hagamos un pacto, por favor!”
“¿Qué Salina?”
“¡Promete a Dios que lo que sucedido hoy nadie lo sabrá jamás! De lo contrario, todo el mundo dirá que es nuestra culpa”.
“¡Pero Salina!, de acuerdo, te lo prometo”.
“¡Gracias!”
Stely observa a Salina llorar sin consuelo, también lágrimas corren por sus mejillas.
“Por favor, Stely, actúa como si nada hubiera pasado cuando veas gente.”
Con una voz entrecortada dice: “como tú digas.”
Salina cubre su rostro con las manos, llora a gritos, se siente sucia. Frota su cuerpo entero sobre el uniforme como tratando de limpiar algo. Quiere gritar “¡Odio, odio, a ese hombre, ojalá pudiera tener el rifle de caza de mi padre para matarlo! ¿Dónde se fue?” Su corazón pulsa fuera de control como si quisiera salir. Camina más rápido y suelta su cabello lacio para ocultar su cara, sus ojos hinchados y enrojecidos ante una vecina que camina cerca. Ve a su vecina cruzar con los dos perros flacos, los cuales ella teme.
[CONTINUARÁ…]
COPYRIGHT 2018
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Comments | |
Comentario: Consideró que la realidad de muchos niños y niñas e inclusive de mujeres
en nuestros países se puede explicar, si es el objetivo del autor, de una
manera más educativa y no tan cruda como la presenta. La realidad esta
presente ahí, pero la escritura permite viajar e imaginar la narrativa y de
ahí depende el éxito de un escritor.
No necesitamos “amarillismo” ni morbo en esta revista familiar.
Posted: 4/6/2018 |