Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Estudiante que escapó la noche en la que 43 compañeros desaparecieron en Ayotzinapa busca asilo en Estados Unidos
Por Andalusia Knoll
July 2016 Carmelo Ramírez Morales nunca se imaginó una vida sin obstáculos cuando se matriculo al colegio de Ayotzinapa para maestros rurales en el asediado estado sureño de Guerrero. Pero no se esperaba que dos años más tarde iba a estar buscando asilo político en los Estados Unidos después de sobrevivir un ataque policial que mató a tres compañeros estudiantes y desapareció a 43.
“Me amenazaban a mi, mi vida estaba en riesgo, tengo derecho a vivir”, dijo Ramírez sobre su decisión de fugarse a Minneapolis. “Para seguir luchando para que mis 43 compañeros sean devueltos vivos a sus familias, tengo que quedarme con vida”.
Ramírez era estudiante de segundo año en la famosamente radical escuela de Ayotzinapa, cuando el 26 de septiembre del 2014 un grupo de estudiantes de la escuela fueron a la ciudad de Iguala, como a dos horas de camino, a conseguir autobuses de pasajeros para utilizar en una futura protesta.
Cuando Ramírez recibió la noticia de que la policía estaba atacando los autobuses llenos de estudiantes mientras estos intentaban salir de Iguala, saltó a una camioneta con varias docenas de sus compañeros para ir a ayudarlos. Dos de ese grupo fueron asesinados cuando fueron atacados poco después de haber llegado a la ciudad.
Desde entonces solo uno de los 43 estudiantes ha sido identificado de entre los muchos restos humanos encontrados por la investigación del gobierno que ha sido rechazada por los grupos de derechos humanos como mal hecha, a lo mucho. Por ejemplo, hay evidencia que sugiere tortura de testigos clave cuyas confesiones corroboran la versión oficial de que los estudiantes fueron incinerados en un vertedero de basura la noche de su desaparición.
Antes de su partida Ramírez ya era uno de los voceros más prominentes del movimiento que creció pidiendo justicia para los 43 estudiantes desaparecidos, entre ellos uno de sus primos. Con el temor de que esto lo haría un blanco perfecto, adoptó el seudónimo Francisco Sánchez Nava.
Como figura líder del movimiento Ramírez ha viajado por todo el país, y más allá, para seguir presionando al gobierno y descubrir la verdad de lo sucedido. En junio del 2015 viajó a Brasil, Uruguay y Argentina. En noviembre fue con su compañero y líder estudiantil Omar García a Minneapolis para hablar en la Universidad St. John.
“Si este caso no hubiera atravesado las fronteras quizás el caso ya se hubiera olvidado por completo, pero el mundo todavía tiembla respecto a lo que sucedió”, dijo Ramírez. “El estado globaliza su terrorismo así que nosotros tenemos que globalizar la lucha”.
Cuando le dijeron a su familia que lo hicieran parar sus actividades políticas o que ellos pagarían el precio, Ramírez decidió que era momento de huir.
El gobierno mexicano ha accedido a reconocerse a los sobrevivientes de los ataques como víctimas y dedicar atención especial para respetar sus derechos humanos. Los estudiantes dicen que esto no ha sucedido.
Otros líderes estudiantes también han recibido amenazas de muerte, pero Ramírez es el único hasta la fecha que ha solicitado asilo. Dice que los otros intentan proteger a sus familiares limitando el contacto con ellos.
“A aquellos que me critican, les ofrezco mis zapatos para que puedan caminar mis pisadas y entender lo que estoy pasando” se defendió Ramírez. “No estoy aquí porque me guste estar aquí. Mucho más prefiero estar en México peleando junto a mis compañeros por 43 vidas”.
Ramírez, quien dice que ya no quiere ser maestro sino estudiar leyes y representar a víctimas de la violencia, insiste en que su caso cumple con el requisito de Estados Unidos para los que solicitan asilo de probar que no hay ningun lugar seguro a donde ir en su país de origen.
“¿Quién es responsable por estas amenazas? ¿Los carteles? O son los carteles, trabajando para el gobierno”, dijo John Larson, abogado de Minneapolis que representa a Ramírez.
Larson, quien aclaró que no podía hablar específicamente sobre el caso de su cliente, agregó que son pocas las personas que una vez obtenido el asilo regresan a sus países, a menos que haya un cambio político drástico. “¿Vendrá un nuevo gobierno y tratará de llegar al fondo de todo esto?”, se preguntó sobre México, “¿Dejarán los carteles de tener el control?”
La socióloga Anna Cabot, quien trabaja en la Clínica de Asilo y Derechos Humanos en la Universidad de Connecticut dice que es muy difícil para los ciudadanos mexicanos conseguir asilo político en los Estados Unidos, y que parece se está poniendo aún más difícil.
En un artículo publicado en el Journal on Migration and Human Security, Cabot documentó una baja en el éxito de aceptación de la solicitud de asilo, del 23 al nueve por ciento entre 2008 y 2013, a pesar de un incremento dramático de la violencia durante ese periodo.
“Los pedidos de asilo de ciudadanos de países aliados de los Estados Unidos históricamente han tenido más dificultad en ganar que las de nacionales de gobiernos enemigos u opuestos ideológicamente a los Estados Unidos”, escribe Cabot, “Algunas negaciones de asilo se pueden atribuir, en parte, a estándares legales estrechos y a la dificultad de probar aseveraciones relativas a extorsión, secuestro, y homicidios por organizaciones criminales”, explica.
Cabot también observó que cada vez más solicitantes abandonan sus propios casos debido a la mayor burocracia, así como a la falta de representación legal adecuada, traducción de lenguas indígenas, y largas esperas en los centros de detención.
Juan Carlos Ruiz, sacerdote basado en Nueva York y activista por los derechos de los migrantes, espera que la cosa empeore: “Antes existía una pequeña posibilidad para los solicitantes de asilo”, dijo, “ahora Donald Trump ha preparado el camino para cerrar la puerta a los mexicanos, porque ahora todos los mexicanos son delincuentes y violadores de muchachas”
.
*Andalusia Knoll es periodista independiente multimedia, especializada en movimientos sociales, derechos humanos y más. Síguela en Twitter: @andalalucha
*Publicado originalmente en Vice News. Traducido al español Gerardo Fuentes Escalante
COPYRIGHT 2016
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
Ramírez era estudiante de segundo año en la famosamente radical escuela de Ayotzinapa, cuando el 26 de septiembre del 2014 un grupo de estudiantes de la escuela fueron a la ciudad de Iguala, como a dos horas de camino, a conseguir autobuses de pasajeros para utilizar en una futura protesta.
Cuando Ramírez recibió la noticia de que la policía estaba atacando los autobuses llenos de estudiantes mientras estos intentaban salir de Iguala, saltó a una camioneta con varias docenas de sus compañeros para ir a ayudarlos. Dos de ese grupo fueron asesinados cuando fueron atacados poco después de haber llegado a la ciudad.
Desde entonces solo uno de los 43 estudiantes ha sido identificado de entre los muchos restos humanos encontrados por la investigación del gobierno que ha sido rechazada por los grupos de derechos humanos como mal hecha, a lo mucho. Por ejemplo, hay evidencia que sugiere tortura de testigos clave cuyas confesiones corroboran la versión oficial de que los estudiantes fueron incinerados en un vertedero de basura la noche de su desaparición.
Antes de su partida Ramírez ya era uno de los voceros más prominentes del movimiento que creció pidiendo justicia para los 43 estudiantes desaparecidos, entre ellos uno de sus primos. Con el temor de que esto lo haría un blanco perfecto, adoptó el seudónimo Francisco Sánchez Nava.
Como figura líder del movimiento Ramírez ha viajado por todo el país, y más allá, para seguir presionando al gobierno y descubrir la verdad de lo sucedido. En junio del 2015 viajó a Brasil, Uruguay y Argentina. En noviembre fue con su compañero y líder estudiantil Omar García a Minneapolis para hablar en la Universidad St. John.
“Si este caso no hubiera atravesado las fronteras quizás el caso ya se hubiera olvidado por completo, pero el mundo todavía tiembla respecto a lo que sucedió”, dijo Ramírez. “El estado globaliza su terrorismo así que nosotros tenemos que globalizar la lucha”.
Las amenazas se intensifican
Ramírez dijo que las amenazas de muerte empezaron a intensificarse cuando regresó a México del evento en Minneapolis. Dijo que vinieron via llamadas directas a su celular personal y los de miembros de su familia, quienes son campesinos pobres en Guerrero.Cuando le dijeron a su familia que lo hicieran parar sus actividades políticas o que ellos pagarían el precio, Ramírez decidió que era momento de huir.
El gobierno mexicano ha accedido a reconocerse a los sobrevivientes de los ataques como víctimas y dedicar atención especial para respetar sus derechos humanos. Los estudiantes dicen que esto no ha sucedido.
Otros líderes estudiantes también han recibido amenazas de muerte, pero Ramírez es el único hasta la fecha que ha solicitado asilo. Dice que los otros intentan proteger a sus familiares limitando el contacto con ellos.
“A aquellos que me critican, les ofrezco mis zapatos para que puedan caminar mis pisadas y entender lo que estoy pasando” se defendió Ramírez. “No estoy aquí porque me guste estar aquí. Mucho más prefiero estar en México peleando junto a mis compañeros por 43 vidas”.
Ramírez, quien dice que ya no quiere ser maestro sino estudiar leyes y representar a víctimas de la violencia, insiste en que su caso cumple con el requisito de Estados Unidos para los que solicitan asilo de probar que no hay ningun lugar seguro a donde ir en su país de origen.
“¿Quién es responsable por estas amenazas? ¿Los carteles? O son los carteles, trabajando para el gobierno”, dijo John Larson, abogado de Minneapolis que representa a Ramírez.
Larson, quien aclaró que no podía hablar específicamente sobre el caso de su cliente, agregó que son pocas las personas que una vez obtenido el asilo regresan a sus países, a menos que haya un cambio político drástico. “¿Vendrá un nuevo gobierno y tratará de llegar al fondo de todo esto?”, se preguntó sobre México, “¿Dejarán los carteles de tener el control?”
La socióloga Anna Cabot, quien trabaja en la Clínica de Asilo y Derechos Humanos en la Universidad de Connecticut dice que es muy difícil para los ciudadanos mexicanos conseguir asilo político en los Estados Unidos, y que parece se está poniendo aún más difícil.
En un artículo publicado en el Journal on Migration and Human Security, Cabot documentó una baja en el éxito de aceptación de la solicitud de asilo, del 23 al nueve por ciento entre 2008 y 2013, a pesar de un incremento dramático de la violencia durante ese periodo.
“Los pedidos de asilo de ciudadanos de países aliados de los Estados Unidos históricamente han tenido más dificultad en ganar que las de nacionales de gobiernos enemigos u opuestos ideológicamente a los Estados Unidos”, escribe Cabot, “Algunas negaciones de asilo se pueden atribuir, en parte, a estándares legales estrechos y a la dificultad de probar aseveraciones relativas a extorsión, secuestro, y homicidios por organizaciones criminales”, explica.
Cabot también observó que cada vez más solicitantes abandonan sus propios casos debido a la mayor burocracia, así como a la falta de representación legal adecuada, traducción de lenguas indígenas, y largas esperas en los centros de detención.
Juan Carlos Ruiz, sacerdote basado en Nueva York y activista por los derechos de los migrantes, espera que la cosa empeore: “Antes existía una pequeña posibilidad para los solicitantes de asilo”, dijo, “ahora Donald Trump ha preparado el camino para cerrar la puerta a los mexicanos, porque ahora todos los mexicanos son delincuentes y violadores de muchachas”
.
*Andalusia Knoll es periodista independiente multimedia, especializada en movimientos sociales, derechos humanos y más. Síguela en Twitter: @andalalucha
*Publicado originalmente en Vice News. Traducido al español Gerardo Fuentes Escalante
COPYRIGHT 2016
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
Comments | |
Sorry, there are no comments at this time. |