A primera vista parece no haber ninguna relación entre las telenovelas y la acción ciudadana tal como sugiere el título. Pero, por increíble que parezca, yo encuentro puntos de contacto entre la una y la otra. ¿En qué consiste esa supuesta relación? Veamos por ejemplo la novela de Televisa: Hasta el fin del mundo.
Toda la historia de amor se desarrolla en un escenario donde dos grupos de empresarios rivales luchan por controlar una colonia obrera de la ciudad de México. En medio de esta contienda se encuentran los ciudadanos, representados por los vecinos de la colonia.
A un grupo empresarial se les describe como justo, bondadoso y consciente de sus obligaciones hacia sus trabajadores, pero sólo hasta cierto punto. Por ejemplo, cuando la esposa de un obrero sufre un accidente grave, la empresa se hace cargo de los gastos médicos. En conclusión: el salario no alcanza para cubrir tales contingencias y los ejecutivos prefieren pagar la hospitalización en vez de subir el salario y aumentar las prestaciones. He aquí un primer mensaje: más vale que te portes tal y como esperan los dueños del dinero y no hagas uso de tu derecho a la sindicalización para exigir mejoras laborales.
Por otra parte, los vecinos de la colonia deciden apoyar a los empresarios que consideran más humanos que al otro grupo empresarial. Para ello convocan juntas de vecinos a donde acuden los buenos empresarios. Las marchas ciudadanas que realizan no se salen del límite de la colonia y no tienen mayor proyección. Es decir, el resto de la ciudad no se entera de lo que está sucediendo. Son marchas pacíficas, ordenadas, no multitudinarias; por lo que no es necesaria la presencia de las autoridades. Resumiendo, la acción ciudadana está perfectamente controlada y da la apariencia de vivir en una sociedad democrática.
La comparación
Pero volvamos ahora a la realidad. Este modelo de acción ciudadana es el que el sistema político ha impuesto a sus ciudadanos. Es decir, para manifestarse, es mejor hacerlo a través de las instituciones gubernamentales o a través de nuestros representantes en el gobierno. Ahora pongamos como ejemplo un caso actual: las diferentes marchas del año pasado de los inmigrantes indocumentados para presionar a sus representantes y a las autoridades a dar una solución humanitaria a la situación de millones de hombres y de mujeres que viven en EE.UU. completamente desprotegidos.
Estas marchas fueron organizadas desde abajo, esto es, a partir de la iniciativa de la población. Ante la falta de una acción gubernamental y de la ineficacia de los legisladores en el Congreso que apoyan una reforma migratoria, los ciudadanos tomaron la delantera. Y creo firmemente que si se ha logrado avanzar algo en este tema, es gracias al esfuerzo de los “marchantes”, de los “soñadores”, y de las miles de personas en este país que apoyan una reforma migratoria justa y humana. Desgraciadamente, nuestros representantes se han limitado a decirnos que están luchando desde el Congreso, a través de cabildeos, conversaciones con Barak Obama y esfuerzos por llegar a acuerdos con los legisladores que se oponen a una acción inmediata.
Hay que recordar que los partidos políticos y sus miembros tienen agendas y compromisos políticos que cumplir, y que sus tiempos, como hemos visto, no siempre coinciden con los tiempos de los ciudadanos.
Si se quiere realmente una reforma migratoria permanente y que sea capaz de cobijar al mayor número posible de hombres y mujeres, es necesario que no se deje de presionar a las autoridades respectivas a través de organizaciones de la comunidad misma, con sus propios tiempos y objetivos políticos. Para citar un caso, podemos dirigir la mirada a los padres de los 43 estudiantes desaparecidos en México en septiembre del 2014. Los padres piden respuestas creíbles a las autoridades del por qué sus hijos fueron secuestrados y piden que se castigue a los culpables. Ni diputados ni senadores, ni el gobierno de la República mexicana, ni los partidos políticos han sido capaces de dar satisfacción a esta demanda ciudadana. Entonces, los mismos padres y algunas comunidades de Guerrero (el estado de donde son los estudiantes) se han organizado de manera pacífica para exigir soluciones al problema que han planteado a las autoridades.
Como conclusión: la solución de problemas sociales debe partir de los ciudadanos organizados, con propuestas específicas y dispuestos a dialogar con sus representantes, para desde ahí presionarlos para que hagan algo, a cambio del voto que les concedimos y del salario que reciben.
El debate está servido. Y usted ¿qué opina? Escriba a [email protected] y ¡haga oír su voz!
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