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 2015, el año de la ciudadanía

Por Mariel Fiori
February 2015

Dedico mi editorial de este principio de año a pensar en unas cifras, a mi parecer escalofriantes. Empecemos: dos tercios de los residentes legales mexicanos elegibles a la ciudadanía estadounidense optaron por no nacionalizarse. Según un estudio del Pew Hispanic Center basado en la información del censo, en 2013 había en este país 5,4 millones de inmigrantes residentes legales nacidos en México, de los cuales, sólo el 36% decidió hacerse ciudadano estadounidense. Esta es la tasa más baja de naturalización comparada con cualquier otro grupo de inmigrantes de otros países (quienes en cuanto les llega la oportunidad, se hacen ciudadanos lo antes posible, por lo menos en un 68% de los casos).

Según el estudio, lo que estas cifras dan a entender es que a los mexicanos no les interesa un camino a la ciudadanía, sino que no quieren ser deportados, pero sí quieren trabajar legalmente y hasta pagar impuestos, aunque sin poder votar. Vivir en paz, que le dicen. Pero esta paz es francamente relativa, ¿cómo se puede vivir con la conciencia tranquila sabiendo que muchos de nuestros compatriotas, incluidas personas cercanas, como familiares y amigos, la pasan mal? Y mal a nivel personal en el día a día, o denigrados a nivel políticas nacionales y en ciertos medios masivos. ¿Acaso no escucharon las reacciones de algunos políticos de derecha del congreso recientemente inaugurado contra la acción ejecutiva del presidente Obama de noviembre pasado, o a los que votaron por deportar a los beneficiarios de la acción ejecutiva para los llegados en la infancia, DACA, (cosa que no ocurrirá porque el presidente no prestará su firma), o a ese otro, el republicano Steve King, que dijo que los niños centroamericanos que cruzan la frontera son traficantes de marihuana?

Y es que hay otras cifras preocupantes que pueden explicar cómo se llegan a decir semejantes barbaridades y a faltar el respeto a millones de personas que entramos en la categoría de hispanos (con o sin papeles, nacidos acá o en otro país, la negatividad se expande más allá del estatus legal). Por un lado, es evidente la falta de diversidad en la composición de nuestros representantes. Como por ejemplo nuestro congreso actual, llamado (no irónicamente) el “más diverso”. Tan diverso que el 80% de los congresistas son hombres blancos; este congreso no incorpora a mujeres (sólo el 19% del total, cuando las mujeres somos el 51% de la población de este país); no refleja a latinos (sólo el 7% en el congreso, y el 3% en el senado, cuando los latinos somos el 17% de la población del país); tampoco implica a negros ni asiáticos. O sea que este congreso no es representativo de la población que supuestamente representa (y eso que no miramos con lupa a nuestro propio estado y condados).

¿Por qué? La respuesta puede ser compleja y no alcanzaría esta página para analizar los diferentes motivos. Pero yo me quedo con esta otra cifra, también escalofriante: la mitad de los hispanos que vivimos en los Estados Unidos, es decir, 25 millones de personas, somos elegibles para votar en las elecciones. ¿Cuántas personas fueron a votar? Poco más del 36% de todos los ciudadanos registrados acudieron a las urnas en las últimas elecciones (una cifra récord, por lo baja). 

Entonces, la negatividad actual de muchos en temas de inmigración, y en consecuencia, hacia lo latino, y lo mexicano en particular, tiene parte de su explicación en que los dos grandes partidos políticos se desinteresan de representarnos a todos porque nosotros no nos hacemos ciudadanos, y si somos ciudadanos no participamos activamente en la vida cívica.

Una de las razones para no tomar el paso a hacerse ciudadano estadounidense que muchas personas adujeron en las encuestas es no saber suficiente inglés o creer que el examen de ciudadanía es difícil. La verdad es que el examen no es tan difícil, y con un mínimo de práctica, y un mínimo de inglés, se puede pasar: hay que estudiar, igual que cuando se saca la licencia de conducir. Otra razón ha sido el costo, $680, de la solicitud de ciudadanía, pero acaso ¿no saben que hay organizaciones locales como Caridades Católicas que pueden ayudar a pagar ese arancel? Por todo esto, desde La Voz, queremos ayudar a desmitificar el proceso. En el número de marzo les mostraremos algunos de los beneficios, incluidos los económicos (no solo el derecho a votar) de hacerse ciudadano estadounidense. Y a partir de la revista de abril (hasta diciembre) nuestro suplemento educativo estará dedicado a las preguntas del examen cívico y al vocabulario de inglés requerido en el examen para la ciudadanía estadounidense. 

2015 debe ser el año de la ciudadanía. Los que son elegibles para hacerse ciudadanos estadounidenses, deben beneficiarse de ese privilegio por los millones que todavía no lo pueden gozar. Y los que ya son ciudadanos, deben registrarse para votar ¡e ir a votar! Sin voto, no tenemos voz.

Mariel Fiori

Directora 




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