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La felicidad en Latinoamérica

Primera Parte

Por Panka Bencsik
October 2014
En México, el ingreso promedio representa un tercio del ingreso promedio de los Estados Unidos. Se podría decir entonces que los Estados Unidos es un país más exitoso, donde es mejor vivir. Sin embargo, los mexicanos son más felices y se sienten más satisfechos con su vida que sus vecinos del norte. En consecuencia, se podría decir que México es un país más exitoso, donde es mejor vivir. ¿Cómo es posible que ambas afirmaciones se puedan considerar verdaderas y coexistir? En la siguiente serie de tres partes, que se enfoca en la felicidad, se responderá a la pregunta anterior y a muchas más.   

Está claro que la felicidad constante y eterna no existe, no sería “felicidad” si no pudiéramos compararla con sentimientos negativos. Por eso el grado de felicidad que experimentamos es la suma de los momentos felices en un día (y durante nuestras vidas) comparada con la suma de los momentos malos. Tratar de traer más felicidad a nuestras vidas y a la de nuestros seres queridos es uno de los principales objetivos del mundo moderno. Pero para poder tener “más felicidad”, primero tenemos que encontrar una manera de medirla, y ese es el tema de este primer artículo de la serie.  

El estudio de la felicidad tiene sus raíces en la idea de medir el progreso de un país, que comenzó al final de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento de la historia el propósito era encontrar una medida que expresara si un país está en mejor forma, y debido a su simplicidad, se midió el estado financiero, lo cual originó el concepto de Producto Bruto Interno (PBI). El PBI mide la producción económica de un país;  pero nunca fue la intención el usar al PBI como la medida definitiva del progreso de una nación. Puede resultar engañoso ya que al medir cuánto más dinero genera un país, por ejemplo, mediante la producción de armas o precios de matrículas universitarias más altos, no necesariamente equivale a una población más feliz.

Así, llegó un momento crucial hace tres décadas, cuando se sugirieron las primeras medidas alternativas de progreso y aparecieron los indicadores de bienestar. Esta nueva manera de medir la “mejora” nació de un acuerdo mutuo en el mundo científico (particularmente en ciertas áreas de la economía, psicología, política y sociología), pero aún no está claro cuál será la métrica nueva más importante que reemplace o complemente a la del dinero.

Como camino posible, los defensores del estudio de la felicidad creen que si el objetivo final es la “buena vida” entonces habría que preguntar cómo se sienten las personas en realidad. Los estudios de la felicidad preguntan a las personas cuán satisfechos están con su vida, y con cuánta frecuencia se sintieron positivos o ansiosos en las últimas semanas. Hasta la fecha, se ha generado una cantidad de información que está disponible y se puede ver mucho más claro que nunca el fuerte impacto que producen en nuestro bienestar el matrimonio, la religión, la situación laboral y los vínculos sociales, por ejemplo.

Volviendo al ejemplo del comienzo, si bien muchos mexicanos sufren con sus bajos ingresos, más que el doble de personas allá, comparadas con los Estados Unidos, aseguran que está “muy feliz”, lo cual implica que otros factores de la vida son importantes. Es indudable de que el dinero está conectado a la felicidad, específicamente, estudios recientes sugieren que un ingreso de hasta $75.000 por año en los Estados Unidos hace a las personas más satisfechas, pero una vez lograda esa suma, conseguir más de esa cantidad no las hace más felices o satisfechas. Esta es una clara señal de cuán equivocadas están las personas que ocupan puestos altos en las grandes empresas cuyo su objetivo principal es conseguir más bonificaciones.

Después de aclarar cómo comenzó a medirse la felicidad,  los siguientes dos artículos se enfocarán en explorar qué es lo que afecta a los niveles de felicidad en los diferentes países latinoamericanos, tanto para inmigrantes como para locales.

El adoptar medidas alternativas y la felicidad como la principal medida de progreso sería tan decisivo para la salud de una nación, como lo es comenzar a hacer ejercicio para una persona: sería un cambio completo de valores que también redefiniría el resultado, así como los músculos que crecen gradualmente redefinen el cuerpo.

 [CONTINUARÁ…]

*La autora es estudiante de doctorado en sociología en la Universidad de Sussex, Reino Unido.

*Traducción al español de Odette Salcedo




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