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La Voz de Anáhuac

Una mirada al machismo en México

Por Rafael Nava desde México, D.F
March 2006
El “macho mexicano” es hoy por hoy un lugar común. Es como decir “un soldado romano” o “un artista de Hollywood”. Es una frase hecha para utilizarse en cualquier momento y por cualquier persona. En especial los que se quedaron en la nostalgia de las películas mexicanas de los años 40 y 50 que protagonizaban los grandes charros cantores como Pedro Infante y Jorge Negrete. ¡Qué maravilla de películas! Tanta gloria eterna lograron estos personajes que hasta la fecha algunos extranjeros creen que aquí todavía andamos todos de sombrero y pistola al cinto, echando bravatas, peleando en las cantinas y enamorando a todas las mujeres bonitas a la vista.
Pero debo ser honesto: 9 de cada 10 mexicanos llevan un charro escondido en su corazón. Por más que se les diga que esas son sólo películas, sets cinematográficos, historias inventadas, que esas bellas de trajes folclóricos ya no existen, si es que alguna vez existieron, que es realmente difícil hoy en día que te encuentres una de esas en la calle o en tu barrio; que tú no eres alto, fuerte y apuesto galán, sino chaparro, gordinflón, con pésima voz y ninguna habilidad en la guitarra, que no vives en la antigua, aristocrática y florida hacienda de provincia sino en un vecindario horrible o demasiado moderno y sin gracia de la Ciudad de México. De todos modos seguimos idealizando a nuestros acabados modelos de machos mexicanos.
En el “Corrido de Juan Charrasqueado”, típica canción ranchera, aparece el perfecto ejemplo de un macho mexicano:
Voy a cantarles un corrido muy mentado,
lo que ha pasado allá en la hacienda de la Flor,
la triste historia de un ranchero enamorado,
que fue borracho, parrandero y jugador.
Juan se llamaba y lo apodaban Charrasqueado,
era valiente y arriesgado en el amor,
a las mujeres más bonitas se llevaba,
de aquellos campos no quedaba ni una flor.
Un día domingo que se andaba emborrachando
a la cantina le corrieron a avisar,
Cuidate Juan que ya por ahí te andan buscando,
son muchos hombres no te vayan a matar.
No tuvo tiempo de montar en su caballo
pistola en mano se le echaron de a montón
Estoy borracho les gritaba y soy buen gallo
cuando una bala atravesó su corazón.
Queda claro, ¿no? Se trata del típico sujeto que es borracho, agresivo, temerario, enamorado de todas, conflictivo, que “no se raja” porque no se doblega ante nada, no se “echa pa’tras”, un valiente. Pero también golpea a su mujer y a sus hijos porque “aquí mando yo” y “ninguna mujer me va a venir a decir nada”, en general bastante ignorante, inmaduro, caprichoso e infantil, y sobre todo sumamente autoritario. Además, lleno de fantasías de que el es un hombre fuerte que puede hacer lo que le venga en gana sin pensar en los demás.
Lo terrible del caso, en la opinión de un servidor, es que a pesar de los enormes esfuerzos en el área educativa, legal y en ámbitos académicos para crear conciencia en la población de estas actitudes “machomexicanas”, todavía se puede ver la influencia de este temido personaje en diferentes estratos de la sociedad mexicana. Esto se deja ver sobre todo en el individualismo y autoritarismo de personajes públicos de la política y el aparato gubernamental, claramente en presidentes, secretarios de estado, gobernadores, la policía, el ejercito, desde luego en muchas familias mexicanas y casi en cualquier puesto de autoridad como jefe de área, director de escuela, patrón de empresa, capataz de grupos, y quizás hasta algunos directores de orquesta como…, perdón, ya iba a meter la pata.
¿No somos muchos pero somos machos?
Lo curioso es también el doble juego que representa para algunos psicólogos (siempre hay quienes quieren desentrañar el misterio de la “idiosincrasia mexicana”) el ser tan macho. Según esto, es muy fácil que la conocida frase “no somos muchos pero somos machos” pueda cambiarse a “no somos machos pero somos muchos”. Esto quiere decir que el que se cree valiente en el fondo se siente o se sabe cobarde; el que presume de “muy hombre”, puede que no lo sea tanto y el que agrede es porque tiene en realidad miedos profundos a ser lastimado, vejado o simplemente criticado. En suma, una muy pobre autoestima.
Esto no es sólo teoría, sino una clara muestra de la dialéctica de la existencia humana que muestra los avatares, glorias y tragedias de los pueblos en su historia que afectan y marcan por siglos el carácter de cada pueblo e individuo. El “macho mexicano” es en realidad un tipo universal: una actitud en que puede caer todo ser humano en un momento dado en cualquier rincón del globo.
¿Hasta cuándo? Hasta que se tome conciencia del por qué de las propias actitudes y creencias aprendidas, en general, de manera inconsciente. La frase del gran Sócrates “conócete a ti mismo” representa la puerta que puede salvarnos de una vida frustrada, ineficiente e incompleta. Pero hasta que lo podamos superar, seguiremos cantando con el inolvidable José Alfredo Jiménez:  no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey.

“Por más que se les diga que tú no eres alto, fuerte y apuesto galán, sino chaparro, gordinflón, con pésima voz y ninguna habilidad en la guitarra, seguimos idealizando a nuestros acabados modelos de machos mexicanos”
“es muy fácil que la conocida frase “no somos muchos pero somos machos” pueda cambiarse a “no somos machos pero somos muchos”
“Lo terrible del caso es que a pesar de los enormes esfuerzos para crear conciencia en la población de estas actitudes “machomexicanas”, todavía se puede ver la influencia de este temido personaje en diferentes estratos de la sociedad mexicana.”

 

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