Los 5 de Mayo
Por Mauricio Tenorio Trillo
May 2013 A fines del siglo XIX el 5 de mayo era una celebración de mexicanos en Texas, Nuevo México o California; ecos aquellos de la paulatina canonización cívica de Juárez y Zaragoza y de ese momento poblano en que México creyó merecer el respeto del mundo. Ese día honraban a su México, al mismo de Juárez, y a su Estados Unidos, el republicano, el de Lincoln, aliado de don Benito. Otra cosa es el 5 de mayo del siglo XXI en Estados Unidos. A partir de la década de 1990 el “cincou de maio” se ha convertido en una fiesta tan estadunidense como el 4 de julio o el día de San Patricio o el día de Acción de Gracias.Poco tiene que ver ya con Juárez, Zaragoza o Puebla porque ya ni siquiera es cosa sólo mexicana. Ahora es el día en que lo celebrado vira en los celebradores: no mexicanos, sino “latinos” que, al celebrar, se transforman en lo celebrado: “latinos” actuando el papel étnico-cultural que les corresponde en una cultura política que exige identidad y marca étnica. 5 de mayo y en la Casa Blanca el presidente en turno come tacos y burritos. Fiesta, pues, de la “diversidad”, narcisismo de creerse “multi” ante el mítico espejo de sempiternas identidades étnicas.
No hay acuerdo acerca del origen o sobre qué celebra el 5 de mayo estadunidense. Cada año hay que aclarar que no se trata del día de la Independencia de México, una banal precisión historiográfica porque, como cualquier celebración, la del 5 de mayo en Estados Unidos no remite a los hechos del pasado, sino a la política del presente, de los varios presentes estadunidenses. Hubo y hay muchos 5 de mayo en Estados Unidos. Nada mejor que cada quien celebre lo que le parezca y que lo de Zaragoza y lo de Puebla sea harina del costal del historiador. Bien visto, es liberador que el 5 de mayo estadunidense tenga ya poco que ver con la cancina historia porque no existe un 5 de mayo verdadero, auténtico, lo que hay son 150 años de una caótica, conflictiva e inevitable historia en común. De ahí la actual utilidad política del 5 de mayo estadunidense: antes que exteriorizar esas fuertes corrientes de historia en común, nos hace creer que no existen.
Gringos juaristas, Mexican Republicans
“Now, ‘Uncle Sam’ has done his work”, rezaba una tonada popular en Pensilvania en 1865 que invitaba a apoyar a México. No era para menos, el único aliado internacional de Juárez fue Abraham Lincoln, el Black President, como llamaban los confederados a ese héroe involuntario (nunca quiso serlo) del “radical republicanism”: un grupo y un proyecto político que buscaba la ciudadanización completa de los ex esclavos en el sur y el castigo severo para los secesionistas. El radical republicanism hizo causa común con Juárez.
En efecto, por unos años, durante y después de la guerra civil y la invasión francesa en México, ser a un tiempo Republican y juarista era tan común como ser confederado, sureño y pro Maximiliano porque el plan de Napoleón III era, más faltaba, levantar un imperio Habsburgo en México, pero también una república esclavista, amiga de Francia, entre México y el Estados Unidos del norte. Durante la guerra civil, para la opinión pública del norte, y para muchos en los pueblos y ranchos mexicanos en el sureste y oeste de Estados Unidos, apoyar a Juárez era apoyar a la Unión, a Lincoln, al radical republicanism. Así, el legado del 5 de mayo en Puebla era parte, momentánea, de una causa común entre mexicanos (en México y Estados Unidos) y estadunidenses del norte.
Poco a poco la historiografía liberal, y luego la adaptación de ésta hecha por la historiografía posrevolucionaria, minimizaron el factor estadunidense en los significados alrededor de esa fecha. Es más, mencionar los detalles de la alianza Juárez-Lincoln se volvió cosa de católicos y reaccionarios. Pero para los mexicanos que vivieron la guerra civil en Estados Unidos, que observaron de lejos el imperio de Maximiliano, el 5 de mayo siguió sirviendo de vínculo entre dos conciencias: el patriotismo mexicano y liberal y el orgullo estadunidense, pro republicano y pro Lincoln. En 1868 un periódico en español publicado en San Francisco (La voz de Chile y las repúblicas americanas, mayo 6, 1868) evocaba al 5 de mayo de la manera en que se recordará la fecha a lo largo del siglo XIX: fiesta cívica, himno nacional estadunidense, himno mexicano, discursos, poesías, lectura del bando de guerra de la batalla de Puebla, acusaciones en contra de Napoleón el tirano, alabanzas a Zaragoza el héroe, mención del respeto ganado por México con la ayuda de Estados Unidos. Se celebraba a México y a Estados Unidos por igual.
Para fines del siglo XIX varios factores van transformando las celebraciones del 5 de mayo por parte de mexicoamericanos y estadunidenses. En 1876 un pacto político trascendental dio por terminado el proyecto de nación del republicanismo radical. Esto significó la reconciliación con las elites sureñas y la incorporación del sureste y oeste al desarrollo nacional —permitiendo la desciudadanización de los ex esclavos—. Fue quedando en el olvido la vieja agenda republicana radical y la antigua solidaridad con el liberalismo mexicano. Además, los viejos mexicanos de Texas, Nuevo México y California vieron llegar nuevos colonos del norte y del medio oeste, gente que, legal e ilegalmente, ponían en entredicho su poder local y sus tierras. No extraña, pues, que para fines del siglo XIX cambie de polaridad el significado del 5 de mayo.
Mexicoestadunidenses bajo el sol de mayo
Para la religión cívica mexicana del siglo XIX o XX, el 5 de mayo fue nada menos que la celebración de David contra Goliat y el resultado: la idea de respeto, de ese macho y duro que se obtiene con los puños, para México, la nación ninguneada por Dios y por la historia. Al calor del sol de un solo día del mes mayo creció parte del moderno orgullo patrio mexicano, uno que en principio le daba a la nación un espacio en el mundo. Y El sol de mayo fue el título de la más popular novela histórica sobre el 5 de mayo, escrita en 1868 por el escritor, abogado y soldado Juan Antonio Mateo. La novela se publicó por entregas en los diarios de México y en los diarios en español de Estados Unidos.
Juárez es héroe por liberal, por patriota, pocas veces o nunca se menciona que es indio, como no dejarán de enfatizar los comentaristas mexiconorteamericanos a partir de la década de 1970. El cambio no puede pasar desapercibido: para el 2000, los mexicanos de Estados Unidos, ya críticos al 5 de mayo de tamales, Guadalupes, Ricky Martins, toreros y mariachis, pretenden regresar al 5 de mayo a sus orígenes históricos, que para ellos son necesariamente étnicos.
Pero el nuevo 5 de mayo estadunidense, celebra una denominación de origen étnica, lo indio, lo mestizo que es lo que hace que esa fecha deba significar: resistencia cultural, sobrevivencia étnica a la asimilación. A los mexicanos de tiempos de “bajo el sol de mayo” —muchos de ellos ex combatientes en la guerra civil y en las guerras contra indígenas de Norteamérica— no parecía importarles un pepino lo mestizo, zapoteca o náhuatl de las tropas o de Juárez.
5 de mayo bajo el sol de Aztlán
En 1973, el activista y poeta chicano educado en El Paso, Abelardo Delgado, publicó el poemario Bajo el sol de Aztlán (El Paso, 1973). En efecto, el 5 de mayo de bajo el sol de mayo —esa fecha del calendario patriótico de sociedades mutualistas mexicanas en Estados Unidos o de organizaciones que luchaban por derechos civiles en la década de 1950, como la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC) o el American G.I. Forum— fue superado por el 5 de mayo de bajo el sol de Aztlán, una nueva forma de mexicanidad en Estados Unidos. La transformación comenzó con las protestas pacíficas encabezadas por César Chávez para mejorar las condiciones de los trabajadores del campo (mexicanos y filipinos, hombres y mujeres) y siguió con las no tan pacíficas protestas del mesianismo de Reies López Tijerina en Nuevo México en defensa de tierras, de mercedes otorgadas por España a los viejos mexicanos.
Pero el sol de Aztlán que empieza a brillar en la década de 1970 fue diferente a esas primeras luchas: pedía energía revolucionaria, militancia, nacionalismo histórico y étnico, lucha urbana y obrera, reivindicaciones culturales y antiasimilacionismo. Inspirado en los varios “Black movements”, el movimiento chicano, de naturaleza universitaria y cultural, retomó de la historiografía liberal mexicana el acento en el gran pasado azteca, por fuerte, por viril, por portentoso, por étnico y no europeo. El nuevo 5 de mayo ya no decía Juárez ni Zaragoza, sino antiimperialismo, reivindicación étnico-azteca, antiasimilación, derechos civiles, libertad, antirracismo.
Cincou de maio
“I am pleased to send warm greetings to all those gathered to celebrate Cinco de Mayo”, decía en 2001 el único presidente estadunidense del siglo XX que hablaba, aunque mal, el castellano; afirmaba que el 5 de mayo marcaba el triunfo de la libertad para México. Pero como es de ley desde fines del siglo XX, el presidente Bush deja atrás la historia para entrar al presente en el cual lo mexicano experimenta, en cuestión de segundos retóricos, la metamorfosis de Juárez, Puebla, Zaragoza, México a lo “latino”, “lo hispánico”, la diversidad, Estados Unidos.
A partir de la década de 1980 el 5 de mayo pasó a ser el día en que Estados Unidos celebra su herencia mexicana. Y como tal es un día patrocinado por el Estado, las escuelas públicas, y también por las compañías de cerveza y de medios de comunicación, los restaurantes y tiendas de toda clase de productos. La fecha que tantas metáforas ha sido acabó despegándose no sólo de su contenido histórico literal (Zaragoza, Puebla, 1862), sino de una larga y complicada historia de significados —metáfora de alianza mexicoestadunidense en contra del imperialismo europeo, metáfora de la valentía y el coraje de los débiles frente a los poderosos, metáfora del orgullo de pertenencia no a una sino a dos repúblicas liberales o metáfora de la resistencia a la asimilación—.
Pero el 5 de mayo del siglo XXI aún guarda algo de esa añeja manera de crear un nosotros entre los mexicanos de allá y los de acá, aunque sea en la competencia del quién es más, quién es menos, mexicano. También, el 5 de mayo multikulti del siglo XXI abreva de la fortaleza étnica e identitaria que la fecha de marras adquiriera durante su momento chicano. Sin esa pesada carga étnica, el 5 de mayo Budwiser difícilmente hubiera existido en el calendario etnocomerical estadunidense; sin el acento étnico el 5 de mayo tampoco hubiera podido sufrir la sutil pero importante metamorfosis de lo mexicano a lo latino o hispánico.
*Mauricio Tenorio Trillo. Historiador. Su libro más reciente es Culturas y memoria: Manual para ser historiador.
FUENTE: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2102691
LA VOZ, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
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