Allí en la bóveda celeste
tan lejanas, tan hermosas
entre grises, blancos, esmeraldas
siempre las contemplamos
en formas primorosas.
Ignorando a los elfos en la brisa
como flores, junto a pájaros aleteando
figuras ininteligibles, sin razón
semejantes a corderos, algodón
se van lentamente ordenando
según las vemos desde el corazón.
Se las pueden observar
desde una ventana, sentado bajo un árbol
o siguiendo el curso de un río o arroyo
en fríos atardeceres, o de calor abrasador
tratando de contemplar
la maravillosa obra de un gran pintor.
Despiertan cual gorriones
se vuelven a dormir
dulce sueño, que al soplar
se transforman, se vuelven a diluir.
Van cambiando el ambiente
desordenando la leyenda,
creando otras figuras imaginarias
hasta donde nos lleve la mente.
Ya al anochecer desaparecen
como quimeras entre las hojas
cada vez más distantes
con la luz mortecina
que las ve escabullirse vacilantes.
LA VOZ, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson COPYRIGHT 2013
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