(Izquierda) Buscando challwa en un pozo. (Derecha) Algunas de nuestras alpacas.
(Izquierda) Buscando challwa en un pozo. (Derecha) Algunas de nuestras alpacas.
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Recuerdos de...

Una aventura por las punas del Perú—Parte II

Por Kate Grim-Feinberg
July 2012
El año pasado viví doce meses en el pueblo de Aucará en el sur de Ayacucho, Perú. Una de las semanas más memorables fue cuando viajé a las altas punas, la zona alto andina, para compartir con una familia aucarina que estaba pasando el verano en su tierra natal. Aquí la segunda parte de mi aventura.

Sábado 15 de enero

Me desperté con los primeros rayitos de sol y con la voz de un hombre rezando en el otro rincón de la choza. Me acordé rápidamente que me habían acogido los evangélicos la noche anterior. Cuando salí a la luz del día vi que había unas cinco chozas y un techo grande que llamaban cobertizo. Fui al cobertizo y me invitaron a un buen desayuno de sopa. Al rato apareció en la entrada una de las niñas que yo había venido a visitar. Omaira, una chiquita de siete años, se detuvo al verme; me miró sorprendida, gritó, “¡La Señorita Kati!” y corrió para abrazarme.

Omaira me llevó a su choza, donde todavía dormía su hermana Adel, de nueve años. Abracé a Adel y quedamos conversando hasta que llegó la mamá, mi amiga Dorín, y fui a buscar mi mochila donde los evangélicos para mudarme a mi nueva casa. Volvimos al cobertizo y Dorín se puso a cocinar con las otras señoras. “La señorita es de otro país”, Dorín le contó a su compañera. “Ha venido a Aucará hace dos años. Yo tampoco la conocía.... Ha trabajado con mi Adel.... Ahora es como familia”.

Después de comer su sopa, Dorín me mandó con las niñas a buscar las alpacas que se habían ido al otro lado del riachuelo. Yo salí con cierta urgencia, pero las niñas veían la tarea de otra manera. “¡Allí están!” dijo Adel. “Esas son mías. ¡Uf, están lejos! ¿Cómo vamos a alcanzarlas?” Pero más importante eran los challwa, los pececitos que nadaban en cada pocito del camino; había que quedarnos jugando, ingeniándonos maneras de atrapar con la mano a estas criaturas minúsculas y agilísimas. Quedé impresionada con la paciencia y determinación de las niñas, que podían quedarse horas vigilando los peces, sin importar que pareciera imposible el atraparlos. Ellas insistían en silencio total, poniendo el dedo en los labios y mirando feo a cualquier que hiciera ruido. Suavemente se echaban al lado de los pozos con la manito sostenida en el aire encima del agua hasta que llegaba el momento justo para hundirla y cerrar los dedos, a ver si salía con algún challwa. Nunca funcionaba, pero seguían así por horas, olvidándose completamente de las alpacas.

Cuando finalmente llegamos donde las alpacas, las niñas se escandalizaron. “¡Mira adónde se han ido! ¡Hay que correr a atraparlas!” Creo que nunca en mis treinta añitos de vida me he sentido más vieja. Las niñas se dispararon como si nada, gritándome que les ayudara, y yo allí tragando aire a más de 4.000 metros de altura. No alcanzaba a correr más de un par de metros y ya me sentía agotada. Me acordé que Omaira había ganado carreras a todos sus compañeritos en la clase de educación física. ¿A dónde se había ido mi atletismo?

De repente Adel nos gritó, “¡Viene la tía Hilda! ¡Hay que escondernos!” y nos llevó corriendo a mí y a su hermanita detrás de una colina, diciendo que la tía se enojaba cuando nuestras alpacas pasteaban al lado del corral de ella. Pero ya era tarde; ya nos había visto la tía. Se acercó a Adel a regañarle en quéchua y Adel salió del escondite con la cabeza abajo diciendo, “Ya... ya... ya, Tía.” Desde atrás miramos el drama con Omaira hasta que la tía se alejó; finalmente salimos a juntar las alpacas y llevarlas de vuelta hacia su corral.

 



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Comments

Comentario: Muito Bom Att Camila oracaopara.com
Posted: 11/6/2012