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Gracias por acordarte de nosotros

Por Erika Coello
February 2012
«Andrés mira quién vino a visitarnos». dijo Rosana, su voz llena de emoción.
Andrés, levantando la mirada del periódico curiosamente preguntó «¿Quién?»

Entré a la sala, un cuarto pequeño, el olor de arroz con pollo llenaba el aire. Mis bisabuelos viven en una casita humilde en un pueblo cerca del mar. Aunque no tenían mucho dinero, su casa estaba llena de recuerdos de una vida exitosa llena de unidad y amor. En las paredes colgaban fotos de momentos importantes con personas inolvidables; junto a un piano antiguo, había premios en cuadros, trofeos, medallas y pinturas abstractas y exóticas. 

Rosana respondió «Erika, la nieta de Odalia, ¿sí te acuerdas de ella, verdad?» Andrés, dudando si debería ser honesto, respondió astutamente «Claro, la nieta de Odalia, hija de Doris ¿verdad?»

No sabía cómo responderle. Fui criada por mis abuelos y desde bebé se me hizo costumbre llamarles “mami” o “papi” en vez de “abuelito” o “abuelita”. Nerviosa y emocionada de por fin poder conocer a mis bisabuelos respondí «Si, soy yo, buenas tardes».

«¡Hola mija! ¿Cómo estás?». En ese momento noté que tenía líneas de tanto que sonreía y que se reía. Era tan viejito y tan pequeño que se me hacía casi imposible imaginar que un día él fue un boxeador famoso.

«Bien. Gracias ¿y Usted?»

«Bien. Has crecido tanto desde la última vez que te vi».

«Claro que he crecido mucho, la última vez que usted me vio yo tenía tres años».   

«Sí, los años pasan tan rápido».   

Recordé las historias que me había contado mi mamá sobre su abuelo famoso. Historias del hombre que nunca perdía, que tenía súper poderes que lo hacían más fuerte, más inteligente y más rápido que los demás. Un hombre lleno de amor, valentía e ilusión. Este hombre asombroso que estaba sentado frente a mi.

«Y entonces ¿qué ha hecho últimamente? ¿Sigue siendo un boxeador famoso?» Le pregunté, inclinándome un poco para poder escuchar más claro un cuento interesante sobre su vida.

«No, ya no soy boxeador» me respondió.

«¿Y por qué no?»

«Ay, m’ija lo único que ha hecho esta profesión es llenarme la vida y la de mi familia de problemas y desgracias. Ya me cansé de ese estilo de vida. Ahora solo me dedico a mi familia. Además ¿no crees que estoy un poquito viejo para estar boxeando?»

Me reí un poco y luego le respondí «Me da mucho gusto escuchar que se va a dedicar a su familia, aunque me hubiera gustado ver una pelea de boxeo».

«Un día te llevaré a ver una pelea pero por ahora no puedo, tengo que irme a resolver unos asuntos pendientes. Muchas gracias por acordarte de nosotros, y volverás pronto».

«Claro que sí».

«Chao mija» me dijo con un abrazo fuerte y un beso en la frente.

Acabar de conocer a mi bisabuelo era muy importante para mí. Acababa de perder el único abuelo que tenía en mi vida entera sin decirle lo mucho que significaba para mí y cuánto lo quería. Tenía la oportunidad de pasar tiempo con mi bisabuelo y no lo iba a dejar pasar.

«Adiós papi Andrés».


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