Las Fiestas de la "Montaña Moyet"

 Mis familiares viven su vida de forma humilde. Lo que no tienen en dinero o lujos lo tienen en amor hacia el otro. En total son más de cien personas pero sólo unos veinte viven en la cima de una montaña en el campo del pueblo de Guayama. Allí han vivido y laborado por más de cuarenta años y aquí es donde aprendí la importancia de las uniones familiares.

Un día cualquiera en la cima de la "Montaña Moyet" (nombre dado por mi) está lleno de reuniones de familia. Al comenzar el día, los que pronto saldrán a trabajar fuera del área comparten un cafecito con los que cuidarán del hogar y los jóvenes que saldrán a sus escuelas. Los que se quedan en el hogar comparten noticias del día mientras se encargan de sus responsabilidades diarias como reparaciones del hogar, limpiar o ir de compras.

Al mediodía los que aun se encuentran en sus hogares se reúnen para compartir sus almuerzos, ver programas de televisión como "El Guitarreño" (personaje de comedia puertorriqueño) o compartir sus planes para lo que queda del día. Luego regresan a sus zonas de trabajo y a veces con compañía o con ayudantes nuevos. Las tardes alumbran el regreso de trabajadores y trabajadoras cansados junto a los jóvenes estudiantes listos para compartir la cena que los espera. Durante la cena planean dónde se reunirán durante la temprana noche. Y así siguen los días.

Lo mejor de las reuniones de familia es cuando lo hacemos específicamente para disfrutar. Todos los problemas de la vida como las cuentas, el crimen y el coraje se olvidan en cuanto se enciende la música.

Durante mis dos semanas con ellos nos reunimos varias veces. Pero las mejores fueron cuando nos fuimos de playa en autobús y cuando celebramos el cumpleaños de mi tío Gwaka en la casa de mi tía Wanda.         

 
 El baile y el cumpleaños

En la temprana mañana del sábado 25 de junio más de 50 miembros de mi familia fuimos a la playa Cerro Gordo, en el pueblo de Dorado al norte de la isla. La "Montaña Moyet" está en el Sur Este de la isla y a más de hora y media de la playa Cerro Gordo.

En cuanto llegamos construimos la caseta que nos habíamos traído, mis primos encendieron música, comimos, nadamos y disfrutamos. Luego de estar en la playa por varias horas comenzó a llover fuertemente y las familias a nuestros alrededores comenzaron a irse. Pero mi familia siguió bailando bajo la lluvia por más de dos horas. Bailaron tanto bajo la lluvia que se formaron hoyos en la arena. Esto me impresionó mucho y lo vi de forma simbólica: pase lo que pase, en la vida se debe disfrutar. El sábado de la semana siguiente ocurrió una experiencia similar.  

Mientras celebráramos el cumpleaños de mi tío Gwaka se fue la luz y quedó todo oscuro. Los integrantes de la banda que habíamos contratado (Grupo Arranque) continuaron tocando sus instrumentos como "el escarrache", las congas y hasta cantando sin micrófono. La familia también comenzó a cantar y siguieron bailando. Luego de unos minutos mis primos encendieron su equipo de música portátil (conectado a una batería de carro y un iPod) y la noche se llenó de nuevo con canciones bailables como merengue, salsa y bachata.  

Mientras veía las vueltas que daban aprendí algo de la valentía y fuerza de mi familia. Es mejor bailar un merenguito que dejar que algo nos detenga. Y a pesar de los atropellos de la vida se debe siempre seguir hacia delante.

 
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