Debate
Explotación de menores en Colombia
En respuesta a dos excelentes opiniones
Por Javier Crespo
June 2011 Cuando leí las dos publicaciones anteriores de La Voz sobre la explotación de menores en Colombia, estuve de acuerdo en muchos de los párrafos de mis dos compatriotas, a quienes comprendo, respeto y comparto su profunda preocupación sobre el tema. Se deben castigar a los adolescentes criminales pero tampoco deben ser remitidos a una cárcel de adultos. En mi opinión, es convertirlos en mejores criminales; de esta manera también se desvanecería la ayuda social y humanitaria. ¿Cómo llegó a Colombia esta aterradora situación? No sé si hay una fecha exacta o un periodo específico; sólo puedo dar mi testimonio personal como llegó a mí esta aterradora situación.Estaba sentado al lado de la ventana, como de costumbre, en un autobús amarillo de la avenida Caracas. Este era un vehículo grande, masivo, económico y para nada cómodo. En el momento que el semáforo quedó en rojo, se subió un adolescente ofreciendo artesanías a un bajo precio. Su tono de voz era bajo y él miraba al piso; el brazo y la voz le temblaban justo cuando mostró su producto. El joven pasó por cada uno de los asientos. Sentí un pequeño paraguas hecho en madera de cinco centímetros de largo caerme en el muslo derecho. Lo miré con desagrado puesto que estaba muy sucio. Además, ya estaba acostumbrado a ver a los niños vendiendo cosas en los buses, que ni prestaba ninguna atención.
Muchos de los pasajeros miraban a través de la ventana lo que sucedía al exterior del autobús, otros hablaban a sus acompañantes y el resto solamente dormía; todo excepto escuchar al muchacho. Mientras él lloraba exclamando que lo ayudaran por el amor de Dios. Podría decir que las personas miraban con repugnancia el artículo ofrecido por el adolescente.
Después hubo una pausa corta y él apretaba el puño de la mano derecha. Su llanto no produjo ningún tipo de emoción a los espectadores; de repente, él se quitó la camisa y gritó palabras muy groseras. Inmediatamente giré mi cabeza y por primera vez le presté atención: su cuerpo estaba lleno de tatuajes y cicatrices. Su voz era fuerte y ronca, miraba a cada uno de los pasajeros de la misma manera como nosotros miramos sus artesanías. Sacó un puñal lo bastante grande que las mujeres inmediatamente empezaron a llorar y yo me incluí al grupo. El adolescente nos dijo que trató de hacer lo mejor posible pero como había salido de la cárcel necesitaba sobrevivir. Sus amenazadoras palabras y su puñal firme como una estatua, fueron la combinación perfecta para el silencio absoluto y el miedo.
El bus iba rápido pero me sentía en un salón con eco. Finalmente nos pidió todo el dinero y la artesanía también. A medida que iba recolectando el dinero nos apuntaba con el cuchillo que tenía dientes de acero en la parte más gruesa del arma. Recuerdo bien porque él no estaba bromeando y mis sentidos estaban alerta a cualquier cambio. Cuando le di el dinero y él me miraba con ganas de matarme, yo lloraba y me decía a mi mismo con culpa: "debí haberlo escuchado".
El debate está servido. Usted, ¿qué opina? [email protected] y ¡haga oír su voz!
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