Recuerdos de...
Regreso a Nueva Orleans
Por Juan Carlos (Latin) Piñeiro Moyet
April 2011 Estábamos con los miembros de mi grupo en el hotel Avalon Best Western de Nueva Orleans y preguntamos por los trabajadores que habíamos conocido durante nuestra última visita. Nos respondieron: “Ellos no regresaron luego del huracán”. Al preguntar si sabían dónde estaban dijeron que no con voz solemne.En el verano de 2005 nos encontrábamos con mi banda en una gira por el país. Teníamos poco dinero pero muchos sueños. Al llegar a Nueva Orleans nos detuvimos en el hotel que mencioné. Luego de conversar sobre nuestra música y gira el gerente (también Reverendo de una iglesia) decidió brindarnos un descuento. Más tarde él nos presentó a Joseph (el conserje y chofer). Joseph nos dio un pequeño tour de Nueva Orleans, sugirió lugares a visitar, nos aconsejó sobre sitios peligrosos y nos fue a buscar después del paseo. Esa noche Joseph, el Reverendo y mi grupo pasamos horas charlando en el lobby del hotel. Tuvimos conversaciones sobre nuestra sociedad, nuestros sueños, la fe y más. Cuando ya ninguno podía mantener los ojos abiertos comenzamos a decir nuestro adioses.
Antes que Joseph se despidiera de mi me miró a los ojos, sacó $25 de su billetera y me dijo: “Dios me dijo que te diera este dinero. No sé para qué lo vas a necesitar pero definitivamente lo necesitarás”. Me quedé sin palabras. Luego le di las gracias, un abrazo y guardé el dinero en mi billetera.
Al día siguiente se paró el motor de nuestra guagua en camino hacia Texas: la bomba de agua estaba fundida. Afortunadamente estábamos cerca de una tienda automotriz. Compramos una bomba nueva, recibimos instrucciones por teléfono y tomamos herramientas prestadas. Como andábamos con poco dinero, no podíamos gastar mucho. Nunca le habíamos cambiado una pompa a una guagua pero si queríamos seguir en la gira lo teníamos que hacer nosotros mismos. El gerente de la tienda llamó a un mecánico del barrio llamado Súper Dave, pero mi grupo y yo seguimos trabajando para ahorrar dinero.
El sol se había convertido en luna y el cielo estaba oscuro cuando logramos quitar la bomba dañada. Todavía teníamos que instalar la bomba nueva y teníamos problemas. Para colmo, la tienda automotriz estaba por cerrar y teníamos que devolverles las herramientas. Justo antes que cerrara la tienda, llegó el hombre conocido como Súper Dave. Tenía puesto un uniforme de mecánico cubierto de aceite, grasa y otros líquidos de automóvil.
La guagua de Súper Dave era similar a la nuestra pero la de él estaba llena de herramientas y piezas de auto. Súper Dave le dijo a su esposa lo que iba a necesitar y ella comenzó a organizarle las herramientas. Mientras él se preparaba a comenzar el trabajo, nosotros nos preocupamos por la cantidad que nos iba a cobrar. Ya era tarde y él obviamente tenía mucha experiencia. En unos veinte minutos Súper Dave ya tenía la bomba instalada y encendido el motor. Lo que nos había tomado varias horas de intento él lo había terminado en minutos. Con el motor sonando ruidosamente Decora (uno de los integrantes de mi grupo) se me acercó y dijo en voz baja: “Necesito los $25 que Joseph te dio”. Le contesté rápidamente y en voz alta que no porque Joseph me dijo que los iba a necesitar y yo los estaba guardando para un momento importante. Decora sonrío y dijo: “Sí…Súper Dave solamente nos está cobrando $20 y sugiero que le demos $5 de propina”. Tardé unos momentos en creer lo que sucedía pero al fin le dimos el dinero a Súper Dave, nos despedimos y nos quedamos sorprendidos.
Todo esto sucedió meses antes que el huracán Katrina arrasara Nueva Orleans. No sabemos dónde están Joseph, El Reverendo o Súper Dave. Pero adondequiera que estén esperamos que estén tan bendecidos como las bendiciones que nos brindaron a nosotros.
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