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Los refugiados de Costa de Marfil

Una carta de Liberia

Por Emily Schmall
March 2011
Lucy Albert y sus seis hijos caminaron durante tres días por la espesa selva, junto a miles de refugiados de Costa de Marfil que huían de la violencia política desde las elecciones disputadas en noviembre, exprimiendo los pocos recursos de los pueblos fronterizos y las ONGs que corrían por terminar un campo para los refugiados antes que llegue la estación de las lluvias. “Nos tratan bien, pero no hay suficiente comida”, dice Albert, 35, llevando a su hijo recién nacido, Crisis.

La crisis política de Costa de Marfil comenzó después de la segunda ronda de las elecciones presidenciales. Las Naciones Unidas y la comisión electoral del país declararon que ganó Alasane Outarra. El titular Laurent Gbagbo se niega a dejar su puesto, bloqueando al nuevo gobierno en un hotel en la ciudad capital, Abidjan. Desde noviembre, más de 35 mil personas han huidos a Liberia y la ONU espera 50 mil más para abril.

Los refugiados huyeron por miedo que las tensiones pudieran llegar al nivel de la guerra civil de 2002-2003. Los rebeldes que controlan el norte de Costa de Marfil han dicho que están preparados para luchar junto con estados de África Occidental si hay una intervención. Ya murieron 300 personas en la pelea post-electoral.

El pueblito Viejo Loguatuo, en la frontera con Liberia, ha recibido más de diez mil de refugiados, pero sus pocos recursos ya se han terminado. “La comida que tenemos, se la damos a ellos. El hospedaje, se lo damos a ellos. No podíamos permitir que durmieran a la intemperie. Ahora estamos pidiendo ayuda. Lo poco que teníamos, ya se terminó”, dijo Víctor Wonlea, jefe del pueblo.

En el pueblo vecino de Tiaplay, las chozas de paja y lodo están abarrotadas con hasta 60 personas. “No estoy cómodo pero no puedo regresar a casa. Los rebeldes me dijeron que quemarían mi casa y me matarían”, dijo Glougoua Nestor Au, representante de los refugiados y partidario de Gbagbo.

Marguerite du Quesee, 40, huyó en enero con sus tres hijos y sus vecinos. “Nuestro país tiene dos presidentes y muchos rebeldes”, dijo, mientras moldeaba arcilla para una pared de una choza nueva. Los rebeldes atacaron su casa y se robaron todo, refirió. “Tuve mucho miedo”.

Aunque los pueblos están abarrotados, los refugiados no tienen otra alternativa. La agencia de la ONU UNHCR está construyendo un campo de 101 hectáreas en Bahn, a 65 Km. de la frontera para 15 mil personas. El sitio, antes usado para cultivar mandioca y plátanos, fue clareado pero todavía está cubierto de máquinas pesadas y pilas de bamboo.

Muchos de los refugiados preferirían quedarse en las comunidades anfitrionas, donde tienen un idioma en común, el guio, y acceso fácil a la frontera. Pero los liberianos dicen que sus recursos ya son pocos. “Algunos refugiados reconocen que sus vidas son un desafío para ellos y las comunidades. Es muy posible que los que llegaron más recientemente no hayan recibido comida, así que ya comienzan a pensar en mudarse a los campos”, dijo Yvan Sturm, coordinador de emergencias de la UN.


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