Cultura y noticias hispanas del Valle del Hudson
Recuerdos de…
Carta de Bogotá
Por Emily Schmall
October 2010 Desde El Cartucho hasta El Bronx, un tour en bicicleta por el centro de Bogotá revela los aspectos más sombríos de una ciudad que está en pleno cambio.
En el barrio de La Candelaria hay escasos vestigios de los días de Pablo Escobar, el capo narcotraficante más famoso de Colombia, ni de la insurgencia izquierdista que lanzó una valiente batalla en contra del estado. Pero si sabe dónde buscar, allí están, en esquinas oscuras de una ciudad en mucha transición.
Poco antes del bicentenario de la independencia colombiana de España, los alcaldes de Bogotá en décadas recientes han hecho mucho para limpiar la imagen de la capital. Los éxitos del movimiento verde en Bogotá se ven representados en los numerosos parques, en los museos de colecciones impresionantes y de entrada gratuita, en el nuevo sistema de autobús y en los más de 300 kilómetros de bici-sendas. También en la campaña de Antanas Mockus, un ex-alcalde de Bogotá que fue el candidato del partido verde, quien casi ganó las elecciones para la presidencia en mayo.
Las medidas políticas y el entusiasmo público han cambiado mucho la cara de la ciudad, pero similar a muchas capitales latinoamericanas, las partes mas rudas todavía existen, aunque empujadas a las márgenes, según nos enseñaron durante un paseo reciente. Mauricio Carasquilla, pintor bogotano que usa decenas de pulseras tejidas y una cola de caballo, trabaja con niños sin hogar hace 15 años y enseña a los turistas otra realidad a través de su tour en bicicleta por el centro de Bogotá.
De la altura de una colina observamos un parque nuevo donde los niños remontan cometas y las parejas disfrutan el sol. El parque, ahora nombrado Parque Milenio, conocido antes como El Cartucho, estaba poblado por indigentes y drogadictos que se mataban por un fósforo, dice Carasquilla. Los estudiantes cuentan historias de recibir pago por llevar cuerpos sin vida a la basura a la margen del parque. “Probablemente todavía hay cuerpos encerrados abajo,” intima Carasquilla.
De esta vista nuestro guía también puede señalarnos Ciudad Bolívar, un barrio pobre en las afueras montañosas de Bogotá que Carasquilla dice está reglado por bandas criminales. “Ellos dicen, oye, señora, ponga a sus hijos a la cama temprano o los pondremos a acostar,” relata Carasquilla.
Desde el Bogotazo
Los campesinos pobres se han mudado a Bogotá para escapar la violencia política en el campo por lo menos desde el Bogotazo –el comienzo de la época de la violencia tras el asesinato del candidato liberal José Gaitán en 1948. Su penuria no disminuyó en la capital. Los nuevos emigrantes se establecen en las afueras de Bogotá y forman coaliciones para negociar con el gobierno de la ciudad por los servicios.
Andamos por las calles que muestran la etapa de la guerra, por el palacio de justicia nuevo en la plaza Simon Bolívar, donde en 1985 miembros del grupo rebelde M-19 tomaron el edificio e insistieron que el Presidente Belisario Betancur venga. Los militares colombianos reaccionaron tirando bombas y granadas, matando a 35 guerrilleros y a once de los jueces de la corte suprema que habían sido tomados rehenes.
Así como parecían un sueño los museos modernos con sus colecciones, la escritura caligráfica para los nombres de las calles, los restaurantes finos y los edificios coloniales bien preservados; una vez estos edificios fueron lugares de la tortura y ahora sirven como departamentos lujosos o alojamiento para el número creciente de turistas extranjeros.
Atrás de la plaza hay una calle cubierta de personas sin techo que ruegan por un arreglo. El Cartucho no ha desaparecido, sólo se ha mudado a otra parte, se ha reagrupado en El Bronx.
La ciudad mantiene un equilibrio difícil entre su pasado y el futuro. Aunque su línea de autobuses y carriles para bicicletas son testamentos para su futuro, el legado de más de sesenta años de violencia perpetrada por grupos rebeldes, narcotraficantes y el gobierno de Colombia, está a la vuelta de la esquina, pidiendo monedas.
COPYRIGHT 2010
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson
Poco antes del bicentenario de la independencia colombiana de España, los alcaldes de Bogotá en décadas recientes han hecho mucho para limpiar la imagen de la capital. Los éxitos del movimiento verde en Bogotá se ven representados en los numerosos parques, en los museos de colecciones impresionantes y de entrada gratuita, en el nuevo sistema de autobús y en los más de 300 kilómetros de bici-sendas. También en la campaña de Antanas Mockus, un ex-alcalde de Bogotá que fue el candidato del partido verde, quien casi ganó las elecciones para la presidencia en mayo.
Las medidas políticas y el entusiasmo público han cambiado mucho la cara de la ciudad, pero similar a muchas capitales latinoamericanas, las partes mas rudas todavía existen, aunque empujadas a las márgenes, según nos enseñaron durante un paseo reciente. Mauricio Carasquilla, pintor bogotano que usa decenas de pulseras tejidas y una cola de caballo, trabaja con niños sin hogar hace 15 años y enseña a los turistas otra realidad a través de su tour en bicicleta por el centro de Bogotá.
De la altura de una colina observamos un parque nuevo donde los niños remontan cometas y las parejas disfrutan el sol. El parque, ahora nombrado Parque Milenio, conocido antes como El Cartucho, estaba poblado por indigentes y drogadictos que se mataban por un fósforo, dice Carasquilla. Los estudiantes cuentan historias de recibir pago por llevar cuerpos sin vida a la basura a la margen del parque. “Probablemente todavía hay cuerpos encerrados abajo,” intima Carasquilla.
De esta vista nuestro guía también puede señalarnos Ciudad Bolívar, un barrio pobre en las afueras montañosas de Bogotá que Carasquilla dice está reglado por bandas criminales. “Ellos dicen, oye, señora, ponga a sus hijos a la cama temprano o los pondremos a acostar,” relata Carasquilla.
Desde el Bogotazo
Los campesinos pobres se han mudado a Bogotá para escapar la violencia política en el campo por lo menos desde el Bogotazo –el comienzo de la época de la violencia tras el asesinato del candidato liberal José Gaitán en 1948. Su penuria no disminuyó en la capital. Los nuevos emigrantes se establecen en las afueras de Bogotá y forman coaliciones para negociar con el gobierno de la ciudad por los servicios.
Andamos por las calles que muestran la etapa de la guerra, por el palacio de justicia nuevo en la plaza Simon Bolívar, donde en 1985 miembros del grupo rebelde M-19 tomaron el edificio e insistieron que el Presidente Belisario Betancur venga. Los militares colombianos reaccionaron tirando bombas y granadas, matando a 35 guerrilleros y a once de los jueces de la corte suprema que habían sido tomados rehenes.
Así como parecían un sueño los museos modernos con sus colecciones, la escritura caligráfica para los nombres de las calles, los restaurantes finos y los edificios coloniales bien preservados; una vez estos edificios fueron lugares de la tortura y ahora sirven como departamentos lujosos o alojamiento para el número creciente de turistas extranjeros.
Atrás de la plaza hay una calle cubierta de personas sin techo que ruegan por un arreglo. El Cartucho no ha desaparecido, sólo se ha mudado a otra parte, se ha reagrupado en El Bronx.
La ciudad mantiene un equilibrio difícil entre su pasado y el futuro. Aunque su línea de autobuses y carriles para bicicletas son testamentos para su futuro, el legado de más de sesenta años de violencia perpetrada por grupos rebeldes, narcotraficantes y el gobierno de Colombia, está a la vuelta de la esquina, pidiendo monedas.
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