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Usos y Costumbres

En búsqueda de la felicidad

Por Genaro Marín
July 2010
Nacemos para ser felices, el bebé –o la bebé– sonríe naturalmente, tiene una apariencia dulce y agradable. A veces los bebés se ríen a carcajadas como si algo dentro de ellos necesitara expresarse con alegría explosiva. Y cuando alguien los escucha y los entiende, su mundo y el de nosotros es un encanto, un momento mágico. Eso es lo natural. Pero la vida con sus circunstancias muchas veces borra la sonrisa de la carita de un bebe.

La felicidad es una dádiva pero hay que cultivarla y aprender más sobre ella en el proceso. Esto es, sabiendo que algo es deseable y bueno, hacerlo es una bendición, una oportunidad para crecer. Se han escrito miles de volúmenes sobre la felicidad pero siempre se presenta como una quimera, como algo lejano y ajeno que de pronto hace presencia, nos invade y nos vuelve a dejar.

En el fondo de nuestro ser hay ese deseo de disfrutar y de vivir plenamente. Por eso buscamos y seguimos buscando ser felices como a una sed que hay que satisfacer, un deseo intenso que hay que saciar. Algo dentro de nosotros reclama volver al estado de calma y felicidad de los primeros años de inocencia y espontaneidad. La felicidad es adictiva, una vez que se prueba quisiéramos agarrarla y no soltarla jamás. Normalmente, el ser humano nace para desafiar la vida y buscar la felicidad.

El recién nacido abre los ojos a un mundo que aparece y desaparece y de allí comienza a buscar y entender un orden que también comienza a explicarle que él (o ella) existe, que ocupa un lugar especial entre los que le rodean, los que lo acarician, lo miman, le conversan y lo alimentan. Su mundo raras veces se descompone y siempre en respuesta a factores que los que le rodean fácilmente corrigen. Si sus vísceras se contraen por hambre, o sus labios recuerdan sabores deliciosos llora, pues ese es su lenguaje para expresar la carencia. Y nada es más lindo y sonoro que la sonrisa y la risa de un bebé desbordando felicidad. Cuando la vida es armoniosa, cuando un bebé o adulto se ríe solo y espontáneamente, la alegría parece brotar de por dentro.

La felicidad es contagiosa como una luz que se anima con aceite nuevo y brisa fresca. En forma natural buscamos la felicidad y evitar el dolor. A todos nos gustan las historias que animan y nos arrancan carcajadas a la vez que tratamos de evitar la tristeza y el dolor. Un llamado interno nos hace desear paz, armonía y felicidad. 

La felicidad hay que cultivarla, mantenerla. Tenemos que aprender el costo, el cuidado y el precio de la felicidad. No es fácil ni barata; si la descuidamos se descompone, se pudre y se convierte en dolor. Hay que ser feliz con determinación, hay que querer, desear ser feliz y correr los riesgos necesarios. Todo en la vida comienza con una intención, con una decisión consciente, no sólo un presentimiento e infatuación. Se abre los ojos y se decide el costo de la felicidad que buscamos. 

Hay que atreverse

Por eso hay personas que no se atreven a ser felices pues viven amarradas por miedos, atavismos e incertidumbres. Todo lo que se desea requiere una decisión que trae consecuencias; por eso buscamos alinear las posibilidades antes de apretar el botón, girar la llave, o galopar en el inmenso mundo de lo que deseamos.

Cuando se es feliz se siente una armonía total y fisiológica; nuestro “pH” (la medida del balance de acidez y alcalinidad en nuestra sangre) es ‘normal’. La felicidad existe y nos es alcanzable pero hay que perseguirla física, emocional y espiritualmente. Las personas felices son activas y buscan actividad, no se quedan aplastadas ni son perezosas; están balanceadas emocionalmente, entran y salen de momentos felices o tristes pero cultivan lo que les nutre por dentro.

¿Y qué decir de la búsqueda de paz interna? Tenemos que aprender a beneficiarnos de momentos de soledad, recogimiento, y búsqueda de paz interna. La felicidad es una dádiva de Dios pero es como una semilla que necesita nutrientes, calor y cuidado.

Levante la cara, desafíe al viento, camine más rápido, sonría, mire a otros con vida y energía, salude y conteste saludos, aprenda nuevos chistes y compártalos. ¡Atrévase a vivir con felicidad! Decídase a irradiar con su entusiasmo, sea fuente de fuerza e inspiración a los que le rodean. Sea fiel a sus amistades; tenga presente que nadie o muy pocos se impresionarán con lamentos y quejas pero todos responderán al alegre semblante de su cara, el calor que emana de su voz, ¡y la firmeza de su postura ante la vida!

*Genaro Marín es Pastor y Director del Ministerio Latino Presbiteriano en Greenville, SC





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