Debate

El caso por los derechos humanos en Guatemala

May 2007
El siglo pasado, durante la Guerra Fría, nunca los Estados Unidos lucharon en una guerra tan sucia como la que pasó en Guatemala. Después de hacer un golpe al verdadero gobierno democrático de Jacobo Arbenz en los años cincuenta, la CIA continuó financiando y entrenando la mano dura y violentísima de un estado corrupto por una ‘guerra civil’ contra los guerrilleros que luchaban por la libertad económica para los campesinos. 
 
 
Al principio de las ochentas, estos guerrilleros parecían tener éxito. Con el apoyo obvio de casi todos los campesinos y los pobres (la mayoría de guatemaltecos), los guerrilleros presentaban una amenaza directa a los poderosos. Pero justo cuando esta amenaza parecía más real, cuando los empresarios opresivos vieron el peligro que el socialismo espiritual de Arbenz (pero nunca, como pensaba la CIA, de Lenin) podía volver a reorganizar la sociedad más justamente, la violencia de un ejército ya violento aumentó a un nivel más criminal.
 
El ejército, a las órdenes del gobierno y la CIA, mató más del 95 por ciento de las 200.000 víctimas civiles de la guerra en esa época, y logró que 50.000 más ‘desaparecieran’, lo cual significa genocidio en cualquier uso consistente de la palabra. Es sabido que este genocidio escaló a un punto más duro en el régimen de Ríos Montt, un personaje que Ronald Reagan describió como un “hombre honrado”, y que hoy en día es buen amigo de la derecha religiosa y los miembros del congreso (de hecho, uno es su suegro) en este país.
 
En la ley de derechos humanos existe un principio llamado ‘jurisdicción universal’, que significa que cualquier violación grosera de este cuerpo de leyes llamado ‘derechos humanos’ es procesable en cualquier país por cualquier violación en el mundo. A esta luz, una activista de los derechos indígenas, Rigoberta Menchú, presentó una denuncia en los tribunales de España contra ocho militares y ex-dictaduras. En reconocimiento de la orden del Juez Español Santiago Pedraz, el seis de noviembre del año pasado, los jueces guatemaltecos Morelia Ríos, Isaías Figueroa y Bélgica Deras Román hicieron públicas las órdenes judiciales para seis de esos ocho: Mejia Víctores, Ángel Aníbal Guevara, Benedicto Lucas García, Germán Chupina Barahona, Donaldo Álvarez y Pedro García Arredondo. 
 
No es verdad?
 
Uno de los hombres pedidos, Romeo Lucas García, murió en Venezuela ante la acusación. El otro, Ríos Montt, muy astutamente, hace dos semanas anunció sus planes para su partido (el FRG, un acrónimo escrito en casi cada esquina). Y es que para Montt, su elección le asegurará impunidad. Aunque hay un gran movimiento popular en las calles de Guatemala para arrestar a Montt, por su poder y la corrupción mantenida del ejército, resulta muy peligroso. Recientemente los activistas del grupo legal (CALDH) fueron amenazadas por Montt directamente a traves de grupos clandestinos. Muy cerca, Estados Unidos, llamado ‘la policía del mundo’, rechaza ofrecer una carta de apoyo a estos activistas, o a ayudar en cualquiera manera en la lucha contra este Saddam Hussein de su propio hemisferio. Cuando me encontré al embajador de Estados Unidos junto con una delegación de activistas, él quiso convencernos de que el genocidio no existia—“Clinton se disculpó, ¿podemos hablar sobre la crisis de inmigración o el narcotráfico o algo?” El presidente Bush, que tuvo una oportunidad única para discutir el caso de Montt durante su visita en Guatemala hace unas semanas, discutió más o menos solamente el tema de inmigración frente a un pueblo enojado sobre un reciente asalto en Boston, que según todas las fuentes creíbles fue una violación contra más derechos humanos, separando a los hijos de sus padres. Bush ofreció una frase española: “No es verdad”. 
 
Esta negación desconsiderada y simple, que ademas fue la única frase que Bush dijo en la lengua del pueblo, explica bien la actitud general de la administración actual—parece que, aún con su español, las políticas de Bush no necesitan traductor. Pero es la responsabilidad del pueblo de este país, de decir junto con el pueblo guatemalteco que, de hecho, sí es verdad que las políticas de inmigración son inhumanas y también, es verdad que Ríos Montt es culpable por genocidio. Usted le puede escribir al Congreso para comenzar este cambio—hay cartas de ejemplo en el sitio de Network in Solidarity with Guatemala: www.nisgua.org.            
 



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