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Adriana Parada Campos en Antigua, Guatemala
Adriana Parada Campos en Antigua, Guatemala

Recuerdos de...

Recuerdos de Antigua,Guatemala

Por Adriana P Parada Campos
March 2024
Calles de la Antigua, casas coloniales y unos aires de antigua familiaridad. Con mi familia tuve el privilegio de volver a Guatemala, nuestro país vecino, donde, a pesar de la poca distancia con El Salvador, se logra sentir una diferencia cultural que te resulta familiar.  
Después de 8 años, un día a finales del verano, volví de nuevo a Antigua, Guatemala. Un pueblo conocido como patrimonio cultural, donde lo antiguo se mezcla con lo moderno. Este pequeño pueblo siempre ha sido más que un sitio turístico para mí, ya que fue una parte íntegra de mi infancia al tener tíos que vivían ahí. Sus calles me sostuvieron al caerme, sus brisas nocturnas me arruncharon hasta dormirme y sus gigantescos y majestuosos volcanes tuvieron mi admiración desde pequeña.

A pesar de eso, dejamos de ir, y cuando volví me resultó extraño. Sentía la nostalgia de mis memorias, pero también sentía la oportunidad de vivir esos recuerdos con nuevos ojos y eso me tenía muy emocionada. Al llegar a la ciudad, me di cuenta de que no reconocía mucho, por lo cual salí a explorar y ver que encontraba. Caminando por las calles ese primer día, alcance a divisar los famosos “tuk tuks” (un vehículo triciclo motorizado) que me trajeron un poco de tristeza al corazón, ya que cuando estaba en India, era mi modo de transporte favorito. Tristemente no pude subirme y me quedé aferrando ese recuerdo.  

Así como seguía el día, seguí explorando rinconcitos de ese pueblo, lo cual me llevó a una feria de libros. Me llamó mucho la atención, ya que, a pesar de estar en el centro del pueblo, estaba relativamente vacía. Los libros eran muy baratos y había variedad, muchos de ellos eran sobre la cultura chapina o indígena del país. Me dio tristeza que no había mucha gente dándoles un vistazo, hasta que un señor local, que era guía turístico, se acercó con su grupo y motivó a los extranjeros a buscar un libro y llevarlo a casa como recuerdo de su visita. Noté que muchas personas tenían dudas sobre si tomar un libro, pero cuando uno empezó, todos buscaron uno, especialmente libros con fotografías y datos culturales. Me pareció un lindo gesto, locales ayudando a locales, así que también compré un libro que tenía traducciones en Nahuatl, una de las lenguas indígenas locales que también se practican en El Salvador para sentir mayor conexión con mis raíces. 

Por último, decidí ir por un café con un postre local. Mientras miraba al Volcán de Agua y tomaba mi café chapin, una señora me ofreció unos rellenitos de plátano que ella hacía y vendía. Le agradecí y se los compré, me parecieron muy buenos, además de recordarme a mi infancia. En la brisa fría del atardecer me di cuenta de que a pesar de que atribuyen la belleza de Antigua Guatemala a su arquitectura, la verdadera belleza está en su gente, en la comida de la gente que ha pasado sus recetas por generaciones, y en la amabilidad y solidaridad que hay entre los locales. A pesar de que Guatemala no es mi país, me sentí bienvenida y haber vuelto fue como un abrazo dado por familia que no veía desde hace mucho tiempo.
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