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La reciƩn bajada

La felicidad se escribe con B

April 2007
La recién bajada no es solamente este personaje peruano recién llegado a un lugar, como el caso de la autora que se mudó de Lima al Hudson Valley, también refleja una posición nueva frente a otras etapas de la vida. Por ejemplo, la maternidad para una feminista.

Crecí educada con la filosofía del doctor Spock en una época hippy y al mismo tiempo reaccionaria. Mis padres, dedicados al progreso de mi país de origen, se debatían entre sus exigencias políticas y el tiempo que dedicaban a sus hijos. Fue una época difícil en Latinoamérica, los 70s, pero muy fértil en compromisos sociales. Cuando me casé, hace ya 10 años, pensaba que no quería tener niños. Al quinto año de matrimonio, algo que algunos llaman, el reloj biológico, y otros, presión social, me llevaron a tomar la decisión de embarazarme. Nació mi hijo cuando tenía 31 años y mi vida dio un vuelco de 180 grados. Durante los primeros años sentí el golpe muy fuerte, la perdida de libertad, la culpa, etc. Pero esta vez quería hablar de los niños, de mi hijo. No de las madres. Porque yo fui niña y tuve mi mirada de niña de mundo, mi falta de libertad de niña, mis culpas de niña. Mi hijo tiene ahora cinco años. Se mudó conmigo y su padre a NY hace dos años. Hoy habla inglés de corrido y ha aprendido a valerse por si mismo, a estar con él mismo. Mi hijo es la mejor escuela de mi misma que jamás pensé tener. Me enseñó que, más allá de mis confusiones y enredos vitales, lo que él mama es el testimonio. Soy una madre que comete errores, como todas, y él lo sabe. Por supuesto que me ama profundamente, y su amor es inagotable como el mío hacia él. Mi niño es un ser encantador, dulce y generoso, dispuesto y sociable. Nada me hace más feliz que verlo cerca de mí. El año que pasó fue un año de muchos cambios para mi vida y él con su sonrisa espléndida, con sus dibujos, con su entrega me hizo cambiar en mucho de lo que pensaba acerca de la maternidad. La maternidad, entendida como se entiende en el mundo patriarcal, es algo con lo que discrepo abiertamente. Pero la relación filial, esa que escapa a convencionalismos, esa que hace que todas las noches quiera sentir sus besos y sus cariños y ver los dibujos que me hizo, y calentarme los pies y calentarme el corazón, esa es imperecedera, irrefutable, sencillamente real. Mientras los niños buscan huevos coloridos en estas pascuas y los conejos se apoderan de las casas, me cubro con una manta de patchwork que él me ayudó a hacer y juntos vemos Harry Potter, porque la felicidad es simple y se escribe con B.



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