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¡No más pescozones!

La violencia tiene cura

Por Genaro Marín
December 2009

La violencia en el hogar es una tragedia, una vez que empieza, crece, y si no hay corrección inmediata, la relación sigue rumbo a consecuencias dolorosas, aun la muerte. Desde la primera vez que brota un caso de violencia en el hogar hay que actuar en serio. En esto no hay “mañana”, un besito y acostarse de nuevo sólo ahonda rencor y distancia emocional. 

Para salvar una relación que va por mal camino hay que buscar ayuda profesional para encontrar las causas que seguramente han estado germinando por buen tiempo. Cuando dos personas se juntan traen un bagaje que podría traer historia de violencia que desviaría el futuro. La violencia escala y crece como una plaga, cada vez peor. La mayoría de parejas que buscan consejería admiten que la violencia empezó cuando eran aun novios. 

La violencia no es únicamente maltrato físico, empujones, bofetadas, o patadas. Hay palabras que hieren y dejan huellas imperdonables en el alma de la persona ofendida; igualmente hay explotación y hasta esclavitud económica en hogares sacudidos por inseguridad y abuso. Comentarios agresivos aun cuando casuales conllevan la intención de herir, perturbar, y causar daño. Palabras ofensivas dejan llagas que no cicatrizan o desaparecen como moretones. Apaciguamientos como una flor o una prenda después de un asalto no curan ni sanan, el mal está hecho y sus raíces seguirán ahondando.

Las personas que vienen de hogares con abuso disfrazado como sarcasmo y menosprecio o violencia abierta son como un arma a punto de estallar; cualquiera de los dos trae la semilla y fundación para futuro lleno de agresión. La violencia es una forma de herencia sicológica negativa y perniciosa; hogares con historia de violencia son la cuna para niños que comienzan una vida de dolor, maltrato y agresión; y esto imprime huellas que serán transmitidas en relaciones futuras, practicarán lo que aprendieron.

La violencia no retrocede, es conducta delincuente que escala y se convierta en un infierno. Por esto violencia debe ser reportada a las autoridades desde el primer momento, luego será tarde. Sabemos y decimos que todo hogar merece ser sano y saludable, especialmente si hay niños. No más pescozones u otras formas de maltrato y abuso; hay que buscar ayuda profesional en la comunidad cercana.

Los maridos que atropellan a sus mujeres e hijos generalmente vienen de hogares rotos y maltrechos por violencia y tragedia; estos hogares producen niños inseguros y malcriados que raras veces pueden sobreponerse a sus limitaciones y siguen cargando ese veneno por dentro y eso es lo que comparten. Si es hombre, su mujer o sus mujeres no podrán curar a un marido que creció entre miedo, insultos, y golpes. Estas personas ahora parecen cobrar venganza con su cónyuge, sus hijos, o con otros seres indefensos.

Todos nacemos con dos herencias, una biológica y la otra cultural. La violencia fácilmente se convierte en una forma de herencia cultural; es aprendida y se nutre de relaciones que subsisten en alta tensión y falta de confianza. En nuestra cultura latina todavía existe la noción de que los varones son lógicos, decisivos, y emocionalmente fuertes y dispuestos mientras que a las hembras se les considera emotivas y menos racionales. Estos prejuicios comienzan en el hogar y continúan en las escuelas, iglesias, y otras instituciones en la sociedad. Hay iglesias que apadrinan a un marido abusador bajo pretexto de ser “la cabeza del hogar” y silencian a una mujer que no quiere tolerar lo que considera maltrato y abuso. Esta desigualdad debe corregirse donde quiera que se dé, hogar, escuela, iglesia, o trabajo. 

Es tiempo ya de que las mujeres dejen de bailar dando pasos para atrás, tolerando abusos, o trabajando para mantener a ‘un macho’ que no da la talla. La joven soltera debe entender y recordar que si el novio o marido le pega por primera vez lo hará una segunda, tercera, cuarta vez.

 CONTACTO: Línea gratuita en español sobre violencia doméstica para el Estado de Nueva York 1-800-942-6908



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