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Talón de Aquiles

Por Genaro Marín
November 2010
No nos gusta confesar y menos admitir flaquezas, pero las tenemos, ¡y muchas! La leyenda griega sobre el guerrero invencible que cayó y murió cuando una flecha envenenada lo hirió en el talón se manifiesta en nuestro legajo cultural greco-romano. Buscarle o encontrarle el talón de Aquiles a alguien significa descubrirle y utilizar su flaqueza, su punto débil.

Es como cuando un hombre se enamora y pierde las chavetas y hace tonterías, o cuando la mujer ‘cae’ por un Don Juan que tiene el arte de persuadir con palabras huecas. Las flaquezas no se limitan al amor: hay personas que tienen un ‘diente dulce’ y engullen cuanto confite encuentren, otros son esclavos del licor y no pueden pasar una cantina sin que se les salgan las babas, o personas que no pueden parar de comer totopos u otra comida chatarra, o aquellos que desaparecen cigarrillo tras cigarrillo, o los que se comen las uñas o tienen otros hábitos que molestan. Pero estas conductas que se ven sólo son reflejo de flaquezas internas, fallas en el carácter del individuo. 

Hay personas cuya vida es un drama, todo parece ser una tragedia. Según ellos, lo peor del mundo siempre les sucede solo a ellos. Según ellos, otros les mienten, los dejan plantados y siempre terminan víctimas. Hay mentirosos empedernidos que se olvidan de sus propias mentiras y las tienen que re-crear con una cola aun más larga. Puntos flacos.

El tiempo es oro

Pero aunque todos cojeamos de una pata, como dice el aforismo, hay conductas que se reflejan en el grupo. Entre los estereotipos atribuidos a los latinos está nuestro concepto de tiempo. Se dice (¿acaso es mentira?) que siempre llegamos tarde ya sea al trabajo o a la boda. “Espérame un poquito, un tantito”; pero ese momento se alarga y se alarga. Algo típico pero que no nos asombra es cuando nuestro invitado llega tarde y hay que recalentar la comida y repetir el chiste.  

El Talón de Aquiles es un tropiezo más que una parábola. Vivimos en un país en donde el tiempo vale, todo se mide en nanosegundos, minutos, horas, y días. Todo tiene un costo que tarde o temprano afecta al bolsillo y al resto de nuestras responsabilidades. Estudios sociológicos indican que los lentos y perezosos raramente llegan a algo sino a pobres. Para colmo, los pobres duermen mucho y fácilmente se distraen de cosas importantes que podrían cambiar sus posibilidades. 

Si cada uno de nosotros mirara para dentro y examinara su uso del tiempo, la historia tendría más utilidad. Existe una palabra que tampoco gusta mucho, procrastinar, el famoso “mañana” que tanto usamos para justificar y excusar nuestra falta de diligencia y prontitud. En verdad cada uno de nosotros podría caminar más rápido y hasta triplicar su esfuerzo y resultados. Pero, ¿para qué apurarse si uno no sabe para dónde va ni por qué motivo?  

¡Ah, hay que tener un motivo, una razón poderosa que nos quite el sueño y la pereza! Todos los que han logrado algo significativo han pagado el precio, ya sea sueño, hambre, dolor y distancia. Nada es gratis.





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Posted: 11/22/2010