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Crónicas de Nueva York

Exploradores, Marineros y Aventureros

Por Mohamed Toufali
May 2006
Me preparo para escribir esta crónica y hablar de los aventureros que pasaron por estas tierras del Valle del Hudson. Y en frente del papel me veo repasando y recordando la vida de algunos de esos personajes reales y de ficción que con sus aventuras nos hicieron pasar momentos emocionantes. Entre esos personajes conocidos por esta región está Rip Van Winkle.

Washington Irving, que vivió en Westchester, es el creador del tal Rip Van Winkle que lo traspuso precisamente aquí al Valle del Hudson ―hay un puente sobre el Hudson con su nombre y el pueblo donde vivía “Palenville” no está lejos de este puente― para contar sus vivencias después de tantos años dormidos en su pueblo que había cambiado tanto.

La historia de muchos de estos individuos nos ha llegado en forma de diarios, cuentos, leyendas y narraciones literarias. En América del Sur por ejemplo, se leen mucho las historias del aventurero y marinero “Maqroll El Gaviero” que la pluma del colombiano Álvaro Mutis creó en sus narraciones. Pero por supuesto hay más personas que anduvieron por aquellas tierras y por estas del Valle del Hudson.

Los cuentos de aventuras y travesuras de las “Mil y una noches” hicieron famosos a Sinbad y Aladino. El famoso caballero andante Don Quijote de la Mancha y en nuestra tierra de ultramar un hombrecillo conocido con el nombre de El pícaro “Yaha” son otros de los personajes cuyas aventuras y desventuras hemos leído.

Yo no soy ni explorador ni marinero, y mucho menos aventurero. Pero en mi imaginación he concebido tambien a otro aventurero de la talla de El Gaviero que, con su permiso, me gustaría presentárselos. Se llama “Mazigh El Montañés”.

Mazigh el Montañes

Las historias de El Montañés son muy recientes pero no dejan de ser interesantes. Mazigh era un hombre de mediados del siglo pasado que vivió unos años en este país cuando el barco del que procedía lo abandonó en el puerto de Nueva York. Después de muchos años a la deriva y debido a la vejez, El Montañés pudo por fin volver a su tierra y vivir en una pequeña casita con su esposa e hijos mirando el tiempo pasar y contando sus aventuras y travesías a sus nietos y bisnietos que le rodeaban cada noche pidiéndole que les contase algun “cuento”. 

Y por supuesto, Mazigh lo hacía con mucho gusto pero siempre se trataba de “cuentos” de su vida pero en un nivel más aceptable para los pequeños que se emocionaban al oírle. Las más impresionantes historietas, con misterios y violencias, me las contó el día que nos conocimos. Le pedí permiso para publicarlas y quedamos en que me mandaría sus historietas grabadas en cintas para que las transcribiera. 

Mazigh fué una persona dura con los hombres pero débil con las mujeres. Analfabeto en su tierra y escritor en el exilio. Pobre de riquezas materiales pero rico en ilusiones. Ignorante en sus quehaceres pero sabio en los asuntos básicos de la vida. Poeta mediocre pero cantor de versos rimados. Tolerante con sus amigos e impaciente con sus críticos. En definitiva, un hombre con una personalidad ambivalente y atractiva al que le gustaba leer historias de caballería —incluso en unas ocasiones quiso copiar algunas andanzas del Quijote e intentar alcanzar esos altos valores que les dieron grandes dolores de cabeza a los dos...

La aventura comienza en Brooklyn

 Una de las travesuras que me contó fue cuando después de unos meses en el barco “Acnatón” con matrícula de Chipre, atracó en el puerto de Brooklyn, Nueva York ―muy cerca del valle del Hudson. Después de descargar la mercancía que habían adquirido en un puerto del África del Sur, la tripulación bajó a tomar unos tragos en los bares de los alrededores y desde aquel entonces, el capitán y su compañía no volvieron a ver a Mazigh. Para no levantar ninguna sospecha de las autoridades locales, el capitán quiso hacer ver la situación como que Mazigh no era más que un polizón que había llegado a su destino y saltó sin avisar a nadie. Y así el capitán mandó el barco zarpar de nuevo sin Él Montañés, considerándolo como un caso “cerrado”.

Después de unos de unos días, El Montañés apareció por las calles de Chinatown en la sección baja de la Isla Manhattan. Cómo llegó hasta allí sólo Mazigh lo sabía. Yo lo supe al escuchar una de las cintas que me mandó desde su pueblo antes de fallecer. Fué realmente una gran aventura de la que podré informaros la próxima vez.

 

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