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La Voz de AnĂ¡huac

Inmigrantes en México

Tercera Parte

Por Rafael Nava
May 2006
La inmigración en México no parece un tema preocupante para la mayoría de la población. Si acaso, nos preocupa que entren grupos de personas inadaptadas, delincuentes, traficantes de droga... pero no llega a ser un tema amenazador. Más amenazador puede resultar para un extranjero llegar a México y tratar de encontrar una forma de vida honrada en medio de múltiples dificultades burocráticas en los consulados y la Secretaria de Gobernación, y tener que entrar a un mundo sumamente extraño y enredado de visas, solicitudes, permisos de trabajo y residencia.

Ese es el precio de intentar quedarse en México. A pesar de esa situación, muchos inmigrantes —sobre todo los de origen europeo, y más los altos y güeros— disfrutan mucho siendo extranjeros en esta tierra y reciben algo así como un título nobiliario y el correspondiente trato. —¿Es alemán?....ohhhh! Aquí los mexicanitos pa´ servir a Usté… Sí, hay cierto malinchismo todavía entre nosotros pero eso es algo que está quedando en el pasado. Ahora pasemos a comentar el principal grupo importante de inmigrantes: los españoles.

Los españoles en México

Llegados a México desde el siglo XVI poblaron prácticamente todo el país desde la Península Yucateca hasta los territorios que hoy pertenecen a los estados de California, Nuevo México, Texas y Arizona en los Estados Unidos, dedicándose básicamente a evangelizar a los grupos indígenas y poblar áreas lejanas, desarrollando la minería, la agricultura y la ganadería, y también su cultura, asimilada por los naturales con gran rapidez e inteligencia para asombro de los españoles.

Pero también ha habido grandes grupos de españoles que llegaron a México en el siglo XX, huyendo de la guerra civil española y del conservador régimen franquista. En 1936 el presidente Lázaro Cárdenas permitió la entrada a prácticamente todos los españoles que huían de su tierra natal y que querían venir a probar fortuna. Llegaron muchos intelectuales que brillaron en nuestro país, encontraron un ambiente adecuado para realizarse y contribuyeron a elevar el nivel cultural de ese México de entonces tan difícil, ya que la nación salía de una época turbulenta debido a la revolución de 1910 y el atraso general. Aquí vinieron el filósofo Miguel Bueno, el intelectual Eli de Gortari, el compositor Simón Tapia Colman y el reconocido filósofo y escritor Adolfo Sánchez Vásquez, entre otros.

Hubo quienes no contaban con la educación suficiente para destacar a ese nivel y se dedicaron en general al comercio, en especial las tiendas de abarrotes, panaderías y tiendas de vinos y latería; “ultramarinos”, como se decía entonces. Siempre había un “Don Venancio” o un “Don Manolo” en la tiendita de la esquina para atendernos con rapidez y eficacia. A algunos de estos personajes se les dio el mote de “gachupines”, término utilizado antes aún del arribo de los exiliados de la guerra civil y —hay que decirlo— con un dejo algo despectivo.

Asentados en los estados de Puebla, Morelos, Veracruz y el D. F., fundaron diversos centros como el Parque España en Puebla, el Centro Asturiano, el Centro Gallego y el Orfeo Catalá en el D. F. y el Ateneo Español y el Centro deportivo España en Veracruz.

Con mucho son el grupo que más influyó en la construcción de México tal y como hoy lo conocemos, en su cultura, en su idioma, su música, su literatura, su comida... sobre todo en los siglos de la colonia, entre el dieciséis al dieciocho.

De hecho, el nombre que los conquistadores le dieron al país fue el de “Nueva España” que, más que un nombre, se convirtió en destino y casi en descripción del país. Pero México no perdió su particular idiosincrasia, y el carácter y sentimiento nacional es marcadamente indígena. Esto se hace evidente en los productos más profundos y nobles del ser humano: el arte, la cultura, la religión, así como en menor grado —¡o quizás en mayor grado!— en los actos de cada día y en la vida cotidiana de la mayor parte de la población.

Así las cosas, digo: ¡Bendita sea la Madre Patria que nos dio el hermoso idioma español, su fuerte personalidad y todo lo demás! Mejor decir eso y no quejarse del destino: “mejor nos hubieran conquistado los árabes o los ingleses o…o…” Cabe agregar que no hay resentimiento contra los españoles por la conquista y casi total destrucción de las culturas locales que, en definitiva, es un hecho consumado y que sucedió hace 500 años, y que además no estuvo en nuestra mano escoger. Así es la historia y basta. Ahora los españoles son clasificados en la categoría de “pueblos hermanos”: hermanados por tantos y tantos años de vida compartida, fácil y difícil, y ¡rediez! Ahora hasta simpáticos nos parecen. En efecto, el tiempo ha curado nuestras heridas y hay plena aceptación del pueblo hispano, para fortuna mutua.

 

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