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Cuento

DESNUDO

Por Robinson David Martínez
September 2008

corría desnudo al lado de una carretera. los carros pitaban y los que iban con las ventanas abiertas me gritaban.

 

"no sé quién soy, ni a donde voy". esta es la frase que me que repetía incesantemente.

 

me sentía libre, sí, pero invadido al estar expuesto de esta manera. había mucho tráfico. se me salían las lágrimas y no sabía si es que estaba huyendo o estaba corriendo detrás de algo.

 

un tipo en un convertible rojo gritó: "¡corre, loco, corre!"

 

mi cabello me llegaba a los hombros y mi barba estaba bastante crecida también. sentía la brisa cálida en mi piel transpirada.

 

pasé un puente. me asomé hacia abajo y vi a un niño flotando boca arriba en el río. me sonrió. se veía tan sereno, tan tranquilo y presente. las gotas de mi sudor caían al abismo del puente. las vi flotar en el aire hasta que cayeron al agua.

 

seguí corriendo. los carros al lado mío, haciendo bulla, gritándome, pero ya no les entendía. a la derecha, pasando el puente, había un estrecho camino en un bosque. justo al entrar me encontré lo que parecía un charco de agua —era un círculo perfecto y el agua era el color de la miel. me asomé, viéndome el rostro en el reflejo de este espejo circular. mi cara estaba completamente llena de garrapatas y mosquitos. podía ver mi sangre semi-fosforescente en el vientre de todos los insectos.

 

lloraba. y la única parte que estaba a salvo de estos animalitos chupa sangre, era un punto color verde-oliva justo en el centro, entre mis cejas. el círculo se expandía y contraía. cuando dejé de llorar, se puso brillante y su circunferencia se extendió, cubriendo la mitad de mis cejas de verde. donde tocaba el verde, los mosquitos y las garrapatas caían muertos.

 

sonreí y al hacer esto, el círculo verde oliva se expandía aún más y ahora me cubría los ojos, la boca, toda la cabeza. sentía, como si una jarra tibia de té verde fuera chorreada, llenándome la cabeza de este líquido. parecía como si estuviera sumergido en la mar.

 

escuché una voz que venía de este charco circular —que más bien era un pozo de agua. detrás de mi cuerpo verdoso, una mujer delgada me miraba. era increíble esta mujer. su brillante cabello castaño le llegaba casi a la cintura. sus ojos eran negros, penetrantes, pero dulces. en el centro de su frente llevaba una salmandra tatuada.

 

me dijo algo, pero no le entendí. me desmayé. en la oscuridad escuchaba su voz. me decía, "recuerda y olvida". abrí los ojos. un niño nadaba boca arriba en la bañera, jugando con un pequeño velero de madera.

 

el niño tomó el velero, se lo puso en la boca y le mordió un pedazo con una fuerza inesperada. en la segunda mordida, se comió el resto del velero. sonaba como al masticar pedazos de hielo. el niño miró la palma de su mano. la abrió, extendiendo los dedos y la cerró, haciendo un puño. luego extendió sus dedos de nuevo. le dio un tremendo mordisco a dos de las puntas de sus dedos y jaló bruscamente. el niño dio un grito espantoso. parecía como si no entendiera lo que hacía. la sangre se mezclaba en la bañera con su tinta roja. otro mordisco, y otro hasta que se comió medio brazo sangriento.

 

la mujer de la salamandra entró al baño y le pegó una cachetada al niño. "deja de comer de tu propia carne, niño". él empezó a llorar. reconocí que yo era ese niño. la mujer de pelo largo se sentó al lado de la bañera, sacó al niño del agua sangrienta y lo secó con una toalla.

 

"tienes que cambiar. tú eres bueno, mi niño". le dijo ella mientras le daba un dulce abrazo.




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