add this print this page

Recuerdos de...

Un yanqui en el Camino a Santiago de Compostela III

Ăšltima parte

February 2008
Después de un mes y 1000 kilómetros caminando por las rutas españolas, nuestro reportero peregrino finalmente llega a la Catedral de Santiago de Compostela, su esperado destino. Aquí cuenta todo sobre el último tramo de este viaje transformador.

16.00 horas 13 de septiembre: Llevo caminando más de 700 kilómetros en los últimos 24 días y, aunque sólo me quedan unos días para llegar a Santiago entiendo bien lo duro que es hacer una peregrinación. Hay momentos en que me duele todo el cuerpo. He conocido a muchas personas pero parece que las relaciones en El Camino son mucho más intensas y dejar a Suzanna, una amiga con quien viajé durante una semana, llorando cuando tenía que volver a Alemania por el trabajo, o perder el contacto con otros amigos que siguen en el camino pero van a otro ritmo, como el mecánico alemán Giorg o el cura colombiano Luis, fue algo muy difícil.
Después de haber caminado más de 20 kilómetros hoy, pasando por unos pueblos aislados que llegan al ojo como recuerdos de otro siglo, llego a un albergue donde hay un grupo de jóvenes italianos nadando en un arroyo y otros peregrinos comiendo, charlando y riéndose. Estoy hecho polvo y casi no lo puedo creer cuando el hospitalero me dice que no hay camas disponibles. Le pregunto a cuánto queda el próximo albergue y me dice que me quedan ocho kilómetros más. Tomo un cortado, un café intenso con sólo unas gotas de leche que es una delicia dulce y amarga a la vez y el sabor es aún más rico cuando te da la energía que necesitas para llegar a la cama donde vas a pasar la noche.
Cuanto más cerca estás a Santiago de Compostela, más gente hay. Es más difícil encontrar una cama y mucha gente se levanta a las cuatro o cinco de la mañana sólo para llegar al siguiente albergue y reivindicar su cama. También hay grupos que sólo hacen los últimos cien kilómetros del viaje para conseguir el Compostelana, un certificado en latín que la iglesia ha dado a los peregrinos durante siglos que afirma que uno lo haya hecho, y que todos sus pecados son perdonados. Posiblemente por el agotamiento que estoy viviendo en el momento, me parece que también hay más personas en bicicletas que van volando a dos centímetros de mis codos, y perros ladrando por todas partes. 
Durante la historia, y sobre todo en los siglos XII y XIII de mayor popularidad, el peregrino era víctima de timadores y rufianes. Según el programa de apoyo al profesorado Santillana, “Entre las figuras más temibles figuraban los posaderos, que añadían agua al vino, cobraban más de lo debido, daban cambio con moneda falsa o servían pescados y carnes pasados de fecha, y los barqueros, que exigían tarifas desorbitadas al caminante indefenso. En 1133 las autoridades de Compostela amonestaron a los comerciantes tras comprobar que cobraban más al peregrino que al residente”. Los peregrinos siempre han tenido que pasar por algo duro para llegar a su meta, y les acompaño en el sentimiento.
Pienso en la canción popular Cantares por Joan Manuel Serrat, del poema de Antonio Machado, que dice:

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar:
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

 14.00 horas 15 de septiembre: Llego a las afueras de Santiago de Compostela y me llena una felicidad como agua para una persona con sed. Es difícil creer que por fin he llegado y no quiero perder un momento de la sensación. Voy al albergue primero, me ducho y estoy organizando mis cosas cuando Giorg, quien no había visto durante más de una semana, entra y me da un abrazo fuerte. También, él me devuelve mi cámara que encontró en un café donde dónde yo la había dejado. Charlamos un rato sobre nuestras aventuras y decidimos con muchas ganas ir juntos a la catedral de Santiago de Compostela que es la última destinación de El Camino donde están enterrados los restos del apóstol Santiago.

16.00 horas 15 de septiembre: Pasamos por las calles de Santiago de Compostela (Compostela quiere decir campo de estrellas gracias a la leyenda de que las estrellas guiaban al hombre que encontró la tumba de Santiago en el siglo IX) y participamos en el ambiente de alegría y actividades. Llegan peregrinos de todo el mundo y se ven grupos tomándose una copa en una de las muchas terrazas, todos hablando entre amigos y desconocidos con igual facilidad. Hay músicos por todos partes, mucho turismo y, en el centro de la ciudad: la catedral. La construcción de la catedral comenzó en el siglo XXI (¿?) y se ha modificado, derrumbado y construido el edificio de nuevo varias veces a lo largo de la historia. Decidimos ir a la oficina donde se da la Compostelana antes de entrar en la catedral. Cuando estoy en la cola, oigo a alguien decir, “Bill, ¿eres tú?” Doy una vuelta y me encuentro con Luis, el cura colombiano a quien no había visto durante días. Me explica que estaba caminando un día cuando su cara y las piernas empezaron a hincharse por el calor y el agotamiento. Se vio obligado a ir en autobús y descansar una noche antes de terminar los últimos kilómetros del viaje caminando. Me explica que ya había ido a la catedral y hablado con los otros curas ahí. Lo invitaron a Luis a dar la misa matinal en privado al día siguiente en la tumba de Santiago debajo de la catedral. Luis me invita a acompañarle en la misa y acepto su oferta con ganas y amabilidad. Me da una alegría intensa encontrar a mis amigos, participar en los ritos, la celebración de llegar a mi destino y tengo ganas de ir a acompañar a mi amigo durante la misa matinal y asistir a la misa de mediodía al día siguiente cuando la iglesia da la bienvenida a los peregrinos.

08.15 horas 16 de septiembre: Me encuentro a solas con mi amigo en la tumba, una habitación pequeña debajo del altar donde está ubicado el ataúd de plata de Santiago. Luis da la misa y en un momento da las gracias a Dios por haberle permitido la oportunidad de dar la misa aquí y empieza a llorar por la felicidad. Aunque no soy una persona religiosa, le acompaño en el sentimiento y pienso en la historia de este lugar, la religión, la fe, mis antepasados, y lo que es ser una persona. Es un momento lleno de emoción.


11.00 horas 16 de septiembre: Salimos y damos y una vuelta por la ciudad. Mientras se despierta la ciudad, llegan más y más personas al centro gótico de Santiago. Al mediodía volvemos a la catedral y Luis se pone los hábitos para celebrar la misa con una docena más de sacerdotes. La catedral está a tope de gente, hay pantallas de televisión para que todos puedan ver la misa, y tengo que sentarme en un pasillo. Hay un momento durante la misa en que cada una de las curas da la bienvenida en un idioma diferente. En otro, levantan un incensario inmenso, llamado Botafumeiro, que columpia de un lado a otro de la catedral llenando el espacio con el olor de incienso. Según la leyenda, empezaron la tradición del Botafumeiro para combatir el desagradable olor de los miles de peregrinos que pasaban la noche en la catedral al término de su peregrinaje. Después de la misa veo a otros amigos y nos quedamos charlando y riendo de nuestra experiencia. Hacemos planes para cenar juntos y pasar una noche de fiesta juntos. Después de haber viajado tantos kilómetros, ya sé que lo mejor de la experiencia fue la riqueza y la dureza de haberlo hecho. Tengo unos amigos nuevos y una fe en la gente, en mí mismo, y el mundo que es un poco más fuerte por haber caminado como peregrino a Santiago de Compostela. 




 

back to top

COPYRIGHT 2008
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson

 

Comments

Sorry, there are no comments at this time.