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Cuento

Decil III: Un premio Nóbel en cada hijo te dio

Deciloquios mexicanos

Por Fernando Salas
August 2020
decil. La palabra decil no está registrada en el Diccionario. Real Academia Española © Todos los derechos reservados
decil. En estadística descriptiva, el concepto decil refiere a cada uno de los 9 valores que dividen un juego de datos (clasificados con una relación de orden) en diez partes iguales, y de manera que cada parte representa un décimo de la población. Wikipedia, la enciclopedia libre ® Licencia de bienes comunes creativos

 
Carmen abrió la puerta con la inquietud de que la profesora de su hijo la estuviera buscando. Inclusive tuvo que adoptar una actitud defensiva al justificar su ausencia en las reuniones del lunes por motivos laborales. Por eso le sorprendió que la maestra Aurora aclarara que no venía en una visita formal. Ella había notado que Pablito era un estudiante excepcional, “de la madera de la que están hechos los futuros presidentes”. Buscó comunicarle en sus citas sobre una oportunidad de la que sabía, pero hoy subió a contactarla porque ésta estaba por prescribir.

Carmen quebró en llanto mientras la profesora le confesaba que había visto pocos casos como el de Pablo, pero ninguno había fructificado en un entorno así. La invasión, como Carmen lo sabía, no era un trampolín de movilidad social, y entre el absentismo, “el vicio” y la ausencia de oportunidades se podrían repartir el futuro de nuestro presidenciable. Carmen volteó a la cancha, donde convivían los “imitadores” de los maras, y se sonó.

Afortunadamente, todavía quedaban algunos días para solicitar una beca de la que la profesora estaba enterada; Pablito únicamente tendría que asistir a una entrevista y de la madre sólo se solicitaba cubrir los gastos.

Si le hubieran pedido los papeles de la casa, Carmen los habría facilitado, pero precisamente como no tenía nada así se dirigió el día siguiente a las oficinas centrales de la invasión. Ahí doña Letty le explicó que no iba a ser fácil conseguir esas sumas, pero por fortuna sabía de una manera de obtener algo mejor: de todos era sabido que las malezas habían invadido a los terrenos; además, muchos se preguntaban dónde iba a vivir la gente después del terremoto. Carmen tenía la solución a esos problemas; lo único que faltaba era prender la mecha en ciertos puntos que Letty señaló:

“Tú escoges un lote de estos por cada hectárea que me recuperes, tesoro”, pareció sugerir Letty mientras Carmen volteaba a la cancha... ¿por qué no podía pedir préstamos como cualquiera? Ella no era como “esa” gente, aunque quemar unos árboles tampoco se podía comparar con lo que “ellos” hacían. Además, si el amor de un hijo se midiera por hectáreas “recuperadas”, ella podría encender todo un bosque por el suyo.

Carmen aceptó el trato y salió a cumplir con su parte. Claramente ella no podría honrar su palabra esa misma tarde porque “los malos” estaban talando, y la noche estaba fuera de cuestión. Su prueba de afecto se daría con el sol, antes de que se atrevieran a llegar al parque los corredores. Por otro lado, Carmen demostró no ser como “esos otros” al dejar rastros durante toda su preparación: no solo compró muchos galones en la misma estación; también se le vió recolectando la basura de los vecinos para encender una pira descomunal, y hasta googleó “cómo prenden un bosque los [nombre de organización delictiva]”.

Al despuntar el sol, Carmen se trasladó hasta un punto muerto del bosque y vació los galones con su mano temblorosa. Sus ojos asustados recorrieron el parque mientras tiraba los cerillos sin poderlos encender. Finalmente prendió uno, pero careció de puntería. El siguiente intento fue más exitoso, aunque, por infortuna, coincidió con el abrazo de una ciclista que las impulsó hasta el suelo.

El público se pudo enterar de los detalles en la nota roja: México amaneció con una ciclista “de la misma madera de los presidentes” en la página ocho, mientras la cara desfigurada de la “maleante” que perdió el ojo “al sonoro rugir del carbón” generaba emoticones de fascinación. La verdadera Carmen, por su parte, se resistía a dormir en la cama que uno de “ellos” debía estar ocupando, en tanto que Pablito, a escondidas, consultaba con doña Letty de qué manera arreglar la situación.

Quizás con su destino en mente, la maestra Aurora pronunció que “no todos vamos a poder ser el mejor presidente o la mejor presidenta de México, pero día a día, en este plantel demostramos, que tenemos a las mejores madres y los mejores hijos del mundo” durante su emotivo discurso del día de la madre, la niña y el niño.

 

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