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Cuento

Los cassettes de Lucrecio González, el hombre de la grabadora 64-67.

Novela por entregas

Por Ricardo Enrique Murillo
July 2015

64. ¿Qué paso?

Candy me preguntó cómo estuvo la cita con la muchacha. Bien, le dije, fuimos al cine. Comimos palomitas con Coca. ¿Se divirtieron? Sí. Mucho. ¿Qué hicieron después de la película? Me invitó a su casa. ¿Y luego? Comimos galletas con café. ¿Nada más? Me ofreció que me quedara a cenar pizza, pero no quise. ¿Por qué no? No tenía hambre. El camión deja de correr a las nueve. ¿Y qué te pareció? Está bien. ¿Cómo bien? Bien, bien. ¿Quedaron de verse otra vez? No. O sea, no hubo química. No. Ah, como serás tarado, Lucrecio, ahí estaban los papeles.

65. Los mandiles 

Cuando el Múcaro me dio el primer mandil para que me lo pusiera, me lo puse sin ganas. En México los mandiles los usan las mujeres. Se los ponen los matanceros de puercos por un rato. Yo llevo años poniéndomelos porque es lo que hace uno en cuanto llega al restaurante. ¿Qué pensarían en Huejutla si me vieran así? Le preguntan a mi madre a qué me dedico. Le digo que les diga que soy operador de máquina para que piensen que ando de ayudante de ingeniero. No les mandaría una foto ni aunque me pagaran. Cada día usamos un mandil recién lavado. Un americano los trae en una camioneta y los acomoda en una mesa, al lado del baño, de modo que a nadie se le olvide ponerse el suyo. Los trae limpiecitos, planchados y bien doblados. No se les nota ninguna de las muchas manchas que les dejamos en un día de trabajo, o, en mi caso, en una noche de lavar platos. No. Huelen a almidón. Los tienta uno y se sienten como de lona. Cualquiera que uno escoja es igual a los demás. Todos miden lo mismo. A unos les quedan cortos. A otros les quedan largos. A mí me quedan a la medida si les hago un doblez en la cintura.  

66. El party

Hoy viene el gobernador a cenar con el patrón. Dicen que trae acompañantes y guaruras. El party será en el segundo piso porque abajo no caben. Los cocineros tienen el tiempo medido para cocinar los huachinangos y los meseros para llevarlos en charolas a las mesas. Entre el momento en que se sirve el marisco y el momento en que se pone frente al cliente no deben pasar más de cinco minutos. Se tarda más en llegar y se lo tendrán que comer frío. Luego la gente descontenta le da la queja a Zulma y ella no lo piensa para correr gente. Candy y Manzanera van a asegurarse de que esto no suceda. Candy es la jefa de cocina. Los trabajadores de Manzanera andan muy contentos porque saben que la gente les dejará propina. Antes de que se supiera quien los va a atender todos querían quedar bien con Zulma. Que mire qué bonito día, y ¿cómo ve, le lavo su carro? Cuando nombró a los suertudos, unos se alegraron y otros colgaron el pico porque, mientras en el segundo piso hay fiesta, el de abajo puede parecer un velorio. Pero también, mientras los del primer piso se la pasan chismeando, los de arriba se la andan partiendo. Por orden de Candy, el Múcaro y yo les ayudamos a los cocineros a sacar las órdenes y luego que terminamos empiezan a llegar los primeros platos y eso es cosa de no acabarse hasta entrada la madrugada. En cuanto a lo que viene a platicar el gobernador con el patrón, nadie sabe nada, ni nos interesa porque a lo que vinimos al norte es a trabajar y a ganar un dinero.

67. Mucho que leer

Regresó el viejo Ángel de México. Dice que todo igual por allá. Me trajo tres libros. Dice que como no bebo, ni fumo, ni tengo mujer, me los trajo para que me entretenga los días de mi descanso. Uno es de un tal Carlos Fuentes que no había oído mentar. Se llama Aura, pero no sé si se refiere al pájaro prieto que come animales muertos, al aura del cielo o si se trata de una mujer que se llama Aura. Solo leyéndolo se sabe. Es delgado y de bolsillo. Otro es El declamador sin maestro y se puede leer en ratos. ¿Cómo sabría el Viejo Angel que me gusta la poesía? Ha de ser brujo. Y el otro nomás de verlo me da miedo. Debe tener 500 páginas. Se llama Cien años de soledad. Son muchos. A mí con tres que llevo entre la casa y el trabajo ya me anda. Creo que ese no lo leo. Lo leo y me traumo. Ahí a ver qué más despuecito. Me gusta tomarme mi tiempo para que se me quede lo que leo. Por lo pronto voy a comenzar con el chiquito. 
 

[CONTINUARÁ…]  

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