Francia Marquez
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Minas de oro y mujeres fuertes

Por Mariel Fiori
February 2012

Con el precio del oro en alza y el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y los Estados Unidos, la fiebre del oro llegó a Colombia, un país rico en depósitos minerales, y un torrente de empresas mineras avanza por todo el país. El gobierno ha otorgado licencias, o está procesando solicitudes, para desarrollar proyectos mineros en el 40 por ciento del territorio colombiano a empresas multinacionales. Pero muchas de las áreas donde se pretende extraer el oro son las mismas donde los mineros tradicionales han trabajado por generaciones. Como La Toma, una comunidad de afrodescendientes en el suroeste de Colombia, en la región montañosa de Cauca, cuya lucha para mantener su estilo de vida se está haciendo cada vez más peligrosa.

Si alguien les preguntara a los colombianos que viven en las ciudades o a la clase política gobernante, le dirían que la guerra civil de 40 años del país se terminó. Pero el documental La Guerra que Vivimos, de la serie del canal público PBS Mujeres, Guerra y Paz, revela la otra Colombia: en áreas rurales lejos de la capital la guerra es muy real y ahora la batalla es por el oro. En Cauca, dos mujeres extraordinarias luchan por conservar su tierra que ha mantenido a su comunidad a través de la minería artesanal durante siglos. Clemencia Carabali y Francia Márquez son parte de una poderosa red de mujeres líderes que descubrieron que en tiempos de guerra las mujeres se pueden organizar más libremente que los hombres.

Márquez y Carabali, ambas madres de niños pequeños y líderes comunitarias, han defendido los derechos al territorio de La Toma, cuya comunidad vive de la minería artesanal del oro en el suroeste del país. Hogar de más de 1000 familias, La Toma fue fundada en 1636 por esclavos fugitivos. Durante siglos desarrollaron una cultura y una historia vinculada a esta tierra, forjando una vida sustentable para el medio ambiente a través de la minería artesanal y proyectos agrícolas básicos.

A pesar de que existe un marco legal de protección de los derechos de la comunidad a su tierra, inversores privados y paramilitares de derecha han amenazado, intimidado y asesinado a miembros de la comunidad. En los últimos años, ocurrieron varias masacres de mineros a manos de paramilitares y los líderes han recibido repetidas amenazas de muerte. Gracias a la fuerte capacidad de organización de la gente de La Toma y la solidaridad de los Estados Unidos, se han evitado varias órdenes de desalojo y siguen viviendo en su territorio. El caso de La Toma fue parte de una audiencia ante la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos en 2009, como caso ejemplar de abuso del derecho de los pueblos afrodescendientes e indígenas a la consulta previa. El caso también forma parte de la discusión sobre la certificación de derechos humanos como condición de la ayuda militar estadounidense a Colombia.

Al desafiar las amenazas de muerte de los paramilitares Águilas Negras e insistir en quedarse en su tierra, Carabali y Márquez no van a formar parte de los más de cuatro millones de colombianos, la mayoría mujeres y niños, que han sido desterrados de sus hogares y vidas. Y es que Colombia tiene el número más alto de desplazados del mundo, después de Sudán.

A fines de enero asistí a una proyección del documental La guerra que vivimos en la universidad Barnard de la ciudad de Nueva York (se lo puede ver aquí también: http://www.pbs.org/wnet/women-war-and-peace/full-episodes/the-war-we-are-living/). Al final, Márquez, Carabali y las directoras del documental se presentaron en un panel a cargo de la periodista Maria Hinojosa. Tuve la suerte de estar allí y aprender sobre la grave situación de las comunidades rurales de Colombia, pero más suerte tuve de saber que existen mujeres como Márzquez y Carabali que luchan por lo que creen justo. En la charla Márquez dijo: “Para nosotras nada es fácil, pero tampoco nada es imposible” y es bien cierto al escuchar sus logros después de tres órdenes de desalojos y decenas de masacrados en los últimos años.

Acá en el Valle de Hudson no pasamos tantas desgracias, pero también hay muchas dificultades que atender. Al conocer la historia de mujeres fuertes que con muy poco hacen mucho, lo único que nos queda a los que estamos de este lado es simplemente arremangarnos y ponernos manos a la obra.

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Comments

Comentario: Es tragico que la codicia se apodere del corazon de algunos que tambien tienen garras deshonestas. Ojala no despojen a una comunidad que con sudor y sangre ha vivido para defender lo suyo. Benditas sean las mujeres valientes que se enfrentantan contra los usurpadores. Benditos los hombres que entienden que no hay que dejarse explotar. Y que surja un rugido de valentia! Por la patria, por la familia, y por la tierra uno debe atreverse a jugarselo todo. Un abrazo! Genaro
Posted: 2/3/2012