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Cuento

FÁTIMA

Robinson David Martínez

Por Robinson David Martínez
January 2006

Lo que más le gustaba a fátima era sumergirse en el mar. por esos largos segundos de aire suspendido, se imaginaba una tortuga nadando—el agua cristalina, llena de rayos solares. 

            Sus ojos eran café. sus manos suaves, tranquilas, con uñas cortas, siempre estaban calienticas. nunca habían conocido el frío. 

            Cuando fátima tenía siete años, un toro le enterró los cachos a su mamá en toda la espalda. las dos estaban completamente solas. la mamá gritaba, lloraba y contorsionaba su rostro y el tronco de su cuerpo. a la niña le temblaban los dedos. le sudaba la frente. su mamá se estaba muriendo. 

Fue el miedo de la niña que la curó. fátima puso las palmas de sus manos en la espalda sangrienta de su madre, cerró los ojos y sin saber por qué, comenzó a respirar con el mismo ritmo de ella. la señora parecía que se estuviera ahogando en un río. tiraba sus brazos y piernas desesperadamente de un lado a otro. fátima comenzó a respirar profundamente. sus manos alumbraban como dos bombillos prendidos. la señora sentía las palmas calientes en su espalda. esto la tranquilizó. de repente se quedó dormida. a la niña le salían lágrimas de sus ojos cerrados. 

            La primera vez que conoció a belisario, le agradó lo tosco que era. le gustó el toro en su mirada. pero después de cinco años de gritos, escupa y golpes, fue donde una bruja quien le dijo que si no se separaba de ese hombre uno de los dos se iba a matar.

―y aunque lo quiera o no, usted siempre va a estar ligada a ese hombre. 

fátima llenó las maletas y se fue para siempre de ese pueblo. 

            Una noche, en una borrachera la hijuemadre, belisario se las arregló para encontrarla y se trepó las altas paredes del patio de la casa de la mamá de fátima. esa misma tarde, fátima vio una iguana justo en la puerta de la casa. fue esa noche que soñó con la iguana de nuevo: los ojos del reptil eran de color sangre viva.

            Fátima se sentó al pie de la cama y sirvió dos vasos de agua de una jarra de vidrio en su nochero. ella sabía que venía belisario.            

            Belisario se tomó un largo trago de cerveza, trató de caminar, pero tambaleaba de un lado a otro. abrió la puerta del cuarto de fátima y de repente, agarró la botella del pico y azotó la parte gorda contra el nochero de madera. así manchó la almohada de la joven de cerveza y vidrio. 

            belisario se reía y esperaba que ella también se riera, como si le acabara de contar un chiste.  

            —si no regresas conmigo, te mato—trató de apoyarse contra la pared.

—perdóname mi amor.

            él la trató de agarrar del brazo. fátima, se desenlazó y gritó como si fuera una niña y una pantera a la vez. le tiró el vaso de agua en la cara. el vidrio explotó en su frente, cortándolo en forma de cruz. belisario, dio un salto para enterrarle la botella partida de cerveza, pero se tropezó con su propia pierna y se cayó bocabajo. así se enterró la botella profundamente en su vientre. ella se agachó al lado de él y decidió no ponerle sus manos en la herida. la sangre de belisario se salía de su vientre como un río desbordado. chorreando lagrimas ella lo miró a los ojos.

—cuanto te quiero, bonita—dijo él y murió. 

            En ese momento, fátima se sintió como una tortuga libre nadando en el mar—el agua cristalina, llena de rayos solares.





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