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Desde la cárcel

Cultivando la tierra, sembrando imagen y cosechando cultura

En la huerta de BGI

Por Javier Flores
November 2009
Estaba en la huerta del  Bard’s Garden Initiative, BGI, cuando alguien me pidió que lo ayudara a sembrar lechuga. Lo primero que pensé fue si me lo preguntaba porque soy mexicano o por otra razón. La gente automáticamente asume que soy experto en el cultivo de vegetales por ser mexicano. Iba a ayudarlo de todas maneras, pero quise ver su reacción así que lo miré serio y le dije, “¿Por qué me preguntas a mí? ¿Porque soy mexicano?”

Sorprendido por mi respuesta contestó, “no, no pienses eso. Veo que tu lechuga está creciendo bien y quiero que la mía crezca igual”. Sé que mentía. El no se esperaba que fuese tan franco. Antes me acomplejaba que la gente me catalogara sin conocerme. Ahora me siento orgulloso de mi persona y mi cultura.

Antes de terminar de ayudarlo le dije con una sonrisa medio cínica, “¿Sabes algo? Yo en realidad no sé lo que estoy haciendo. La gente piensa que porque soy Mexicano sé de agricultura, pero no sé nada”. “¡No sabes!” me contestó sorprendido. “Claro que no. Yo crecí en una ciudad. No todos los mexicanos somos del campo,” le contesté sintiendo un segundo de triunfo al haberle arruinado su idea sobre los mexicanos. Se quedó pensativo por un rato y dijo, “Aun así, confío en ti. Tu lechuga se ve bien saludable.”

Cuando le comentaba esto a un amigo, me señaló, “aunque no sabes lo que estás haciendo, esto es parte de tu composición genética”.

Lo peculiar es que estamos en una prisión

Me pregunto cómo los participantes Latinos en el jardín definen su identidad entre las opiniones negativas de los demás. Después me di cuenta que para varios de nosotros esto era una experiencia terapéutica en el sentido que nos ayuda a olvidar este lugar. Pero al mismo tiempo engendró una nostalgia por un patio con árboles de mango, guanábana, y cacao en mi país. Y no estaba solo en este sentimiento. Esta experiencia trajo a la luz una conexión sutil no solamente entre la identidad de los participantes con su cultura, sino también entre la familia y la comunidad Latina en los Estados Unidos y cómo son vistos por los demás.

El proyecto Bard Garden Iniciative (BGI) fue iniciado por dos estudiantes de Woodbourne en colaboración con el programa TLS de Bard College y tiene como propósito crear consciencia sobre temas ambientales y prácticas auto-sostenibles en el consumo de alimentos. El tema del proyecto es la compasión, y dona al menos la mitad de la cosecha a refugios para desamparados.

Lo peculiar de este caso es que estamos en una prisión. Esto hace todo más difícil. Aquí, identidad y reputación se definen por las acciones. Muchos presos piensan que hacer un jardín, tirarse en el suelo y ensuciarse la ropa es algo degradante o indigno. La gente siempre tiene algo que decir al respecto, y por lo regular es negativo. ¿Por qué me molestaba la ignorancia de la gente? Mi molestia era sinónimo de una erosión cultural a consecuencia de mi inmersión en una cultura consumista donde el triunfo se mide por la posesión de objetos materiales.

Un diálogo con mis compañeros recalcó experiencias sobre temas que como Latinos confrontamos día a día en este país. Rey, un estudiante puertorriqueño con un bachillerato en estudios sociales, me contó que la gente intenta devaluar sus logros. “Dicen que estoy haciendo el trabajo de esclavos, y otros me preguntan cínicamente si esto es lo que vale mi diploma: nada.” Esta actitud predomina en muchas de nuestras comunidades urbanas.

La idea del Sueño Americano no incluye la jardinería, la agricultura, o la labor esforzada. Las nuevas generaciones no dicen que les gustaría ser ganaderos y campesinos, la mayoría quieren ser millonarios.

Carlos, otro estudiante, dice que en este país, “ven al Jíbaro, el símbolo del campesino puertorriqueño, como un ser inferior”, aunque para Carlos es casi un elogio. Como mexicano, los estigmas son más generales. Unos me llaman Juan Valdez (el del café Colombiano), otros me preguntan cuándo voy a empezar a vender naranjas o me encargan una docena de rosas. Otros me dicen que como inmigrante, esto es lo que sé hacer o debo de hacer en vez de ir a la universidad. Para nosotros, contemplar esta clase de comentarios sería como dar dos pasos hacia atrás. Y la verdad es que los participantes Latinos de la huerta no nos definimos por las opiniones de los demás.   

Rey me comento que antes se avergonzaba de que su familia fuera la única en su vecindario que sembraba vegetales mientras sus vecinos compraban en supermercados. Peor era cuando tenía que cortar el césped mientras sus amigos se reían porque no podía ir a jugar con ellos. Platicando en el jardín me comentó, “sabes una cosa, se me olvidó decirte que ya no me da pena”. Me explicó que ahora se siente seguro de sí mismo como persona —como puertorriqueño. Antes se avergonzaba porque no quería ser diferente a sus vecinos. Ahora entiende que eso fue lo que su mamá aprendió de su abuela, y lo que ella quería enseñarle.

Carlos se identifica como un Jíbaro moderno. Quiere revolucionar la imagen del Jíbaro urbano. Se imagina en techos de viviendas públicas vestido en shorts de mezclilla, camiseta blanca, botas Timberland, y gafas de sol construyendo jardines para la comunidad. Para mí, la autoridad que la gente me otorga, me embriago de arrogancia en mi Mexicanidad. Y si los mexicanos tenemos fama de vendedores ambulantes, me da orgullo saber que mi gente es digna y trabajadora.

Este proyecto ha engendrado una nostalgia sana por un pasado que nos transporta al espacio familiar. Y esto nos pone cara a cara con nosotros mismos. Mis compañeros me confiaron que el tema del jardín fue algo que generó conversaciones y planes con sus familias. Rey dice que su mamá no le creía al principio, y hasta le dijo “Tú, ¿en una finca? No seas embustero”. Pero después, cuando le contó cómo crecían las plantas, le creyó. Ahora ellos comparten secretos de jardinería. Él dice que cuando le toque regresar a casa quiere crear un jardín para compartir con su familia. Quiere aprovechar el tiempo para construir una relación saludable con su familia. Carlos también dice que ha encontrado algo más de que hablar con su familia. Por mi parte, he seguido el plan de Rey. Mi hija me mira y sólo dice que sí, que construiremos un jardín para nosotros. Y aunque es muy reservada, sé que un día me esperará con una pala en la mano y unas semillas para sembrar.

Se cosecha mucho más que verduras

El BGI, al reforzar nuestros lazos familiares, también nos acerca a nuestra comunidad latina y engendra consciencia sobre el significado e imagen de quiénes somos como personas y como Latinos en los Estados Unidos.

Por mi parte, esta experiencia me hizo entender una realidad que rechazaba en el pasado.

En una conversación con un amigo le dije, “primero que nada, lo mas que me molesta es que la gente te juzga sin conocerte”.

“La gente siempre critica,” me contestó. “Y eso es algo que no puedes cambiar”.

“Creo que les satisface su ego sentirse superior a los demás. Especialmente cuando miran a obreros, campesinos, o floreros ambulantes y denominan a todos los Latinos por igual”.

“Pero tú sabes que eso no es todo, y eso es importante. Además, que se sientan superior a que lo sean es muy diferente”.

“Dime,” le pregunté, “¿Por qué no dicen nada de la jueza en la corte suprema o de esos dos astronautas que fueron al espacio recientemente, estas personas también son latinas?”

“Estoy de tu lado y tienes mucha razón. Pero,” me miró seriamente y luego sonrió, “piensa también que sin el uno no hay el otro, y al final del día—los dos representan la cultura Latina y juegan su parte en este país. Somos los dos”.

Satisfecho, le dije, “esto es lo que quería escuchar. Te veo en el jardín”.

 *Adaptado de un ensayo para la clase Introducción a la Antropología del Profesor Suzuki de Bard Prison Initiative, Woodbourne Correctional Facility.

 

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