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Kate con dos amiguitas aucarinas
Kate con dos amiguitas aucarinas

Recuerdos de...

El sueño americano desde la sierra del Perú

August 2008

La antropóloga sale al “terreno”…

 

Apenas entregué mi último trabajo del semestre, estaba juntando mis cosas para viajar al Perú. Mientras revisaba mi diccionario quechua y contaba mis cuadernos, pensé en la tranquilidad, la belleza y la bondad de la gente que me acogería en el pueblito andino de Aucará. Me esperaban dos meses de trabajo intenso para completar mi investigación preliminar de doctorado en antropología social, y también de batallas constantes contra los bichitos que siempre agarran a los viajeros acostumbrados a tomar agua y comida demasiado procesadas. Pero más importante, me esperaban dos meses de vivir en la sierra, respirando aire limpio, lavando mi ropa con el agua cristalina de manantial, trepando por los cerros para conocer las chakras (cultivos pequeños), cantando y bailando huaynitos y carnavales ayacuchanos. ¿Qué más podría desear?

 

Durante estos dos meses disfruté todo lo que había anticipado, pero al mismo tiempo descubrí que para muchas personas en Aucará sí hay más que desear, y estos deseos se proyectan en la imagen de la buena vida en los Estados Unidos. Mientras respondía a los mismos comentarios y preguntas una y otra vez, sentía algo de responsabilidad por desmentir los mitos que se han creado sobre mi país y su supuesta superioridad con respecto a Perú.


Los “informantes” entrevistan a la investigadora

Aucarina/o:       ¿Y usted tiene su casa grande allá?

Kate:                No. Tengo un departamento pequeño no más, que arriendo.

 

A:         [tocando mi mano] Allá todos son blanquitos como usted, ¿verdad?

K:        No.  Algunos no más somos blancos. También hay mucha gente negra, y otros parecidos a ustedes. Hay gente de todos colores, de todas partes.

 
A:         Allá debe ser puro inglés.

K:        La mayoría de la gente sí habla inglés. Pero también hay muchos que hablan castellano. Y hay muchos inmigrantes que hablan otros idiomas.

 

A:         Allá es muy bonito, ¿no es así?

K:        Sí. En algunas partes. Acá también es muy bonito.
 

A:         Allá debe ser todo como Lima, con edificios grandes.

K:        Sólo hay unas pocas ciudades grandes como Lima. La mayoría son pueblos pequeños. Pero Lima es feo. Las partes bonitas de mi país son los parques y los campos, como acá.

 
A:         Acá somos muy atrasados.

K:        Tienen menos tecnología sí, pero la tecnología no siempre es buena.... Y acá los niños son más respetuosos, más pacíficos, más responsables….

 

A:         Quisiera irme para allá a trabajar.

K:        ¿En qué?... Si va a trabajar en cualquier cosa no vale la pena. No vive bien la gente que gana sueldo mínimo. Apenas sobreviven con dos trabajos a tiempo completo y muchas veces con jefes que no les tratan bien. Acá ustedes tienen su propia tierra aunque sea pequeña, y ustedes son sus propios jefes….

 

A:         ¿A cuánto está el pasaje para allá?

K:        Más o menos $800 dólares. 

 
A:         ¿Me puede llevar para allá?
K:        [risa incómoda] No. No se puede.
 

Reflexionando sobre los sueños y las realidades...

 Aunque creo en las respuestas que he dado, no puedo sacarme la sensación de que soy hipócrita. ¿Cómo puedo pararme aquí, una ciudadana de los Estados Unidos que disfruta de un empleo que me permite viajar a cualquier parte del mundo y regresar a mi país, y decirles a mis amigos peruanos que ellos no deben desear lo mismo?
 

Si el sueño americano es una fantasía o una realidad, cada uno tendrá que decidirlo. Sólo espero que con el trabajo que he iniciado en esta escuela y comunidad campesina pueda contribuir al menos un poquito a reemplazar este sueño (norte) americano con un sueño peruano. Espero ver a mis amiguitos de la escuela crecer soñando con construir un Perú donde puedan vivir bien, en vez de aspirar a una vida perfecta y lejana que quizás ni siquiera existe.

 
 
* Kate Grim-Feinberg es estudiante de doctorado en el Departamento de Antropología, Universidad de Illinois en Urbana Champaign, y graduada de Bard College, viajò a Perú gracias a la Fundación Tinker y el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de la Universidad de Illinois, y del Departamento de Antropología en la Universidad de Illinois.



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