La Vida de los Otros (The Lives of Others), 2006

June 2007

La Vida de los Otros es un drama morado con tintes de suspenso y cubetazos de revisionismo a la nostálgica visión de la Alemania del Este abogada por filmes-prozac como “Adiós a Lenin”. En estos tiempos de Guantanamazos, el Patriot Attact y escándalos que involucran a la CIA, es de absoluta relevancia ver esta película, ya que trata de la intromisión del gobierno y de los abusos de autoridad en departamentos cuya rendición de cuentas no está muy claramente ligada a la protección de los ciudadanos.

La primera película de Florian von Donnersmarck nos lleva a la República Democrática Alemana de 1984, ‘muy lejos del glasnost,’ para mostrarnos el dilema en el que se encuentra Hauptmann Wiesler, un agente ejemplar de la Stasi (la policía secreta de la RDA), un firme creyente en los cantados fines del sistema autoritario en turno. En fin, un accidental subordinado de un ambicioso funcionario de nombre Antón Grubitz. Grubitz encarga a Wiesler una tarea: espiar al ciudadano Georg Dreyman, cierto escritor aparentemente insospechable cuya consorte, la actriz Christa Sieland, despierta los más lúbricos apetitos en el honorable Ministro de Cultura, a quien, desde luego, Grubitz desea agradar.

Wiesler realizará su trabajo con el intachable profesionalismo que lo caracteriza, aunque con el tiempo, se volverá tan apático a los motivos de su misión y tan familiarizado con aquellos a quienes espía, que su alma terminará afrontando un tremendo conflicto cuando Dreyman se vea finalmente involucrado en una empresa tan antirrevolucionaria como lo es la libre expresión. Wiesler, pues, se verá forzado a elegir entre su futuro profesional y una oportunidad para hacer el papel de un fugaz ángel guardián.

Camaradas, renten esta película galardonada con un premio Oscar y descubran qué camino toma Wiesler. En el proceso experimentarán la rara sensación de llorar en un filme cuyos personajes no despiertan la menor simpatía. Además, se esclarecerá cómo es que el baile desmedido de codicias, envidias, engaños y trampitas no respeta utopías ni instituciones creadas con las mejores intenciones, tales como servicios secretos y estados dirigistas. 

 

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