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Mi vida como inmigrante

Historias de jóvenes latinas

Por Gloria Ghedini
April 2010

Dos jóvenes hispanas nos hablaron de sus experiencias en los EE. UU. como parte de la serie Justice for All, el 21 de febrero en Vassar College. Gabriela narró su verdadera odisea para llegar a Nueva York desde su país, El Salvador. El reverendo Richard Witt, director del Ministerio Rural Migrante hizo las presentaciones.

 

Comencemos con Joanna, que habló primero. Ella nació aquí, pero contó que su madre, que trabaja pelando cebollas cinco días por semana con un sueldo de $10 por día, pasó diez años sin ver a sus otros dos hijos, que estaban en México. Ahora están reunidos. Joanna no ha sufrido intolerancia en su escuela secundaria y se ha hecho miembro del grupo juvenil de arte: Youth Arts Group. El YAG es un grupo de estudiantes de secundaria que buscan el cambio social a través del arte, en temas tales como racismo en la escuela, violencia de género, acceso a la universidad para estudiantes indocumentados y justicia para los trabajadores agrícolas.

 Después habló Gabriela, cuyo inglés es perfecto, a pesar de no saber nada del idioma cuando llegó aquí hace 3 años. Su mamá también dejó El Salvador para mejorar la vida de su familia. Los pobres en El Salvador no tienen esperanzas de adelantar y viven con escasez de todo. Con tan solo 13 años, Gabriela tuvo la responsabilidad de traer a sus hermanitas con ella para reunirse con su madre. (El padre abandonó a la familia, cuando la más pequeña tenía 5 meses.). Su madre había hecho arreglos con un conocido para servir de guía a las tres muchachitas, pero después hubo otros guías, que Gabriela no conocía.

 Pasó por momentos de gran tensión pero también fue invitada a casa de una familia muy pobre en México, cuando una hermana se enfermó por 8 días. Lo único para comer y beber era leche y galletitas, y Gabriela dice que ahora no quiere tener que comer nunca más galletitas. (Y así fue después de la charla cuando hubo refrescos). Todavía en México, la misma hermanita se enfermó de nuevo y esta vez se quedaron en la casa de unos adictos a la marihuana. Para su gran susto, Gabriela aprendió que un hombre acababa de ser asesinado en esta casa, a causa de la marihuana.

 La mayoría del trayecto lo hicieron en autobús, pero también bastante a pie. Atravesaron el Río Grande en un barquito, y al llegar a Texas, Gabriela se pinchó con los cactus. Por dicha, a las muchachas las esperaba un chofer que no reconocieron: un tío. Antes de eso, se quedaron con una señora cuyo esposo estaba en la cárcel por abuso doméstico. Gabriela se siente triste de que haber perdido las señas de la víctima, quien le rogó que encontrara ayuda. Al final, hubo un encuentro lindísimo con la madre en Nueva York.

Gabriela, igual como Joanna, se encuentra bien en su escuela y también se ha hecho social del Youth Arts Group.

Ambas chicas admiran tremendamente a sus mamás, quienes las apoyan y las empujan a seguir con la educación. Cada una desea ser doctora.  Pues, aquí tenemos una historia de gran esperanza. Al conocer a las mamás, aproveché para felicitarlas y a la mamá de Gabriela, le aconsejé cocinar pupusas para vender. ¡Conmigo tiene un buen cliente!


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