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Sueño Americano

4 de marzo

Por Juve Santiago Méndez
April 2014
Desde un rincón de mi habitación veo una vieja película, una de esas que disfrutaba ver en la sala de mi casa las tardes de domingo, en compañía de mi familia. Espero a las 12 de la noche. Mientras llega esa hora, por mi cabeza pasan muchos recuerdos, muchas sonrisas, muchos lugares. Llegan a mi mente los dulces gestos de mi madre, acompañados de sus cálidos besos, sus mimos y abrazos arrullo de estrellas.  

Por fin dan las 12 de la noche, la hora que ansiosamente estaba esperando. Me siento frente a mi inseparable computadora y del interior de mi escritorio saco y abro una botella de coñac XO Remy Martin, que tenía reservada para este momento. La sirvo lentamente, en una copa Swarovski. Su buqué me transporta a aquellas viejas reuniones con mis amigos, y los sabios consejos de mi padre. Al ritmo de pequeños sorbos de este elixir francés, veo pasar con tristeza los minutos. Mi alma se llena de melancolía y con un profundo suspiro añoro viejos tiempos.

Recorro mi estudio y llego frente a un espejo, intento recordarme 6 años atrás, cuando decidí venir a probar suerte en este país. Por más que busco la cara de aquel joven de 25 años no logro encontrarla, en su lugar veo un rostro cansado y triste, que sueña con regresar a su México, lindo y ¡qué rico!

Nuevamente tomo mi lugar frente a mi escritorio, contemplo tres cajas, me decido por abrir la más grande, que guarda una chamarra Armani. Mientras me pongo mi nueva prenda abro las dos cajas restantes; saco un reloj Gucci y un perfume del mismo diseñador. Antes de darme cuenta una lágrima cae sobre ellos y con mi voz entrecortada me susurro a mí mismo HAPPY BIRTHDAY JUVE.

Aquellas prendas, mi auto regalo, las había escogido meticulosamente, y ordenado para que llegaran el día de mi cumpleaños número 31. Con tristeza me doy cuenta que el elegante corte y las finas telas de mi nuevo abrigo no me darían el calor de un abrazo sincero de cumpleaños de mi madre, mi padre, mis hermanos, mi hija y mis amigos. Con mis ojos llorosos en esa solitaria habitación contemplo mi copa de coñac y recuerdo mis pasados cumpleaños en México en donde brindábamos con “tonaya” de a 10 pesos el medio litro y chocábamos los famosos vasos rojos desechables para decir salud.

Ya con una copa encima, inclino mi silla y cierro los ojos para saborear con mi memoria el delicioso aroma que impregnaba mi casa con aquellos deliciosos manjares que mi madre cocinaba para tal evento, era el aroma más exquisito en comparación con cualquier fino perfume que el dinero pueda comprar. Mientras estos recuerdos se desvanecen lentamente en una nube por el abuso del coñac, intento limpiar mis ojos de lágrimas y ver la hora en mi nuevo reloj de diseñador. Con mi vista borrosa puedo alcanzar a ver la hora y esa hora es: de volver a mi México.

Llega la mañana y me apresuro para alistarme e irme a trabajar. Me detengo un minuto frente al espejo y reflexiono sobre mi vida en los últimos años, al mismo tiempo digo en voz baja “gracias Dios que aún no me veo Viejo” (la vanidad ante todo).

El resto del día de mi cumpleaños transcurre como un día normal. En el tiempo que he trabajado ahí nunca nadie me había preguntado por mi cumpleaños. Antes de acabar mi turno y cuando aquel 4 de marzo llegaba a sus últimas horas, me gritan con urgencia desde un lugar de mi trabajo. Apresurado corro con una compañera y cuando llego al punto solicitado, brincan sobre mí muchos gringos cantándome HAPPY BIRTHDAY. Entre hurras y felicitaciones me entregan un pequeño pastel con una vela prendida y con la leyenda en el plato “SUPER JUVE”. Fue tanta mi sorpresa que no supe qué decir, mi inglés se me olvidó, pero el objetivo de mis compañeros estaba cumplido: poner una gran sonrisa en aquel serio rostro latino.

Cuando decidimos venir a este país nos olvidamos de esos pequeños detalles que nos hacen felices. En su momento quizás no los valoramos, pero cuando ya no los tenemos nos hacen tanta falta. Al final del día camino hacia a mi casa y sonriente miro al cielo y bajo el manto de estrellas noto que la luna es más brillante. Me doy cuenta de que soy afortunado que aunque esté lejos de mi familia y seres queridos, ellos piensan en mí como yo pienso profundamente en ellos. 



LA VOZ, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson

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