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Cuento

Principe Azul

Novela por entrega parte 7

Por Robinson David Martínez
April 2011
En el último capítulo, el Príncipe Azul recibe una transmisión telepática de la experiencia que tuvo Delni con los sombra-humanos. Delni esconde el bebé en una canasta de pan y le pone su amuleto de cuarzo rosado. Para evadir el peligro que se aproximaba, Delni se concentra y se convierte en una estatua amarilla pastel: sentada con los pies cruzados y la mano extendida como diciendo:¡paren!

la puerta de la cocina se abrió. el aire se volvió opaco con la vaporosa toxicidad de un amarillo-orina.  

 

un sombra-humano observó la cocina desde el umbral de la puerta abierta. vibraba intermitentemente entre dos estados: de una sombra gris oscura casi transparente a la solidez de un ser humano con brazos y manos de color gris claro, fríos al tacto.   

 

el hombre-sombra se paró frente de la estatua amarilla. de la palma de la mano extendida de delni se iluminó un ojo verde luminoso. de ahí salieron siete abeja-luciérnagas, una para cada chacra. el hombre-sombra trató de desmaterializarse, pero antes de que su cuerpo se desintegrara, una abeja lo picó en el pecho. el hombre-sombra gritó con dolor. su piel era un polvo gris-oscuro que se desprendía, exponiendo su piel humana. 

 

"¡ya no más!" dijo el príncipe azul.  

 

la visión de delni se desvaneció. el príncipe cayó de rodillas mientras el olor a cadáveres putrefactos llenaban sus pulmones. se oían mil moscas. 

 

el príncipe sentía que lo que acababa de experimentar era una mentira. en su pecho había una mezcla de tristeza, rabia y miedo ante la frialdad de los sombra-humanos.

 

estaba sentado en posición samurai. miró su reflejo en la pared de ladrillos de plata. la textura de su piel azul se volvió oscura y acuática. por todas sus venas veía luciérnagas tratando de volar en un líquido sucio. 

 

sentía una profunda tristeza. sus ojos se llenaron de lágrimas color carbón. mil moscas volaban a su alrededor. una mosca se posó en su mejilla, probó de su lágrima y salió volando de nuevo.  

 

el príncipe quería la muerte. trató de levantarse. no pudo. un dolor crecía en su estómago. lloró y lloró.  

 

las cuerdas del arpa, que por tantos años habían llenado el palacio de dulzura, estaban destrozadas, el marco de madera quemado.  

 

el príncipe sintió algo peculiar: algo subía de su estómago a su pecho. cuanto más lloraba, más subía hacia su garganta un sentimiento doloroso. le ardía la frente. en la pared de plata veía su reflejo y de su entrecejo veía salir humo.  

 

sentado en posición samurai, el príncipe lloraba un dolor profundo y antiguo--no sabía de donde venía. el dolor de estómago aumentó, algo se le movía. a través de su piel, vio una luz brillante moviéndose y empujando hacia arriba, parecía un pedazo de carbón casi líquido. trató de sacarlo, pujando, pero se le atoró en la garganta. hizo fuerza y expulsó un pegajoso pedazo oscuro de viscosidad que latía y que tenía pegado a él, unas cuerdas largas y oscuras (como una mezcla entre cabello y lombriz) que sobresalían de la boca del príncipe. sabían a vino podrido.  

 

el príncipe, estremecido, recordó que en estas situaciones usualmente sentía miedo, pero por alguna razón no había pánico, ni asco--algo que le pareció interesante. observó esa repugnante viscosidad y sus cuerdas que sentía en su esófago. se miró en la pared de plata y vio su corazón rosado conectado a docenas de estos cabellos oscuros que succionaban pedacitos de luz rosada. veía como estas chispitas de luz rosada pasaban a través de las cuerdas oscuras, llegando a la viscosidad--allí, la luz se apagaba, haciendo palpitar a este conjunto pegajoso con energía emocional robada.  

 

boquiabierto, el príncipe observaba casi con maravilla.   

 

el dolor de estómago se le fue. sintió la sensación de un vacío placentero. suspiró. tosió. eructó. escupió más cuerdas. se movían en su estómago y en su boca como si fueran lombrices, nadando, haciendo fuerza para permanecer arraigadas a su corazón rosado. lo interesante era que aparecían y desaparecían con el ritmo de su propia respiración. las sentía en su garganta como una fría vibración y en su pecho por un breve momento, y de repente, desaparecían y no las sentía para nada. se limpió la boca de esta tinta.

 

la viscosidad, en su charco negativo, palpitaba cada ves más lento.  

 

una gruesa cuerda oscura se movía en su estómago. el príncipe estornudó y salió volando el cabello-lombriz, torciéndose, como si buscara algo. mientras se movía, el príncipe sentía un dolor en su corazón, como si estuviese a punto de perder algo. sintió miedo, aunque al mismo tiempo, algo en él sentía un vacío pacífico delicioso. la cuerda se conectó con la viscosidad oscura y en ese momento comenzó a palpitar. simultáneamente el príncipe escuchó la voz familiar de su diálogo interno, haciendo mil sugerencia-pensamientos nocivos, ocultándose detrás de sus retinas y detrás del tímpano en el oído: "¿qué me está pasando? ¡me voy a morir!  ¿por qué te fuiste? ¡qué egoísta! eres un imbécil. crées que te las sabes todas..."

 

sintió remordimiento y lástima por sí mismo. se sintió confundido. lloró. su nariz goteaba. le dio rabia pero le duró poco. sintió un terror inimaginable. sus dientes temblaban.  

 

"¡pensamos que eras un guerrero", dijo una voz anciana, riéndose histéricamente.  

 

"¿quién está ahí? yo--yo ¡SOY guerrero!"

 

"¿deseas papel higiénico, señor guerrero?" dijo el extremadamente pequeño hombre barbudo tratando de contener su risa.  

 

en ese instante, el príncipe tuvo un viejo recuerdo. tuvo una oleada de coraje y con toda su fuerza mordió el cabello-lombriz cortándolo.  

 

"aaaaaaaaaah!" gritó el príncipe por el gran dolor que el acto le causó.




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