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Cuento

Jornada Hacía el Sol

Por Robinson David Martínez
March 2009

Camilo era un niño muy curioso. le gustaba jugar a correr alrededor del árbol de su casa lo más rápido que podía. Hasta que se tiraba al suelo y miraba hacia arriba, viendo como las ramas y las hojas continuaban dando círculos alrededor de él. 

así fue que camilito comenzó a pensar en el sol por primera vez. tirado allí, mareado por las vueltas, puso su manito en la frente para tapar la fuerte luz. hacía mucho calor. en su mano extendida, las gotas de sudor se deslizaban por los dedos y se acumulaban en la base del pulgar.   camilo estaba acostado. vio como una de las gotas de sudor parecía llenarse de rayos, formando una pequeña gota de luz. camilo se quedó mirando la gota sol. 

la gota de sol se desprendió de su piel y cayó en todo el centro de su pupila. 

"¡aaaah!"

camilo entró gritando a la casa. su papá se estaba alistando pa salir de pesca. 

"¡papá! ¡papá! ¡el sol me cayó en el ojo!"

el papá sonrió y examinó el enrojecido ojo del niño. 

"vas a estar bien, hijo", dijo él y le dio un beso en la frente. 

hacía mucho calor y había mucha humedad. camilo salió corriendo por el caminito del bosque. al llegar a la cascada, sin pensarlo dos veces, se tiró al agua fría, verde y cristalina. camilo se sumergió y sentía que era un delfín gris nadando, escuchando el sonido de sus movimientos debajo del agua. 

cada vez que sentía tristeza, rabia o culpa por algo, iba hacia la cascada y se tiraba en la piscina natural y apenas el agua tocaba su piel, todos sus problemas se desvanecían. camilo se quedó flotando boca arriba, mirando hacia el cielo. miraba al sol con los ojos entreabiertos. quería abrir sus ojos y mirarlo fijamente pero le dolía hacerlo. los cerró y se quedó flotando.   

"quiero jugar con el sol", pensó. 

el sol siempre caía detrás de la cordillera. camilo vio la montaña más alta y pensó que si llegaba allí cuando el sol cayera, podía estirar la mano y agarrarlo como si fuera un mango colgando de una rama. 

al día siguiente salió de su casa muy temprano. caminó y caminó. el calor era insoportable. era el sol de las doce del mediodía. vio un árbol enorme. 

camilo tenía sed, hambre y sus pies descalzos le dolían de tanto caminar. se acostó en la sombra, al pie del árbol y quedó instantáneamente dormido. 

soñó que era una calavera azul caminando en el desierto. sus huesos parecían el cielo. 

un dolor en la cabeza lo despertó. vio un mango maduro al lado de él mientras se sobaba la cabeza. lo tomó en sus manos ¾estaba maduro, verde-rojizo. le dio mordiscos hambrientos y el jugo se le deslizaba entre los dedos y las muñecas. 

por unos momentos, a camilo se le había olvidado el asunto del sol. lo buscó en el cielo. nada. había varias nubes grises y había oscurecido. un relámpago iluminó el cielo y tres segundos después, un tremendo trueno explotó en el aire. camilo miró hacia la cordillera y con temor siguió su camino. comenzaron a caer gotas gigantescas. se dio la vuelta y decidió quedarse al lado del árbol. sintió como si una pelota de béisbol hubiera caído a su lado. era un mango. después otro mango cayó y otro, y otro. camilo sintió miedo porque pensó que se iba a morir a punta de mangos. se acuclilló lo más cerca del tronco, tapándose la cabeza. lleno de pavor, vio cómo los relámpagos iluminaban formas en las oscuras nubes: un pájaro con las alas abiertas. una cara fea riéndose. en un árbol cerca de donde él estaba, se escuchaba una bandada de cuervos. arr, arr, arr, arr. camilo temblaba de miedo y frío. se quedó dormido abrazándose a sí mismo. 

casi despierto, con los ojos todavía cerrados, camilo sintió el calorcito del sol en su cara, en sus brazos y en su pecho. una familia de loros estaba haciendo fiesta con los mangos en las ramas más altas. los loros jugaban y peleaban y gritaban. hacían mucho ruido. un loro verde de corona roja enterraba su pico en uno de los tantos mangos alrededor del niño. camilo tomó otro mango, enterrando sus dientes en la pulpa. qué delicia ¾dulce y jugoso era ese mango. 

camilo miró hacia arriba y le dio risa lo apasionados que eran los loros. luego se quedó mirando la cordillera. el loro que había comido al lado de él salió volando en la misma dirección.

a camilo le dolían los pies aún más que el día anterior. sus músculos estaban tensos y todavía estaba cansado porque no había dormido bien. dudaba de sí mismo, pero igual siguió su jornada hacia el sol, sus manos pegajosas de mango. 

caminó y caminó empapado de sudor.

se asombró al ver un pájaro en la distancia volando hacia él. era el mismo loro verde de corona roja y en sus garras traía algo redondo ¡un mango! el loro lo soltó en el aire cerca del niño. camilo sonrió porque nunca había a visto un pájaro tirar un mango en el cielo azul. camilo corrió donde calculaba que iba caer. limpió el mango con la camisa y se lo comió mientras siguió caminando.

"gracias, loro". 

el sol ya se estaba poniendo y al fin camilo casi llegaba a la jungla, en la base de la montaña. ahí se vislumbraba el sol entre la densa fauna. 

caminaba tratando de ver por donde pisaba porque en la jungla, como le había enseñado su papá, si pisaba mal y lo picaba algo podía morirse. la jungla se puso más oscura aún. camilo comenzó a correr. el hambre y las ganas de atrapar el sol eran más grandes que el miedo de pisar algún insecto. camilo corrió y corrió, moviendo plantas y ramas con las manos. una rama le cortó el ojo, entonces le tocó correr con un ojo cerrado. 

trotaba y lloraba, pero seguía su aventura, su camino de corazón. 

se oscureció todo y camilo se dio cuenta que ya no iba a alcanzar al sol. le dio rabia y siguió corriendo y llorando y no sabía por qué le dolía tanto. 

ya no más. camilo estaba exhausto pero todavía bravo. se dejó caer al suelo. le pegaba puños a la tierra. cerró los ojos y hundió su cara en el barro, como si la tierra fuera una ventana especial donde sólo se ve si cierras los ojos. 

camilo alzó la cabeza y vio una pequeña chispa de luz en la distancia. escuchó un búho, pero también se escuchaban risas como de monos o brujas ahogándose de la risa. 

camilo estaba en una oscuridad total. sentía el ardor de su ojo y las heridas en sus pies. vio más chispas de luz. se prendían y se apagaban. aparecían más y más luciérnagas. camilo sentía el barro en la cara, pies y manos. la antorcha de su corazón se prendió de nuevo. nunca había visto luciérnagas en su vida. pensó que estaba en la presencia de espíritus mágicos. las luciérnagas lo rodeaban. oscuridad y luz.

camilo se paró y levantó los brazos sonriendo. no sentía miedo. no había peligro. todo dejó de existir excepto las luciérnagas que se prendían y se extinguían con el sonido sutil de una vibración. miles y miles de estos animalitos de luz lo rodearon y luego se posaron en su piel. él sintió la vibración de su luz en su cuerpo. sintió que lo llenaban de luz. camilo se prendía y se apagaba con cada respiración. tuvo un pensamiento: en los pulmones está la luz. camilo sintió que se elevaba. se sintió ligero, sin peso. su piel brillaba. flotaba. primero lento, luego más y más rápido y entre más veloz iba, más brillante, más se iluminaba su cuerpo y las miles de luciérnagas en su piel. camilo voló tan rápido en la vastedad de la galaxia. vio la tierra y voló alrededor de ella sintiendo pura luz en sus venas. sintiendo una sensación de extrema felicidad, que jamás había sentido en su vida. 

cientos de luciérnagas se despegaban de su piel y viajaban a la tierra, la llenaban de luz mientras nuevas luciérnagas brotaban de sus poros. 

camilo abrió los ojos. su piel relucía. estaba dorada y había un resplandor, como una leve neblina dorada que permanecía en el aire con el movimiento de sus manos. escuchaba pájaros nocturnos. escuchó el rugido de una pantera y toda la jungla quedó en silencio. abrió y cerró los ojos y sintió una sensación rara en su mirada, como si tuviera una luciérnaga prendiéndose en cada una de sus pupilas.



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