Los programas de Calderón y López Obrador

 Denise Dresser, politóloga del ITAM, ve los dos programas como dos modos distintos de solucionar los mismos problemas: insuficiente creación de empleos, combate a la pobreza, creciente inseguridad y necesidad de invertir en el suministro de energía e infraestructura para incrementar la competitividad del país en un mundo cada vez más globalizado y para facilitar el acceso a los mercados y a los bienes públicos por parte de los más necesitados.      

Calderón propone ‘meter mano dura’ para combatir la criminalidad, la inseguridad y la corrupción. También propone realizar una reforma energética que permita que la inversión privada complemente la insuficiente inversión. En fin, piensa que, si se garantizan un ambiente propicio a la inversión y un amplio acceso a las oportunidades, la inversión, la innovación, el esfuerzo y los empleos no tardarán en llegar. El resto de su programa se asemeja al exitoso programa implementado por Álvaro Uribe en Colombia.

AMLO, por su parte, propone implementar una política de ‘austeridad republicana’ por medio de una disminución de sueldos de altos funcionarios y representantes públicos y de una mayor vigilancia de los abusos de autoridad. Niega que sea necesaria una reforma energética como la propuesta por Calderón; piensa que basta con canalizar las crecientes ganancias de la paraestatal petrolera PEMEX hacia la inversión en producción y suministro de energía para resolver el problema de la escasez y el alto costo de la energía. Finalmente, propone incrementar la inversión pública en construcción de viviendas e infraestructura para, entre otras cosas, crear empleos directamente.

En teoría los dos programas pueden solucionar o contrarrestar los problemas mencionados. Pero ambos programas tienen cola que se les pise.

 No tan perfectos

En el caso del programa de Calderón, la credibilidad de su política de ‘mano firme’ no es muy fuerte; la explosión de una guerra violenta contra el narcotráfico, por ejemplo, puede ahuyentar la inversión. Para Calderón es un gran reto balancear una política de ‘mano dura’ con una política de atracción y estímulo a la inversión. Además, el estímulo a la inversión es condición suficiente, más no necesaria, para una mayor creación de empleos y crecimiento.

En cuanto al programa de AMLO, basta con recordar lo que dice el semanario The Economist: que la disminución de sueldos de funcionarios y representantes no acumularía fondos suficientes para hacer una inversión de relevancia, aunque sí acrecentaría la corruptibilidad de los funcionarios y representantes, que lucharían por mantener sus niveles de ingreso y ahorro a como diera lugar. También, si se canaliza el ingreso de PEMEX hacia las paraestatales se reduce inmediata y directamente el erario público (que depende en gran parte del ingreso de PEMEX) y esto llevaría, o bien, a disminuir la inversión pública en el corto plazo, o a aumentar los impuestos para mantener el nivel de inversión pública. Para AMLO, que promete no aumentar impuestos y aumentar la inversión pública, este puede ser un gran reto, aunque si los precios del petróleo se mantienen elevados a corto plazo, su propuesta puede funcionar. 

Gane quien gane, lo más importante es que se puedan poner en práctica las propuestas del ganador. Si se tiene a otro ejecutivo mole como a Fox, no pasará ninguna reforma y se mantendrá el status quo, que sólo beneficia al PRI. Ambos candidatos, AMLO y Calderón, proponen formar un gobierno de una verdadera y fuerte coalición para no pasar por los apuros por los que pasó Fox. Ni AMLO es un Chávez ni Calderón un tecnócrata neoliberal; cualquiera de los dos, pues, es una mejor opción que el PRI de los excesos del pasado.    

En julio se elegirá en México al próximo presidente. También se votará por los senadores y diputados federales. Los candidatos presidenciales son cinco, aunque tres acaparan la mayoría de los votos en las encuestas. Felipe Calderón, del partido demócrata-cristiano Partido Acción Nacional (PAN), Andrés Manuel López Obrador (AMLO por sus iniciales), del partido social-demócrata Partido de la Revolución Democrática (PRD), y Roberto Madrazo, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido que se mantuvo en el poder por 70 años previo a las elecciones de 2000.  




 

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