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La recién bajada

¿Bailamos?

November 2006

Cada vez que converso con algún joven latinoamericano de política me quedo con la misma sensación. Un manto de desesperanza y anomia los invade. Votar por tal o cual candidato significa votar por el mal menor. La ola de corrupción que azotó, y azota, a los gobiernos de Latinoamérica en los últimos 15 años, más las oleadas terroristas y contraterroristas han creado una incredulidad muy grande en la democracia.

El Perú, concretamente, con el gobierno de Fujimori y su aliado Vladimiro Montesinos, vio descubierta la corrupción de una de las maneras más burdas que conoce la historia republicana. Fajos de billetes sobre una mesa de negociaciones entre la clase más pudiente (dueños de canales de televisión, banqueros, empresarios) y el corrupto más grande nunca antes documentado, al compás de música criolla, wisky y cocaína.

El gobierno de Alejandro Toledo y su supuesta política anticorrupción no estuvieron lejos de ella y en medio de una comisión de la verdad que ventilaba las más cruentas violaciones a los derechos humanos, edificios populares para la mayoría (con reminiscencias Belaúndistas) y viajes despilfarradores de éste y su esposa belga, los peruanos terminaron votando por

Alan García de nuevo.

En la crisis más dura que conozco de Argentina, luego del corralito, patacones y cartoneros, junto con una escalada delincuencial geométrica, De la Rua huye del país, igual que Fujimori, sin importarle nada. Hoy mismo en México dos candidatos están por asumir la presidencia y en Ecuador parece estar pasando lo mismo. Los shows que los parlamentarios hacen en sus cámaras son las delicias de todos los programas cómicos y de espectáculos. Las campañas electorales son una vergüenza ajena dedicada a sacar temas personales de los adversarios en medio de un derroche de dinero impúdico y una sociedad civil que ya no cree en nada.

El escepticismo frente a los medios de comunicación agrava el panorama, siendo hoy por hoy los periodistas blanco de escrutinio público. La prensa de espectáculos ha subido como la espuma en Latinoamérica convirtiéndose en la cortina de humo perfecta.

 
Ni en la un iversidad
 

Asistí hace algunos años a una conferencia de Humberto Maturana (biólogo del conocimiento) en donde contaba que en su época universitaria (60s a 70s) cuando se le preguntaba a los estudiantes qué esperaban de la universidad, ellos contestaban que herramientas para sacar al país adelante. Cuando yo entré a la Universidad a finales de los ochentas la movida política estaba en su auge y todos participábamos de alguna manera de ella. Hoy las universidades privadas en el Perú hacen firmar a sus ingresantes una carta en donde prometen no hacer actividad política dentro del campus. La anomia no es entonces sólo un

síntoma sino un factor.

La mayoría de jóvenes forman sus ideas políticas a partir de revistas semanales que regalan los diarios más importantes y de los programas cómicos. En la última campaña de Fujimori el que candidateaba para vicepresidente, Francisco Tudela, un hombre de alcurnia peruana, se lanzó a bailar música chicha en un estrado. Ante la pregunta de cómo se había atrevido a hacerlo, él respondió, “a la gente hay que darle lo que pide” ¿Merecemos a los gobernantes que tenemos señor Mario Vargas Llosa? ■

 



 

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