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Ser padres

Pasión maternal, amor de niñera

Un gran sueño no cumplido en la vida personal, sí en el trabajo

Por Naxcheli Cisneros
May 2015

Desilusionada por las carencias en México y con tremendo dolor por la pérdida de su madre, Elsa Ángeles llegó al Valle de Hudson hace nueve años junto con su esposo Lalo en busca del clásico sueño americano en cuestión económica, sin imaginar que iba a poder desempeñar el papel más anhelado en su vida personal, pero en el trabajo, ser  casi mamá.

Dios no le concedió el ser madre natural, después de varios intentos de embarazo y muchos sentimientos encontrados, ella continuó luchando día a día. En busca de trabajo sin saber hablar inglés, se aventó a tocar una puerta  de una residencia en Sharon, Connecticut, que le habían comentado necesitaban una niñera. Una mujer estadounidense la recibió y con señas Elsa le explicó su necesidad de trabajo. Comenzó de inmediato haciéndose cargo de tres niños: Sftil de siete meses, Teo de dos años y  Marjake de cinco años, quienes ahora le tienen una confianza inmensa y se adoran mutuamente. 

Elsa asegura sentirse plena como mujer, pues aunque no tuvo la dicha de tener hijos propios, sus güeros, como ella los llama, le han dado mucho amor. “Ha sido una experiencia muy bonita, llena de amor, sí fue difícil pues me entregaron a un bebé en brazos que no me conocía, debía poner atención a los tres niños y el cansancio llegaba pronto. Sin embargo, desde niña trabajé, así que recargaba baterías de energía con oración y a seguir cuidando de los babies. Hoy agradezco esta bendición porque me han brindado mucha compañía, confianza, detalles, amor, abrazos, sonrisas durante ocho horas diarias de lunes a viernes en nueve años y hasta siguen pidiéndoles a sus papás que yo siga a su lado”, comenta Elsa.

Los retos de aprender a comunicarse con ellos sin saber el idioma inglés la llevaron a conocer las costumbres locales, así como también ella a inculcarles las tradiciones mexicanas de una forma muy divertida. Así lo describe: “Sentí mucho miedo porque no me entendían, menos yo, y a cada rato pensaba que su mamá me quitaría el trabajo por no ganarme confianza y verme en aprietos con los niños, pero  con el tiempo descubrí que con dibujos, señas y juegos ellos se interesaban en lo que les decía. Me han enseñado sus raíces plasmadas en papel y películas, creo que aprendieron español más que yo el inglés. Me piden que les cocine comida mexicana y los consiento mucho en llevarles dulces, pan, chocolates, frituras, etc.”.

Aclara que jamás se impone ante ellos como figura materna, sin embargo sabe que ellos sí la ven de esa forma, “a pesar de que no cumplí mi sueño de ser mamá natural, no me siento frustrada. Al contrario, soy muy feliz como niñera porque de cierta manera sí me volví como la segunda madre de mis güeros, me responsabilicé de ellos y todas sus actividades siendo pequeñitos. A la fecha quieren verme en sus festivales, que los acompañe a jugar. Me presentan muy padre con sus amigos y escucho buenas palabras. Respondo a ese amor siempre dándole lugar a su progenitora”.

Su instinto maternal  lo ha desarrollado también con sus sobrinos y con niños de amigos sin pensar jamás en lo monetario, pues afirma que este trabajo le ha otorgado una excelente calidad de vida y posición económica, además de grandes experiencias que sobrepasan los problemas a los que los inmigrantes enfrentan y así lo dice: “no ha sido fácil hacerse de sus cosas, inclusive mi estatus migratorio no lo he resuelto, pero le sonrío a la vida y pido a Dios que me de fuerzas para seguir trabajando. Hay momentos en los que no me da temor, pero sí creo voy a perder mi empleo porque los niños crecen, ya tienen nueve, diez y catorce años. Sí he sentido por unos instantes tristeza al pensar que no voy a tenerlos a mi lado. Platiqué con mis patrones y afortunadamente no me quitarán el trabajo hasta que los niños quieran. Bendito sea Dios, mi amor por ellos se refleja”.


*Gracias a la periodista mexicana Naxcheli Cisneros por esta colaboración voluntaria a la revista La Voz.

   

 

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