Paro agrario en Colombia, foto de Edison Sánchez.
Paro agrario en Colombia, foto de Edison Sánchez.
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Opinion

La importancia del voto en las lágrimas de un campesino

Por Julieth Núñez
October 2013
A finales de agosto Colombia vivió un paro nacional agrario que se extendió por todo el país y cambió la vida cotidiana de los colombianos por más de trece días. Si bien es necesario que ocurran hechos así para detener la continua injusticia de la que somos testigos, también es necesario que prestemos atención a los errores que nos llevan a tal injusticia, como por ejemplo, ignorar y tomar a la ligera nuestro derecho democrático de votar.
 Los protagonistas de las protestas fueron los campesinos agricultores, mineros, las etnias indígenas y grupos sociales que abogaban por la implementación de medidas y acciones frente a la crisis de producción agropecuaria, la participación efectiva de las comunidades y la formulación y desarrollo de la política minera, medidas y garantías reales para que se cumplan los derechos políticos de la población rural, y la inversión social en la población rural y urbana en educación, salud, vivienda, servicios públicos y vías. Estas peticiones se le hicieron al gobierno de Juan Manuel Santos, actual presidente de Colombia, en forma de marchas pacíficas que con la presencia de militares y la policía nacional se tornaron en un campo de batalla donde perdieron la vida muchas personas y salieron heridos los dos bandos.

Lo que inquietó a la mayoría de colombianos fue el hecho de que el presidente ignorara la situación por la que estaban pasando los campesinos y otros grupos afectados, asegurando no saber de los acuerdos que habían sido firmados y pero incumplidos por parte del gobierno, o lo que es aun peor, haber negado que había paro agrario cuando más de 50 rutas fueron totalmente bloqueadas por los campesinos para limitar el acceso a los productos por los que trabajan tan duro y les pagan tan poco.

Se habla tanto de los derechos humanos que suena lógico decir que sería inhumano incumplirlos. La ley colombiana especifica que todos somos iguales y merecemos el mismo trato, sin embargo, cada año se habla de las grandes ganancias que se obtienen entre países con proyectos como el Tratado de Libre Comercio (TLC), y de lo mucho que se benefician mutuamente, cuando en realidad los únicos que parecen estar beneficiándose son las grandes corporaciones mientras los campesinos tienen que enfrentarse a las autoridades de su país porque no les pagan lo suficiente por su arduo trabajo, tanto así que a sus gritos de desesperación se une más de medio país.

El TLC tiene ventajas y desventajas para Colombia y otros países latinoamericanos en los que existe. Entre las ventajas del TLC están el crecimiento económico de los dos países parte del tratado, el incremento del comercio internacional, el mejoramiento de la percepción internacional sobre ambos países, y las oportunidades empresariales que ayudan a la economía local. Entre las desventajas está la distribución desigual de ventajas. Por ejemplo, cuando una potencia como Estados Unidos le compra a Colombia el café y luego construye un Starbucks en el que lo cobra por el doble de lo que lo compró; al mismo tiempo, las compañías de café nacionales se ven afectadas por la competencia y muchas llegan a quebrar. Además, las aprobaciones del TLC carecen de la opinión del pueblo, lo que deja la economía y las vidas de muchos trabajadores en manos de las decisiones que tome el gobierno.

He aquí la importancia del voto. En nuestras manos tenemos el derecho de conocer y elegir a quien va a representar nuestros intereses del sistema social en el que vivimos. Si bien es cierto que dentro del sistema existe corrupción, y hasta cierto punto la representación de nuestros intereses se nos escapa de las manos afectándonos de manera negativa, también es cierto que muchos no tienen la responsabilidad de ejercer su derecho o el interés por hacerlo. Se puede argumentar que esto sea un resultado de las infinitas fallas y desilusiones que han dejado los malos gobiernos en la historia de nuestras vidas, pero no podemos basar decisiones tan importantes como votar en ello. También es importante asegurarnos de que al momento de votar, nos hayamos informado muy bien de que el representante defiende nuestros intereses de la mejor manera.

Es terrible presenciar lo violento que puede ser un grito de desesperación. Es inquietante ver el sufrimiento de un país que pide justicia; cuando las manos que siembran nuestra comida dejan el azadón a un lado y se convierten en un puño de dolor. Ya no quiero ver más lágrimas en los rostros trabajadores de mi tierra.    

 

Y usted, qué opina? Escriba a [email protected] y ¡haga oír su voz!




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