Gonzalo Oyarzún, subdirector del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas (SNBP) de Chile. Foto de Valeria Sorin
Gonzalo Oyarzún, subdirector del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas (SNBP) de Chile. Foto de Valeria Sorin
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La memoria del futuro

Por Valeria Sorín
September 2011

Postal 1

Silvana es archivista en una de las principales universidades argentinas. Cuenta apasionadamente que hace varios años trabaja en la organización y registro de la correspondencia y los artículos producidos por una pareja de intelectuales que entre los años 60’ y 90’ se dedicaron a la cuestión de género.

Mientras disfruta de avanzar en la lectura intensa de cada documento se lamenta porque hoy cualquier virus destroza los emails que podían revelar un intenso amor o un desarrollo profundo epistolar. No se atesoran emails, ni se releen. Algo de la memoria de la gestación de las ideas desaparece.

Postal 2

El chileno Gonzalo Oyarzún es un soñador. Tiene además la maravillosa virtud de convertir sus sueños en realidad. Luego de dirigir la Biblioteca Pública de Santiago de Chile, ahora se desempeña como director de todo el sistema de bibliotecas públicas del país. Me cuenta, café de por medio, que para él en la biblioteca pública no importan los libros, sino la lectura. “Cuando construyes bibliotecas públicas, construyes espacios públicos para ir, para sentirte calentito, para buscar novio/a, para hacer un curso, para escuchar a una cuenta cuentos, para transcurrir. Puedes sacar un libro e irte, o puedes buscar un dato en internet, escuchar un cuento, sacar un libro e irte. Finalmente ambos caminos terminan en el préstamo, pero la experiencia no es igual. De la infancia siempre se recuerda la plaza. Entonces tenemos que convertir las bibliotecas públicas en plazas, para que sean el recuerdo maravilloso de tu infancia.”

Postal 3

Escribo este artículo en mi cuaderno mientras viajo en el subterráneo (metro) más antiguo de Buenos Aires. Sus vagones han sido conservados y refaccionados, pero mantenidos en su esencia como en los años 30’. Es un viaje en el tiempo que suelen disfrutar los niños.

No sé cómo será la memoria de la infancia de los adultos del año 2025. O con qué registros la organizarán. Pero realmente espero que Oyarzún lo logre.





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