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Testimonio

La radio y los acomodados

Por Inty Jimbo, Poeta Kichwa
September 2011
Los fines de semana de literatura, de cuento tras cuento, narraciones y buena música.

Volvíamos por chaquinianes (caminos cortos), de un salto abandonábamos el lechero, cruzábamos el alambrado o salíamos corriendo de las quebradas. 15 para las 3 pm, la cita con el mundo de las palabras, nos descongelábamos, dejábamos las personificaciones, los excesos, volvíamos de la muerte con una chance de posible vida para la próxima, saltábamos la soga y nos sentábamos a escuchar las infinitas palabras de una dulce voz femenina, relatos de historia, cuentos, fábulas, y entre cada corto música.

Éramos niños de tierra, de sensibilidad, de sueños posibles; éramos seres sin televisión, sin tanta golosina, libres, sin temores; no sabíamos nada de lo que hoy denominan niños de cristal, niños enfermizos, llorones, con poca creatividad y sin libertad.

Encendíamos la radio y alzábamos el volumen, así conocimos diferentes autores, críticos, pensadores, compositores, historiadores, novelistas, cuentistas, poetas.

Recuerdo los debates, las ideas de orden político, las reuniones, la vida misma que encerraba la vieja casa donde no se podía pasar sin dejar de hablar de un libro, o de algún tema social. Recuerdo la música antes de que las disqueras armen los complots con las industrias, y se vuelvan mensajes alusivos que marginan los cerebros de las personas.

En uno de los viajes retornando a casa, entre el bullicio, el asfixiante espacio, y el tambaleo del sueño mezclado con el cansancio y la velocidad indiscriminada…¡alguien grita! ¡Suban el volumen! Venían escuchando uno de los programas más populares de la radio en el momento, un locutor que no podía leer los textos, y en donde no informaban, y sólo transmitían la vida de alguien más, y cosas por el estilo.

Diecisiete años más tarde, aparecí en esta, la gran manzana, acelerado, tenso. La historia se repite, la misma radio basura ocupa los primeros lugares de popularidad, y la televisión miente y desmiente cada día, medios que no educan, programación ilógica que pretende llenar de mensajes subliminales todos los espacios, a través de publicidad, shows, reality, chismes, novelas, lo peor de la tele está a disposición de la comunidad, y eso sí que asusta.

Somos manipulados día tras día, por la industria de la telecomunicación, porque con el tiempo sólo se ha vuelto una alcancía, sin alma y sin ética.

Los modelos de las escuelas de comunicación están aquí, las señales nacen y se extienden por ondas que se contaminan entre política, economía, y grandes terratenientes, “los acomodados de la radio”.

Los modelos latinoamericanos son lo mismo, somos una fiel copia de lo mismo, de lo peor, de lo malo, de lo sin calidad.

Los gobiernos de discurso social, la nueva brecha económica, el nuevo puente de la industria que va maquillando las ciudades, embelleciendo las avenidas ,con el fin de justificar el derroche de los recursos naturales, nuevas y grandes autopistas para que las mega compañías internacionales inviertan; únicamente cambian de nombre, pero todo es lo mismo, somos una copia fiel.

Yo solía escuchar la radio, quizá por una calle mojada, de alguna Amanda solitaria, y un ojalá tal vez nos libere de un necio soñador, así a su paso conocí la vida, y como enemigos íntimos, demolimos hoteles, agradecimos a la vida y nos subimos al tren del cielo.

Yo solía escuchar la radio.                      




          


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