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Debate

Sigamos hablando de la explotación de menores en Colombia

De la autora del primer comentario

Por Julieth Núñez
August 2011
Los jíbaros son víctimas de la sociedad, la sociedad es víctima de los jíbaros, yo fui víctima de los dos.

Estoy muy de acuerdo con lo que se ha comentado en respuesta al artículo que escribí sobre la delincuencia juvenil en Colombia. Mi objetivo era proveer información sobre el debate que existe sobre el tema y no mi opinión personal. Sin duda alguna el problema tiene un nivel de complejidad que tristemente es muy difícil de solucionar; pero esto no significa que sea imposible mejorar la seguridad de los colombianos.

Hay que tener en cuenta que esta historia que parece nunca acabar, tiene víctimas y victimarios, pero los papeles pueden ser reversibles cuando se tienen en cuenta muchas injusticias de la sociedad, y el mal funcionamiento de un gobierno que se supone se encarga de que esta historia llegue a su fin. La responsabilidad es de todos, no sólo de aquellos que están en el poder. La responsabilidad para acabar con la delincuencia juvenil es de cada una de las familias; es personal, porque ya sea en un bus o en cualquier otra parte de la ciudad, todos podemos ser afectados.

Empecemos por reconocer en qué clase de instituciones de rehabilitación permanecen estos menores. En el caso de la ciudad de Bogotá, la gran mayoría de correccionales juveniles son residencias regulares en los barrios, que no están aptas para la retención de estos jóvenes delincuentes. En muchas ocasiones, a altas horas de la noche los vecinos de estas localidades se han percatado del intercambio de sustancias ilegales por medio de las rendijas de dichas casas, y han presenciado un sin número de motines que resultan en la fuga de los menores, policías heridos y profesores rehenes.

Es un hecho que la economía de Colombia pasa por una crisis en la que en lo último que se piensa es en invertir en la educación, y no sólo de los pequeños jíbaros, sino también de todos los jóvenes del país. Pero también es un hecho que las instituciones de rehabilitación constan de personal educativo, cuyo propósito es brindarles a estos jóvenes la oportunidad de aprender un oficio, rehabilitarse de su adicción a las drogas, educarse y tener una vida fuera de la delincuencia.

Mi experiencia

Los jíbaros son víctimas de la sociedad, la sociedad es víctima de los jíbaros, yo fui víctima de los dos. Al regresar a Colombia después de un año de no haber visto a mi familia y amigos, lo único que quería era pasar la mejor navidad de mi vida en compañía de ellos. Decidí celebrar el año nuevo visitando uno de los lugares más populares de Bogotá; Monserrate. Me aseguré de llevar mi cámara fotográfica y la metí en la mochila que llevaba plasmada los colores amarillo, azul y rojo, y que además era mi regalo de navidad. En compañía de mi mamá y de mi pareja que visitaba Colombia por primera vez, subí por una calle que un policía me había asegurado no era peligrosa. Pasamos por una tienda, seguimos nuestro camino y sentí una sensación de peligro dentro de mí, miré atrás y me di cuenta que dos jóvenes iban caminando paralelamente detrás nuestro. Bastó eso para que mi mamá y yo nos diéramos cuenta de que estábamos a punto de ser atracadas. Me aferraba a la mano de mi novio y tomé con aun más fuerza la mano de mi madre.

Uno de los muchachos se veía increíblemente nervioso y miraba al otro esperando instrucciones, el otro se acercó a mí con mucha seguridad, agarró mi mochila y la haló con gran fuerza. Mi mente entró en parálisis y me rehusaba a entregarle lo que me pertenecía, me rehusaba a creer que estaba siendo atracada en el país al que había añorado tanto volver. El azul de mis ojos se intensificó aun más al ver la mano del joven con un cuchillo que me acercó a la cara. Reaccioné de inmediato y le entregué lo que quería. Al terminar conmigo, el joven ordenó al otro hacer lo mismo con el bolso que llevaba mi madre. Nos robaron nuestros papeles personales, celulares, una cámara fotográfica, y la mochila a la que me había aferrado tanto. Miré a mi alrededor esperando que alguna de las personas que estaban a mi alrededor hiciera algo, pero parecían más espectadores, almas transparentes con temor en los ojos, almas ciegas y sin voz, que ciudadanos presenciando un robo. Mi temor pronto se convirtió en furia, ¡nadie hizo nada!, los delincuentes se llevaron nuestras pertenencias y las personas les dieron paso para seguir. Entonces yo me pregunto ¿Por qué nos hemos resignado a esto?

Hay que prestar atención a los llamados que hacen estos jóvenes por medio de sus fechorías y pensar en soluciones que nos puedan proveer a todos una mejor vida. Hay que tomar acción y dejar la resignación a un lado. Concentrémonos en el bienestar de nuestras familias, para poder evitar que las nuevas generaciones sólo traigan consigo más jibaros y peor calidad de vida para los colombianos.

El debate está servido. Usted, ¿qué opina? [email protected] y ¡haga oír su voz!



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Comments

Comentario: Increible historia. Saludos. mochilas escolares
Posted: 1/31/2012