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Cuento

PRINCIPE AZUL

Una novela

Por Robinson David Martínez
November 2010
En los primeros dos capítulos, un príncipe de piel azul pastel, lleno de rabia por su aburrida vida en su palacio con techo de oro y paredes de plata, emprende un viaje con sus dos caballos después de que Delni, quien lo cuidó toda su vida, le leyera la mano. En su viaje, el príncipe se encuentra con un hombre demasiado pequeño y barbudo que se burla de él y que se transforma en un monstruo de muchas cabezas que llenan de terror al joven príncipe.

parte 3.

sus caballos huyeron, galopando a la distancia. el príncipe se orinó de miedo, su piel se puso pálida y gris, se arrastró hacia un arbusto, y se ocultó.

el extremadamente pequeño hombre barbudo se limpiaba las lágrimas de tanto reír. en frente del arbusto dijo: “todos somos tontos, pero tú…¡tú eres el gran burro de todos los tontos!” dijo y se tiró al suelo, rodando de un lado a otro, untándose de barro mientras lo atacaba otra ola de risa. 

el príncipe sentía escalofríos y rabia. los arroyos ardientes de sus venas se desbordaban y teñían de ira roja toda su piel gris, pero le dio miedo de nuevo y los arroyos rojos disminuyeron hasta que toda su piel quedó con el pánico gris-blanco. estaba aterrorizado, paralizado, lleno de miedo. se le fue la voz y sudaba gotas blancas. sus manos estaban frías y también sus pies. estaba bravo consigo mismo por dejarse llevar por el miedo. su boca temblaba y sus dientes sonaban. trató de mantener su boca cerrada a la fuerza pero su mandíbula temblaba aún más fuerte sin poderla controlar. 

“¡un arbusto que suena como los dientes de una calavera!” dijo el pequeño hombre barbudo mientras se reía a carcajadas. finalmente comenzó a respirar lentamente, extendiendo las exhalaciones, limpiándose las lágrimas.

el príncipe sacó la cabeza del arbusto y miró al pequeño hombre barbudo, parpadeó y se limpió los ojos para acertar de que lo que estaba viendo en realidad estaba ahí. 

“¿en qué le puedo servir?” dijo el hombre barbudo con una sonrisa impecable. 

“¿cómo hiciste eso?”

“¿hice qué?”

“¿cómo te convertiste en, en, en esa cosa horrible?”

“oh, pffff, ese es un cachorro, un proyecto de 70 años. a propósito, ¿creés que la cabeza que vomita es demasiado? ¿en términos del efecto? el rugido suena bien duro, lo único es que a veces pienso que la cabeza que vomita se pasa de lo necesario”.

“¿qué…quién eres?”

“uuuuu, don filósofo. bueno, déjame preguntarte lo mismo, ¿qué, quien eres tú?”

“soy príncipe del reino de mirapal”.

“no lo eres”.

“¡sí lo soy!”

“NO LO ERES.”.

“¡SI LO SOY!”

“¿cómo lo puedes comprobar?”

“¿ves este amuleto? era de mi tátara, tátara, abuelo—”

“¿y ahora es tu-tu-tu-tuyo?” dijo el hombre barbudo tratando contener la risa.

 “sí, es mío. simboliza honor, linaje y valentía”.

con voz de nariz apretada: “¿por qué eres tan serio, TU MAJESTAD?”

“¡porque soy el heredero del trono de mi padre y porque SOY príncipe!”

el pequeño hombre barbudo miró hacia arriba y volteó la cabeza como si escuchara algo.

“ay ay ay, tenemos que salir de aquí pronto”.

“yo no voy a ningún sitio con usted porque gracias a USTED, tengo que buscar mis caballos que USTED ahuyentó”.

“déjame preguntarte algo, TU MAJESTAD, ¿te gustaría ser un tonto imbécil que muere una lenta muerte agonizante llena de sufrimiento y dolor? ¿o quieres ser un tonto imbécil que corre pero sobrevive?”

un viento que olía a azufre sopló del camino hacia donde se dirigía el príncipe. 

“¡santo chipotle, tenemos que irnos YA!”

“ya le dije que no voy a ningún sitio con usted”.

el extremadamente pequeño hombre barbudo se transformó al doble del tamaño del príncipe azul. el gigante hombre barbudo se arrodilló en frente del príncipe y puso sus dos manos pesadas en los hombros del joven azul y lo miró con ojos penetrantes y sombríos. 

“debes venir conmigo porque nuestros caminos se han cruzado y yo puedo ser muy útil para ti. es tu decisión, pero si te vas detrás de tus caballos morirás”.

en ese momento el viento hizo un leve aullido y el azufre llenaba el bosque con un vapor amarillento. al príncipe le dio mucho sueño. 

“quiero descansar en el pantano”, dijo bostezando.

el hombre barbudo se hizo a su estatura normal, un cuarto del tamaño del príncipe. el hombre barbudo saltó y le dio una tremenda cachetada al príncipe. la piel azul pastel del príncipe se iluminó con rojos relámpagos por sus brazos y rostro. el pequeño hombre barbudo salió corriendo, riéndose y burlándose del príncipe. el príncipe corrió detrás de él, lleno de ira, su piel oscilaba de un oscuro anaranjado a rojo vivo.

el pequeñísimo hombre barbudo corría de una manera extraña. su cuerpo parecía tan relajado y flexible. sus movimientos eran fluidos, como si corriera lentamente, tomándose su tiempo, aunque era inexplicablemente veloz. tenía la silenciosa agilidad de un gato.

su roja piel se matizó anaranjado, luego morado, tornándose azul y, y al sentirse fatigado de tanto correr, comenzó a ponerse gris. intentando alcanzar al pequeño barbudo notó como a este lo seguían un grupo de abejas que se prendían y apagaban como luciérnagas. 

el hombre barbudo desapareció. el príncipe, todavía gris, dejó de correr y miró sus manos. tenían una consistencia diáfana, como piel transparente con luces azules y otras de color oro, amarillentas en sus venas. cada lucecita brillaba con frecuencia individual. el príncipe, a través de sus manos semi-acuáticas veía en cada gota de luz la imagen de un joven de piel azul. cada gota azul y cada gota de oro era una versión de sí mismo. el príncipe quedó estremecido, asombrado del poder de posibilidad y creación en sus manos. 

miró hacia abajo. había dejado de correr justo a dos centímetros de distancia de un hueco negro perfectamente circular en la tierra, lo suficientemente grande para un caballo. 

“¡estoy aquí, tu majestad!”

el príncipe miró hacia el abismo. era completamente oscuro. el extremadamente pequeño hombre barbudo apareció detrás del príncipe y lo empujó, riéndose tanto que sonaba como si se estuviera ahogando. el príncipe gritó un chillido de horror. hasta aquí llegué, pensó. me voy a morir. mientras caía en el aire completamente oscuro, la casi dolorosa, casi placentera sensación de caer al vacío se mezcló con un profundo estado de paz en el alma del príncipe. caía y caía, por tanto tiempo que perdió la noción del tiempo. se le olvidó en dónde estaba y qué era lo que le estaba pasando. le surgió una pregunta en su mente.

“¿cuál es el propósito de mi vida?”

no entendía por qué se preguntaba esto al estar cayendo en un hueco oscuro que probablemente terminaría en su muerte.

el príncipe, descendiendo en esta oscuridad total, entró en un profundo estado de silencio interior. aceptó el presente y su percepción cambió: ahora disfrutaba su caída en esta nada oscura de lo más increíble. algo en él lo jaló hacia un pensamiento: trató vehementemente de recordarse a sí mismo, su niñez, su hogar, pero no podía pensar. en lo profundo de su ser estaba completamente saturado por este hueco negro que a su vez lo vaciaba de todo lo innecesario. 

el príncipe abrió los ojos. el extremadamente pequeño hombre barbudo estaba allí, parado en frente de él. el sol brillante y color violeta se movía en un círculo en la distancia. cuando el príncipe trataba de cubrirse el rostro del sol, se encontró haciendo movimientos circulares en el aire. el extremadamente pequeño hombre barbudo apuntó su índice hacia el príncipe, riéndose con el abandono inocente de un niño e imitó los mismos movimientos circulares con las palmas de sus manos. 

“¡esto es divertido!” el pequeño hombre barbudo puso las palmas de sus manos juntas, sonriendo enérgicamente. iba a comenzar a aplaudir, pero vio al príncipe que se estaba sentando. 

“¡buuuuuuuenos días, su majestuosa majestad!” 

el príncipe notó que la barba del pequeño hombre era color café, sus ojos eran café también y su rostro estaba más limpio, más fresco y lucía más joven que antes e irradiaba una energía, un sensación que lo jalaba y empujaba, como un tipo de fuerza de gravedad en todo su alrededor. 

“¿dónde estoy?”

“cuando quieres hacer dos cosas a la vez, ¿has dudado porque sabes que sólo puedes escoger una?”

“sí”.

“¡LIMBO! allí, aquí estamos, en el país de la auto-duda, jovencito, ja ja ja.”

el extremadamente pequeño hombre barbudo saltó en el aire y explotó con un millón de chispas de luz. 

el príncipe, boquiabierto, miró hacia el cielo y las pequeñas partículas de luces descendiendo que parecían minúsculas y lentas estrellas fugaces. 

el príncipe azul se paró y una rabia volcánica surgió en sus venas rojas que lo envolvían en una explosión de emoción.

“¡qué me estás haciendo!”                

 

 CONTINUARÁ…

 

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